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Perdemos el agro, adiós al «moucho»

XAVIER LOMBARDERO REDACCIÓN / LA VOZ

AGRICULTURA

22 ene 2012 . Actualizado a las 06:00 h.

Pequeño. Redondo. Bonitiño y discreto. Pero siempre atento a la vida, o dejándola pasar con pinta media adormilada. Es el mochuelo (Athene noctua), moucho para los gallegos, y le basta un pequeño hueco en un árbol o en una casa para acomodar la suya. Era ave común en pueblos y aldeas, pero hoy escasea allí donde se perdió el paisaje agrario tradicional, sustituido por las concentraciones parcelarias y las plantaciones forestales que arrasan el mosaico agrícola. La destrucción del hábitat que también le era propio al labriego, de prados, trigales y otros labradíos con ganados en veigas o cortiñas, es la causa de que esta pequeña rapaz nocturna sea cada vez más rara de ver.

Lo agotan el avance del monte, las barreras de eucaliptos, el uso indiscriminado de raticidas, el ir y venir de coches que deslumbran sus grandes ojos... Aguanta, bamboleándose en Lugo, además de en los viñedos y riberas fluviales del sur de Pontevedra. Según el presidente de la Sociedade Galega de Ornitoloxía, Óscar Rivas, «o deterioro das condicións biolóxicas da campiña galega inflúe no proceso de rarificación da especie».

Dicha entidad nombró, a modo de alerta, al moucho Ave do Ano 2011, y hubo un taller en Narón para elaborar cajas que le sirvan de nidos, instaladas luego en Ortegal. Es un ave tan apegada a lo humano (en la Redacción enseguida surgieron dichos como moucho laroucho, cara de moucho) y sus supersticiones, que cría en pequeños agujeros de hórreos, paredes y tejados. Algún manual le atribuye la monogamia, con parejas estables para toda la vida. Se lo ha visto en palleiras o chimeneas, reclamando posado desde unos cables eléctricos o vigilante desde un valado a la espera de grillos, saltamontes, típulas, lombrices o topillos, sus presas favoritas.

Pero el cambio a la intensificación agrícola lo deja sin esos espacios abiertos de setos, carballos, lindes y cultivos tradicionales, lo que provocó una notable disminución de mochuelos en Galicia (un censo del 2003 apuntaba 1.059 parejas nidificantes) y también en el resto de España (el declive alcanzó un 3,6 % anual entre 1998 y 2007). Encima, su planeo rasante se lleva mal con los coches y carreteras, donde busca grandes insectos y micromamíferos atropellados, acabando a menudo él mismo bajo los vehículos. El ornitólogo Cosme Damián Romay Cousido destaca el trabajo que realiza el Grupo Naturalista Hábitat en A Coruña, Betanzos, Pontedeume, Carral o Carballo y que coordina Santiago Vázquez. «O declive pode ser polo abandono agrícola do rural e a presión humana coas estradas. Só hai parellas illadas, aínda que en Betanzos sabemos dunha que vive no casco urbanao, aliméntase en áreas cultivadas do extrarradio», dice Romay.

Lo importante, opina, es que la gente vuelva a conocer y reconocer un pájaro que desde los ochenta cuenta incluso con un museíllo en Cerceda y alrededor del cual, y de otras aves nocturnas, existe un rico folclore. «Pasaron de ser paxaros de mal agoiro a aliados no agro -explica Romay-, e ten un repertorio notable de soídos, algúns bastante agudos, de xeito que ás veces parece que está miñando, coma un gato. Por iso nalgunhas zonas de Pontevedra se lle coñece como jatomoucho». Se o oes ao chegar a un pobo, xa sabes que está alí».

En Pontevedra destaca el estudio que sobre el moucho realizó Óscar Martínez Roza.