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Viaje al viñedo del siglo XIX

Luis Díaz
Luis Díaz MONFORTE

AGRICULTURA

Reportaje | El paisaje vitícola antes de su transformación por la filoxera Hace poco más de un siglo la mencía no existía en la Ribeira Sacra, la fama del vino de Amandi se debía al albarello y en el valle abundaba la variedad típica de La Rioja

20 ene 2007 . Actualizado a las 06:00 h.

Los cosecheros que plantaron cepas de tempranillo en los últimos años, al amparo de una de las más recientes modificaciones en el reglamento del consejo regulador, posiblemente piensen que están revolucionando el viñedo en la Ribeira Sacra. Lo cierto, sin embargo, es que esta variedad, una de las más cultivadas en España, fue introducida hace más de un siglo en la zona, si bien entonces sólo proliferaba en los lugares donde su tardía brotación era una garantía frente a las heladas primaverales. La arqueología del viñedo ofrece sorprendentes hallazgos cuando es posible acceder a las fuentes de las que depende que puedan ver la luz. El científico Antonio Casares Rodríguez y el agrónomo Darío Fernández Crespo describieron en el siglo XIX el patrimonio vitícola de la Ribeira Sacra, antes y después de la filoxera. Sus testimonios rompen muchos tópicos y sugieren también más de una reflexión con vistas al futuro. El paisaje vitícola que retrata el libro Observaciones sobre el cultivo de la vid en Galicia (Santiago, 1843), del monfortino Antonio Casares, es sensiblemente diferente al actual. La mencía no había llegado aún a la Ribeira Sacra, el prestigio de los tintos de Amandi y Os Peares se cimentaba en el albarello, y el tempranillo, conocido aquí como tinta castellana, ya tenía cierto predicamento en la comarca de Monforte. Tardía brotación Sobre esta última variedad, Casares señala en su estudio que «se cultiva con abundancia en el Valle de Lemos y en el Ulla, en los demás sitios apenas se conoce». Darío Fernández Crespo, autor del documento más importante escrito en Galicia sobre la repercusión de la plaga en la filoxera, que fue editado en Lugo en 1897, ofrece alguna pista sobre los motivos de la implantación de la tinta castellana por tierras de Lemos: «La variedad conocida en Monforte con el nombre de castellana es la misma llamada tinta de Toro en la vecina comarca de Valdeorras, y parece ser la tinta de Madrid y el trobat de Cataluña. Sensible al mildiu y resistente a la sequía, su fruto se conserva sin pudrirse durante las lluvias tardías. Brota tarde y madura temprano, lo que favorece su cultivo en las vegas para prevenir las heladas tardías». Director de la estación ampelográfica creada en Monforte para paliar los estragos de la filoxera, la plaga que obligó a replantar el viñedo europeo en la segunda mitad del siglo XIX, Fernández Crespo destaca de la castellana sus condiciones para aclimatarse bien «en los límites de la región de la vid». De acuerdo con su testimonio, rendía más que el albarello y el mouratón -las cepas predominantes en la Ribeira Sacra en aquel momento- «llegando a 90 y 100 hectolitros por hectárea». Los vinos de esta variedad eran, según él, «de gran color y astringentes». Pese a que ambos autores presentan muchas afinidades en sus afirmaciones, Casares discrepa en su descripción de la castellana: «En los otoños lluviosos revienta la uva con facilidad y se pudre pronto, su vino es bueno, pero malo de conservar». Hay un aspecto, sin embargo, en el que ambos estudiosos coinciden: antes de la filoxera la variedad predominante en la Ribeira Sacra era el albarello. Fernández destaca que esta variedad venía dando «60 hectolitros por hectárea», bastante menos que el mouratón, pero a cambio producía «vinos de mejor calidad por su bouquet y riqueza alcohólica». «Los afamados vinos de Amandi, Peares y otros procedían de esta cepa; es muy sensible al mildiu y oídio y se adapta perfectamente en terrenos costaneros, pizarrosos o graníticos de exposición meridional, en los que produce vinos muy finos y alcohólicos, propios para la mezcla con otros de más color y de menor riqueza alcohólica», añade el autor del estudio La invasión filoxérica en la provincia de Lugo en sus referencias al albarello. Distintos tipos En su catalogación de cepas gallegas antes de la filoxera, Casares diferencia entre brancellao y albarello -que aún hoy suelen considerarse la misma variedad- y dentro de esta última distingue dos clases por el tamaño y la configuración de los racimos. En todo caso, su testimonio avala el predominio del albarello en el siglo XIX, antes de que la famosa plaga transformase por completo la viticultura en toda Europa. Según detallaba el científico monfortino en 1843, este era «el vidueño más abundante en Galicia y el que puebla casi todas las viñas del Ribeiro, Amandi, Lemos, Quiroga, Valdeorras y valle de Monterrei». La descripción de Casares sobre la variedad albarello proseguía así: «No es muy productiva, pero sí de larga vida, y su fruto bien sazonado produce un vino fuerte y de aguante. Tarda bastante en madurar, por cuya razón no conviene sino para los sitios cálidos».