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«Uruguay ya vende su albariño como un vino atlántico; tenemos que ir más allá»

Serxio González Souto
serxio gonzález VILAGARCÍA / LA VOZ

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Martina Miser

Crunia sostiene que Rías Baixas puede ser una de las grandes regiones clásicas

10 jun 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Aunque su formación en Publicidad y Relaciones Públicas se inclinaba hacia otros campos, Miguel Rodríguez Prieto (A Coruña, 1989) creció mamando el mundo del vino desde las Bodegas Alonso. Su abuelo, que dirigía el negocio, compraba barriles en las Rías Baixas, O Ribeiro o Chantada y embotellaba para clientes y restaurantes. La hostelería contribuyó a sufragar sus estudios y, unida a la necesidad de adquirir un buen nivel de inglés, lo condujo a Edimburgo. Un restaurante con estrella Michelin lo catapultó definitivamente como sumiller, y hace dos años fundó en la capital escocesa una plataforma de comercialización de vino (Fion, el término gaélico escocés que designa el noble zumo de la uva). Esta semana, regresó a Galicia para participar en una visita de relevantes prescriptores británicos organizada por la denominación de origen Rías Baixas. Su nombre de guerra, por así decirlo, es Miguel Crunia, en un claro homenaje a su ciudad natal.

—¿Cómo nace Fion?

—Durante la pandemia no podíamos estar parados. Así que monté junto a mi pareja, Vera, que también es sumiller, una tienda de vinos online y funcionó muy bien. Tuvimos mucho apoyo de clientes que nos seguían desde nuestra etapa en la hostelería. Llevamos vinos de proyectos pequeñitos pero de gran calidad de España y Portugal. Rías Baixas, O Ribeiro... Estamos intentando expandir las referencias de Rías Baixas y llevamos ya dos años como tienda especializada, orientada también a la alta restauración.

—¿Es ahí donde entra su faceta como prescriptor?

—Bueno, debo decir que mi liga no es la de los influencer. Pero mi trabajo como profesional del vino incorpora una labor educacional hacia el consumidor. Sobre todo cuando hablamos de vinos de calidad. Hay que hacer entender en qué reside esa calidad. Colaboro con el ICEX [plataforma pública que promueve la internacionalización de las empresas españolas] y en redes sociales sí comunico mucho sobre vino. Quienes me siguen son, sobre todo, escoceses a quienes les gusta lo que hago con el vino. Les gusta mi paladar y lo que les enseño. Voy mucho a la historia de las bodegas y las regiones. De dónde viene el vino, por qué ese viñedo es especial. Lo que quiero es que te enamores de la región de que se trate y de la energía del viticultor. 

—Intuitivamente, uno diría que entre los británicos el vino no es un producto de consumo popular.

—Al revés. Son grandes consumidores. Es un mercado en el que la pandemia disparó el consumo. Aunque el cambio climático les está permitiendo comenzar a producir vinos en el sur, gracias a estar en la Commonwealth y antes en la UE, los británicos siempre han sido importadores. Y es un mercado muy competitivo. Aquí hay vinos de todo el mundo. Sudamérica, Norteamérica, Australia, Sudáfrica, toda Europa... No sucede como con nosotros, que somos muy proteccionistas con nuestros vinos.

—¿Y el vino gallego? ¿Cómo está funcionando?

—El albariño se ha posicionado muy bien, se conoce mucho e incluso disponemos de una sección propia. La gente conoce la uva. Le gusta porque es muy versátil y encaja con el paladar del consumidor. Ese perfil fresco, ácido, vertical. Al dar vinos que envejecen bien, hay un público de corte gastronómico muy interesado. Su gran potencial de guarda lo hace muy interesante para un restaurante o una tienda especializada, que se salga del típico borgoña o de la Toscana. Rías Baixas tiene potencial para llegar a ser una de las regiones clásicas del vino en el mundo, pero para ello es necesario ir al territorio, a la parcela. Es la única forma de poder competir cara a cara con los grandes vinos clásicos.

«La acidez natural de los tintos gallegos les flipa a los británicos; allí pueden encajar muy bien»

 

En un contexto de enorme competencia en torno a la propia uva, en el que el albariño se produce ya en California, Nueva Zelanda o Uruguay, Miguel Crunia sostiene que la tarea pendiente para Rías Baixas es expresar al mundo cómo y por qué esta es la patria de esa uva albariña.

—Uruguay está aprovechando el hecho de disponer de costa atlántica para vender su albariño con ese carácter atlántico. Así que tenemos que ir un paso más allá. Hacia la localización. Hacia las subzonas, O Salnés, O Condado, O Rosal, y cuando estemos ahí, otro paso más allá y hablar de vinos parcelarios. Viñedos únicos, viñedos especiales, qué suelo es este, cómo lo expresa el bodeguero. Yo el territorio no lo concibo solo como una ecuación de clima, viñedo y suelo. Incluyo en ella la energía del viticultor, que es muy importante. Esto lo resumo como un proceso de crucificación, empleando el término francés cru, referido al viñedo singular y vinculado a la noción de terroir. 

—¿El blanco es el vino que mejor entrada tiene en el Reino Unido?

—Efectivamente. La gastronomía es muy parecida. Una buena costa, muy buen producto de mar. Determinados tipos de mariscos no tienen nada que envidiar a los nuestros. También tienen buena carne de ternera y una buena huerta. Pero creo que es importante trazar una vuelta al pasado. Rías Baixas es una tierra donde mayoritariamente éramos de tintos. Es bueno ver cómo se está poniendo el énfasis en recuperar loureiro, espadeiro, caíño tinto y otras variedades. Es un perfil que puede encajar muy bien. Tintos con menos graduación, con su columna vertical de acidez natural que les da vida, perdurabilidad y flipa al británico. Cuando se trabaja bien el viñedo da mucha calidad. Y todavía estamos entendiendo cómo se comportan estas variedades.

—¿También los tintos?

—Hice una presentación a 25 sumilleres locales. Gente con una y dos estrellas Michelin. Les hablé de la situación de las rías, de la tradición, de la historia, de la cultura. Empiezo siempre con albariños de añada, de perfil aromático; a continuación, crianzas, en ambiente reductivo, depósitos de acero y otros materiales, como la recuperación del castaño o el uso del granito, con esa sensación de los antiguos lagares. Termino con los tintos gallegos. Y funciona. Hay que hablar de parcelas en otros suelos, arcilla o esquisto, enseñar la longevidad del albariño. Las bodegas están empezando a descorchar botellas viejas. Es una maravilla.