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Albariño, un vino con mucha historia en las celebraciones reales

Maruxa Alfonso Laya
m. alfonso CAMBADOS / LA VOZ

SOMOS AGRO

XOAN CARLOS GIL

Antes que la princesa noruega, Felipe VI ya brindó en su boda con un Rías Baixas

26 jun 2022 . Actualizado a las 10:55 h.

Cuenta Luis Congil en su libro La maravillosa historia del vino en Galicia, que fue presentado hace solo unas semanas, que ya la corte inglesa del siglo XVII disfrutaba con los sabores de los vinos gallegos. Entonces, el primer conde de Gondomar, Diego Sarmiento de Acuña, era el encargado de enviar frecuentes remesas de vino de las Rías Baixas al rey Jacobo I. Quizás fuera este el primer monarca en hacerse fan del albariño pero, lo que está claro, es que no ha sido el último. En los últimos años, las añadas de esta denominación han estado muy presentes en las celebraciones de la Casa Real española y no solo en la boda del actual Rey, Felipe VI; aunque quizás fue en ese enlace, donde el único blanco que se sirvió tenía el sello de Rías Baixas, cuando los reyes de Noruega probaron el vino que la semana pasada eligieron para brindar por la mayoría de edad de la princesa Ingrid. Lo que está claro es que en los últimos años el albariño se ha ganado el título de El rey de los blancos ¿o deberíamos decir El blanco de los reyes?

Contaba Benito Vázquez, en aquella época responsable de la bodega Carballal, en una en entrevista en La Voz publicada en el año 96, que el entonces Jefe del Estado, Juan Carlos I, probó sus vinos en una comida que se le sirvió con motivo de su visita a Marín. No fue la única ocasión. Cada vez que algún miembro de la Casa Real visitaba la comunidad, siempre había un Rías Baixas formando parte del menú. Por ejemplo, cuando los duques de Lugo recorrieron la ciudad que les da nombre en 1995 maridaron el exquisito menú que le sirvieron con un albariño de Condes de Albarei. Y cuando Juan Carlos I celebró su santo en Muxía con una comida para 200 invitados, en el año 2003, en la carta del menú el tinto era un Rioja, pero el blanco era un Rías Baixas. Lo mismo que cuando ese mismo año se desplazó a Baiona para participar en una regata. Entonces, pudo probar el Don Pedro de Soutomaior.

Cabaleiro do Albariño

Pero lo que sin duda marcó un punto de inflexión en esta relación entre el albariño y la casa real fue el nombramiento de Felipe VI, entonces Príncipe de Asturias, como Cabaleiro do Capítulo Serenísimo do Albariño. Aunque el acto oficial de investidura tuvo lugar en septiembre del 1998, la organización llevaba ya dos años tratando de que el heredero al trono se desplazara a la localidad para escenificar este nombramiento. No era el primer alto cargo o famoso en jurar lealtad al mejor blanco del mundo, como exige el juramento para los nuevos integrantes de esta orden, pues esa misma capa la habían lucido ya el expresidente de Argentina Juan Domingo Perón, el poeta Ramón Cabanillas y el cantante Julio Iglesias, entre otros muchos.

Felipe VI llegó a Cambados el 18 de septiembre de 1998 y pasó más de una hora departiendo con representantes del sector sobre los mercados y las características de los vinos de Rías Baixas. Y fue entonces cuando, de forma velada, el entonces conselleiro de Agricultura, Castor Gago, se atrevió en su discurso a hacer referencia a la tan traída y llevada boda del príncipe, que entonces mantenía una relación con Eva Sannum. El conselleiro pidió a al actual rey que «en los brindis reales se tenga en cuenta a los vinos gallegos». No era la primera vez que esto sucedía. Según contaba entonces la presidenta del consello regulador, Rías Baixas había enviado una carta a Zarzuela para solicitar que el albariño estuviese presente en las bodas reales. No sucedió así en las de las infantas y ni Doña Cristina ni Doña Elena incluyeron a los Rías Baixas en su menú. Sí lo hizo, en cambio, Felipe que, mostrándose fiel al juramento realizado en su día, brindó con albariño.

Una cata ciega para elegir al mejor y una etiqueta con el nombre de los Príncipes

Las peticiones del consello regulador de Rías Baixas fueron escuchadas por los entonces Príncipes de Asturias y un albariño fue el único vino blanco que se sirvió en el enlace de la pareja. Décadas después, el nombre de ese vino sigue siendo el secreto mejor guardado, pues se llevó a cabo una cata a ciegas para elegirlo y se obligó a la bodega ganadora a firmar un contrato de confidencialidad. La medida no estuvo exenta de polémica, pues alguna empresa presumió de haber sido la elegida, pero lo cierto es que a día de hoy nunca se ha hecho público el nombre del albariño con el que se casaron los ahora Reyes de España.

Para elegir al vino que se iba a servir en el banquete, Rías Baixas organizó una cata ciega entre todas las bodegas que quisieron presentarse. Fueron 43 las que enviaron sus botellas, que fueron catadas por los técnicos del consello. El ganador fue un vino amarillo pálido, de tonos pajizos y con un fuerte poder de recuerdo en boca. Con él se embotellaron 720 botellas, que fueron las que pidieron desde la Casa Real y que fueron regaladas por la denominación a los novios. Con el fin de mantener el secreto sobre la bodega ganadora, el vino se envió en unas botellas bordelesas con unas etiquetas diseñadas para la ocasión. En oro mate llevaban el nombre de los contrayentes y, en gris, el de Rías Baixas. También en la cápsula de estaño se podían ver las iniciales entrelazadas de los novios. Pero lo cierto es que los Príncipes también probaron los Rías Baixas en otros actos oficiales, como en la recepción que les organizó el entonces presidente del Gobierno, José Luis Rodríguez Zapatero. Allí cataron un Terras Gauda.