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El vino que resucita un año después

Maruxa Alfonso Laya
M. Alfonso REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS AGRO

Santi M. Amil

Boas Vides elabora 400 botellas de Baixo Terra, un tinto que se entierra

21 sep 2020 . Actualizado a las 22:06 h.

Muchas son las bodegas que nacieron bajo tierra. Que fueron excavadas en profundos terrenos para que los vinos que en ellas se elaboran estén protegidos de las diferencias meteorológicas. Pero en Boas Vides, una bodega ourensana que trabaja en la zona de O Ribeiro, han querido ir un paso más allá. Su vino no se cría en las profundidades de una oscura cava, es enterrado bajo tierra y resucitado más de un año después «para darlle tempo a envellecer sen ruídos, sen luz e sen variacións de temperatura», cuenta Antonio Míguez Amil, un viticultor y bodeguero que empezó en el año 2001 un proyecto que quiere recuperar las antiguas variedades tintas de O Ribeiro, pero también el espíritu de los vinos que se hacían antaño.

Míguez Amil lleva años trabajando con un objetivo claro «conquerir facer viños históricos, aqueles viños do Ribeiro que tanta sona a aprezo tiveron ao longo de mil anos», explica. Tuvo claro desde un principio que la base de un buen vino está en un mejor viñedo y por eso recorrió las laderas del Avia buscando fincas adecuadas, con una altitud de entre 200 y 300 metros. Empezó trabajando con el Brancellao, la Sousón o el Caíño Longo, pero pronto se preocupó también de recuperar variedades cuyo nombre se había olvidado, como la Carabuñeira, Caíño da Terra o el Espadeiro. Su propósito era «preservar a esencia máis a identidade dos viños tintos saídos das vellas ladeiras do val do Avia, viños nos que se respecta a súa orixe, de antigas castes case desaparecidas», explica. Su viticultura es respetuosa con el medio ambiente, biodinámica y regenerativa. Hace una fermentación natural, sin apenas sulfitos y busca siempre la máxima expresión de la tierra.

Santi M. Amil

Llega entonces la cosecha del 2017, con la que Míguez Amil decide experimentar para demostrar «que os viños tintos galegos son algo máis que viños atlánticos ou monovarietais, son plurivarietais que falan da paisaxe e do clima. A mestura de variedades permite viños primitivos e, ao mesmo tempo, modernos e con vida, alén de tópicos fáciles e repetitivos». En septiembre de ese año se vendimian las uvas de Carabuñeira, Sousón, Brancellao, Espadeiro y Garnacha que dan lugar a unos mostos «moi ricos en froita e tánicos, con moi boa acidez». La fermentación se llevó a cabo de forma espontánea y con piel en depósitos de mil litros y con temperatura controlada. Todas las uvas se cultivaron en viñas que recibieron tratamientos con productos naturales, sin usar pesticidas ni herbicidas.

Antes de ser enterrado, el Baixo Terra pasó catorce meses en pipas de 300 y 600 litros de roble francés de segundo uso, donde realizó la fermentación maloláctica de forma espontánea. Después estuvo cuatro meses en barricas de acero y, en mayo del 2019 fue embotellado. Solo un mes después, cuatrocientas de estas botellas fueron cuidadosamente colocadas bajo tierra. Allí estuvieron hasta esta misma semana, cuando fueron resucitadas.

Explica Antonio Míguez que la cosecha del 2017 presentaba unas características que hacían pensar que el vino alcanzaría su máxima expresión tres o cuatro años después. Esa capacidad de guarda que parecía tener fue lo que le llevó a enterrar las botellas en la finca de San Lourenzo da Pena. Ahora, está listo para salir al mercado. «É unha maneira distinta de entrar en contacto co máis aló dos viños galegos, a Santa Compaña dos viños, a vida despois da morte», concluye.