Mascarillas, pantallas y grupos burbuja; la recogida de la uva también combate el virus

M. Alfonso

«La bodega no puede parar, ni el viñedo tampoco», asegura María Garrido, directora de márketing de Martín Códax, una de las principales empresas vitícolas de Galicia. Así que en esta firma, y en muchas otras del sector, cuentan con una amplia experiencia en poner en marcha protocolos para prevenir el contagio del covid-19. Llevan trabajando con estos sistemas desde mediados de marzo, cuando se decretó el confinamiento, y ahora los han querido trasladar a la vendimia de forma muy rigurosa. «En vendimia el número de personas que interaccionan es mucho mayor. Hemos contratado a 400», añade Garrido. Las mascarillas y los grupos burbuja están a la orden del día, pero también las cámaras de vídeo, las pantallas protectoras y hasta los termómetros. Así se vendimia en la era del covid-19.

MARTINA MISER

Todos los protocolos puestos en marcha por Martín Códax esconden un ingente trabajo de organización que no deja al azar ni con quién conviven los operarios, ni con quién vienen en coche a la finca. «Se temos a persoas que son familiares ou que veñen no mesmo coche poñémolas no mesmo equipo», explica Xaquín Martínez, responsable de viticultura de la bodega. La recogida de la uva empieza en las parcelas, donde se han creado una serie de equipos burbuja de vendimiadores que van identificados por colores. «Cada burbulla aplica os seus protocolos de seguridade sobre distancia, hixenización de mans e mascarillas», asegura. Pero es que, a mayores, el personal de esa cuadrilla no interacciona de ninguna manera con el del resto. «Os grupos están separados dende que chegan ata que se van», añade. De esta forma, si hay un positivo, el resto de equipos pueden seguir trabajando y no obligarán a paralizar la actividad. Antes de poner en marcha todo el dispositivo, Martín Códax ha hecho 400 test serológicos a todo el personal que durante los próximos días va a trabajar en la bodega o en sus fincas.

La recepción de la uva

En bodega, las medidas de seguridad son igual de estrictas, pues durante los próximos días, en estas instalaciones se procesarán millones de kilos de uva, que traerán centenares de socios y colaboradores. Hay protocolo para los trabajadores y para los que van a entregar la uva. Los primeros se agrupan en cinco equipos de seis personas, que tendrán su propia hora de entrada y salida y una zona exclusiva de descanso y aseo. Al llegar, se encuentran con unos carteles en los que se les especifica que deben desinfectarse, llevar mascarilla y no interactuar con gente de otros equipos. «Sabemos que llevar mascarilla supone un esfuerzo mayor, por eso este año cada equipo tiene un integrante más, para que puedan descansar más a menudo», cuenta José Luis Otero, responsable de personal.

También los socios deben respetar una serie de normas. La primera, no debe entrar a la bodega más de una persona por tractor. Acceden al recinto por una zona especial, donde se les toma la temperatura y se les redirige a una de las cinco cintas donde se procesará su uva. Allí tienen un sitio señalizado y aislado con pantallas protectoras en el que depositarán toda la documentación en unas bandejas. Mediante un sistema de vídeo pueden ver cómo se escogen los racimos para medir la calidad de su producto. Y en esa misma bandeja recogen el albarán que acredita su entrega. «El contacto con el personal es el mínimo posible», explica Otero. Terminada la entrega, el socio o colaboradora abandona el recinto por otra puerta, sin cruzarse con nadie.

El sistema tiene algunas incomodidades, «lo de llevar mascarilla es complicado, pero hay que tener paciencia y responsabilidad», asegura Otero. Pero tanto los trabajadores como los viticultores lo han acatado a rajatabla y sin protestar. Tampoco impide que la labor se desarrolle con normalidad y que cada una de estas líneas de recepción de uva pueda procesar hasta 40.000 kilos de uva en una sola jornada. A prueba de coronavirus, claro está.