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La falta de tierra de calidad dispara el coste del alquiler en grandes zonas ganaderas gallegas

maría cedrón REDACCIÓN / LA VOZ

SOMOS AGRO

PACO RODRÍGUEZ

El miedo a no cobrar y a no saber quién las va a trabajar frena la inclusión de fincas en el Banco de Terras

12 ago 2019 . Actualizado a las 08:21 h.

«A terra que sae aquí ao mercado voa no aire». Lo dice un ganadero de Dumbría, un municipio que linda con Mazaricos, el concello con mayor producción láctea de toda Galicia. Lo sabe bien porque hace unos cinco años buscó desesperadamente un terreno en el que cultivar maíz para alimentar a su ganado. Lo acabó encontrando a unos seis kilómetros de su granja, en el vecino concello de Vimianzo. Hace un lustro ya no había mucha oferta de tierra en Dumbría, pero ahora, además de no existir apenas oferta, las tierras que salen a cuentagotas a cotizar al mercado libre están por las nubes. «Tanto aquí coma no veciño concello de Mazaricos, xa na comarca de Xallas, hai prados polos que están pedindo 24 euros por ferrado, e iso tirando á baixa, porque hai quen chega a pedir máis», cuenta. El camaleónico ferrado en Dumbría mide 424 metros cuadrados. Echando cuentas, al precio del que habla este ganadero una finca con buenos accesos en ese concello costaría en alquiler al año más de 560 euros. Las tarifas que llegan a pagarse por parcelas de uso agrícola para plantar cereales como el maíz son aún más altas en otros ayuntamientos de comarcas de alta producción láctea, como algunas zonas de la de Ordes, donde el ferrado llega a los 50 euros anuales. Eso es lo que está pagando por una finca otro ganadero de Frades, donde, al ser la tierra menos productiva que en Dumbría, el ferrado es mayor: 636 metros cuadrados. Solo por uno de los terrenos que tiene alquilados paga 786 euros, una verdadera fortuna según comentan otros miembros del sector cuando se les menciona esa tarifa. Pero este ganadero está dispuesto a pagar porque, como dice, «é unha leira que está ao lado da casa e xunto a outra que xa tiñamos. Ao mesmo tempo non tiña dereitos de PAC, algo que era o que buscaba, porque precisaba máis terreo para cultivar millo e non perder os dereitos que tiña».

A unos veinte kilómetros de su granja, en Trasmonte, la actividad ganadera es mucho menor y la tierra en alquiler resulta bastante más barata, pero por otro lado el coste de cultivarla se incrementa. «Temos terra a dez quilómetros e, cando hai que botar o xurro, nunha hora botamos unha cisterna. Nas leiras que están ao lado da casa botamos catro no mesmo tempo. O que vén coa cisterna cobra por hora... Bota contas», apunta este ganadero. Aunque él paga lo que paga por el terreno que tiene al lado de casa, reconoce que es complicado sostener una explotación láctea con unos precios de alquiler como estos. «Bótalle pagar 786 euros de alugueiro por hectárea, e mais outros 1.200 ou 1.400 de custos de produción dunha hectárea de millo... Logo che compensa mercar a forraxe», apunta. La cuestión es que para cobrar los derechos de PAC hay que tener terreno cultivado. Quien tiene un labradío en zonas de alta producción agroganadera como Mazaricos, Frades o incluso la comarca de Deza -aunque ahí los precios son mucho más moderados, en torno a 300 o 350 euros la hectárea- sabe que no tendrá problema en alquilarlo por un importe superior a los marcados por la Administración para los terrenos que están incluidos en el Banco de Terras. Las tarifas de las que hablan los ganaderos consultados son solo una muestra de un mercado libre con prácticamente tantas cotizaciones como parroquias hay diseminadas por la comunidad. Frente a zonas entendidas como la milla de oro del terreno agrícola, hay otras donde los precios son mucho más moderados o incluso están a la baja. En concellos como Chantada o Agolada, por ejemplo, la hectárea ronda una media de poco más de 200 euros, mientras que en parroquias del interior de Ribadeo frisa los 250. Y no todas las explotaciones pueden permitirse abonar más de 500 euros por una hectárea de terreno. «Pagando 220 euros ao ano xa é mellor deixar a actividade», apunta el propietario de una explotación de ovino del interior de Lugo. Más allá del precio de alquiler que llega a alcanzar la tierra en esas zonas de alta producción agraria, desde la Sociedade Galega de Pastos apuntan que ese es un «mercado oculto» en el que resulta complicado conocer qué terrenos son susceptibles de arrendamiento porque sus dueños solo alquilan «a xente con referencias». El que no conoce la zona no sabe qué oferta hay o quién estaría dispuesto a poner sus fincas en el mercado.

El temor a no poder cobrar (aunque la Xunta lo garantiza a través del Banco de Terras) o la desconfianza que provoca en muchos propietarios el no saber quién va a trabajar su tierra es uno de los factores que frenan la inclusión de parcelas privadas no cultivadas en el Banco de Terras, dependiente de la Axencia Galega de Desenvolvemento Rural (Agader). De hecho, de las 5.460,22 hectáreas de terreno que están incluidas en él solo 1.029,06 pertenecen a terceros, mientras que 4.309,19 son propiedad de Agader. Eso también explica por qué las zonas donde se están pagando precios más altos por la tierra para uso agrícola no coinciden en muchos casos con aquellas que más demandas de terreno presentan ante el banco público. De hecho, las comarcas donde más fincas se solicitan al ente público, por este orden, son las de Arzúa, Santiago, A Limia, Ordes, A Terra Chá, Verín, Deza, Betanzos, A Mariña oriental y A Mariña central.

 Compra de maíz

Resulta paradójico que Galicia disponga de gran cantidad de terrenos abandonados mientras ganaderos y agricultores están pagando precios tan elevados por los terrenos en algunas zonas de alta actividad agroganadera. La falta de tierra disponible allí donde hay demanda ha llevado a que algunas cooperativas como Cobideza, con socios en concellos como Lalín, Agolada, Vila de Cruces y Silleda, hayan optado por fórmulas como la de comprar la producción de maíz a precio garantizado a agricultores de A Limia. La fórmula abre la puerta a que otros hagan algo parecido. ¿Cómo? Cultivando el cereal en áreas ahora abandonadas para ganaderos que pueden estar a varios kilómetros de distancia. Pero es solo una alternativa.