Ortegal, el área de Bergantiños,  As Mariñas Coruñesas y A Mariña de Lugo, se han convertido en los grandes tractores de la economía forestal gallega

MARIO BERAMENDI
Redactor

Son apenas tres distritos forestales en el norte de Galicia, pero concentran el 25 % de las cortas de madera de España y el 43 % de Galicia. Esto es, casi la mitad. Un territorio en el que la explotación forestal se ha convertido en una fuente de riqueza para miles de propietarios privados que hacen negocio en el rural. De los 9,7 millones de metros cúbicos que se cortaron el año pasado, 4,1 se corresponden las áreas de Ortegal, Bergantiños y As Mariñas Coruñesa y A Mariña de Lugo, zonas, las tres, en las que 3,4 se corresponden con el eucalipto, el principal motor, y que acapara el 82 % de la producción. Estos son los principales datos que se incluyen en un trabajo elaborado por la Asociación Forestal de Galicia (AFG), a partir de los datos de aprovechamientos y solicitudes de corta que maneja Medio Rural, y que sitúan a estos tres distritos como los principales tractores de la economía forestal gallega.

 Solo durante el pasado año, los dueños privados de monte en Galicia obtuvieron por la corta y venta de eucalipto casi 205 millones de euros, ingresos localizados en 89 % en A Coruña y Lugo. La producción de pino en el monte generó retribuciones a los propietarios particulares por valor de 73,6 millones, con mucho mayor peso (76 %) para las dos provincias del norte. Contabilizando todas las especies, los dueños de ambas provincias acaparan algo más del 85 % de todas las ventas de madera en origen; Pontevedra, representaría el 11 % y, en último lugar, estaría Ourense, con apenas el 2,4 %, al ser la zona de Galicia más abandonada. Esto traza un mapa completamente desequilibrado en una comunidad que constituye una potencia forestal, la primera del Estado, pero que tiene infrautilizado más de un 30 % de su superficie forestal. El grueso de las 80.000 familias que obtienen rentas con sus propiedades se encuentra en el norte. Pero en la comunidad hay más de 650.000 propietarios forestales, lo que evidencia la gigantesca fragmentación de la propiedad.

Hay enormes extensiones de monte que no generan rentas para el medio rural. Este es el principal desafío al que se enfrenta al futuro Plan Forestal de Galicia (PFG), en fase de alegaciones.«A mi modo de ver, las propiedades son excesivamente pequeñas, y creo que la Administración debería potenciar las concentraciones parcelarias; también agilizar los deslindes con las comunidades de montes; para un propietario, lindar con una comunidad en proceso de deslinde es una auténtica lacra porque casi nunca está bien la perimetría», explica José Luis Solloso Tiagonce, propietario forestal en los ayuntamientos de Viveiro, O Vicedo y Ourol. Sus montes están destinados a la producción de eucaliptus globulus, salvo unas hectáreas dedicadas al nitens, por estar a mayor altitud y resistir mejor las heladas. También tiene una pequeña extensión dedicada a carballos y soutos.

Juan Ramón Gallastegui en medio de una plantación de frondosas en Boqueixón
Juan Ramón Gallastegui en medio de una plantación de frondosas en Boqueixón -

 El debate de las especies y el apoyo social

 Los expertos coinciden en que la clave del éxito de la estrategia que trace Galicia para los próximos años dependerá, en gran medida, de la ordenación y en no establecer una guerra de especies. Se trata, en definitiva, de aprovechar su complementariedad. «Económicamente, las plantaciones más rentables son las de eucalipto y de pinos; y no todas, sino aquellas hechas en los montes más productivos: si una persona decide invertir su dinero en otro tipo de monte, como carballeiras o soutos, pues perfecto, pero no podemos obligarles. Si la sociedad quiere potenciar estos bosques menos rentables, por sus valores ambientales o sociales, tendrá que ayudar al selvicultor económicamente», sostiene Juan Ramón Gallastegui, propietario forestal en Boqueixón. Tiene parcelas que suman 30 hectáreas: 15 de pino, 10 de eucalipto y 5 dedicadas a frondosas caducifolias, que incluyen castaño, roble americano, cerezo, nogal y fresno. El sentir general de los propietarios forestales es precisamente ese: que las ayudas y las subvenciones públicas se orienten a respaldar a quien gestione un monte que es más rentable social que económicamente. Sobre el debate de la ordenación y de las especies, algunos dueños de monte advierten de que, si en una zona existe una limitación a una plantación forestal concreta, se compense a los dueños de esa parcela.«No es lógico que haya restricciones para unos, y para otros no», apunta José Luis Solloso. 

El productor José Luis Solloso muestra una plantación en el entorno de Viveiro
El productor José Luis Solloso muestra una plantación en el entorno de Viveiro XAIME RAMALLAL

El eucalipto y el pino generan ahora una actividad industrial que es indispensable para la economía gallega. Tanto es así, que los propietarios, a través de la AFG, y las industrias, con Finsa a la cabeza, firmaron el otoño pasado un pacto para impulsar el cultivo de pino en Galicia. Un acuerdo no pensado para entablar una guerra con el eucalipto, sino para potenciar las plantaciones de esta especie, que ha ido perdiendo peso y que es clave para abastecer en el futuro a la industria de primera transformación, fundamentalmente dedicada al tablero.

 Andrés Vilariño es un propietario forestal del concello coruñés de A Capela. Tiene eucalipto, pino y algo de castaño. Defiende, como la gran mayoría de los dueños de monte, que «las plantaciones se tienen que desarrollar en base al interés económico para no caer en el abandono y que las repoblaciones de caducifolias, menos rentables, deben ser hechas en terrenos públicos y con el dinero de todos». A su modo de ver, la Administración gallega tiene ante sí enormes desafíos para resolver los grandes retos a los que, en conjunto, se enfrenta el monte gallego: potenciar su valor económico animando a los propietarios a invertir, incentivar el intercambio de parcelas dedicadas a la producción forestal, desarrollar vías de comunicación forestal y, sobre todo, que la Administración actué como un elemento facilitador, nunca como un obstáculo. «Simplificar las normas, que no se añadan complicaciones», precisa.