Ya no era un lugar especialmente edificante, pero desde que Elon Musk asumió el control de Twitter para convertirlo en una —acertada, desde luego— X esta red social en particular tiene la capacidad de sacar lo peor de la humanidad. Hay una mezcla de asco, temor, ira, pena y vergüenza que estalla cada vez que el algoritmo se empeña en mostrar mensajes de esa corriente que bajo las siglas de MAGA se ha convertido en una amalgama extraña de ideologías retrógradas. «Tu cuerpo, mi decisión», tuitean hordas de incels ahora que Donald Trump vuelve a la carga y con un compañero de andanzas que reduce a las mujeres a su función reproductora.
Y en medio del basurero de X una se para a pensar en Querer, esa serie que es capaz de resumir el testigo generacional de la violencia contra nosotras en un chaval pisando el acelerador del coche en un túnel para asustar a su esposa. Que en el silencio y la cotidianidad escribe con gestos un tratado sobre cómo se sostiene en una casa la violencia sexual, psicológica y económica. Su cuerpo, mi cuerpo, nuestros cuerpos, otra vez —si es que alguna vez habían dejado de serlo— convertidos en una mezcla escalofriante de campo de batalla y botín de guerra.