Unos 35.000 gallegos tienen potenciales riesgos de seguridad por sus medicamentos

Elisa Álvarez González
Elisa Álvarez SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Macarena Rodríguez, farmacóloga clínica y evaluadora de la Agencia Española del Medicamento
Macarena Rodríguez, farmacóloga clínica y evaluadora de la Agencia Española del Medicamento SANDRA ALONSO

El Sergas utiliza una alerta para detectar este tipo de casos, con el objetivo de reducirlos al máximo

22 oct 2024 . Actualizado a las 11:33 h.

El programa de atención a los pacientes crónicos y polimedicados comenzó en Galicia en el año 2011. Primero tenía un objetivo casi meramente cuantitativo, es decir, reducir en la medida de lo posible el número de usuarios que toman más de diez fármacos crónicos. Arrancó revisando a aquellos enfermos que superaban los 15 y después se fue rebajando la cifra hasta los diez. Pero este reto numérico se ha ido ampliando y ahora el Sergas tiene en marcha varios programas más ambiciosos a nivel de resultados en salud. Uno de ellos es el riesgo de las transiciones asistenciales: es decir, pacientes que pasan de atención hospitalaria a primaria o viceversa y que sufren errores de medicación —por ejemplo, mantener como crónico un medicamento agudo—. Otro es el de los medicamentos de alto riesgo en pacientes con patologías crónicas. Hay más de 35.000 gallegos cuya suma de tratamientos genera potenciales problemas de seguridad, y la Consellería de Sanidade envía a los médicos de familia alertas con los casos detectados para que se haga una revisión.

En algunos casos, explica Rosendo Bugarín, médico de familia del centro de salud de Monforte, no puede hacerse nada, pero en muchos otros sí. Un ejemplo de ello es cómo esta cifra ha descendido en los últimos años. Si en diciembre de 2017 había casi sesenta mil pacientes con estos riesgos potenciales de seguridad, seis años más tarde eran un 41 % menos, con un total de 35.222. El programa del Sergas se centró en cuatro criterios: usuarios cuya interacción de medicamentos puede provocar riesgo de hemorragias —por ejemplo dos antiagregantes—; de insuficiencia renal crónica; de caídas; y finalmente un riesgo por mal uso de opiáceos.

Efectividad del programa

Los datos, presentados en el Congreso de la Sociedad Española de Farmacología Clínica que se celebró la semana pasada en Santiago de Compostela, reflejan la efectividad del programa. Casi doce mil usuarios tenían en el 2017 tratamiento crónico de ácido acetilsalicílico en dosis superiores a 150 miligramos —innecesario— frente a los 1.308 de diciembre del 2023, un 89 % menos.

Otra de las interacciones que se analiza en el estudio es el conocido como triple whammy —triple golpe— que se produce con tres tratamientos que golpean a nivel renal. Casi quince mil usuarios combinaban estos fármacos en el 2017 y la cifra se ha reducido prácticamente a la mitad. Los pacientes con bifosfonatos por un período superior a los cinco años han caído un 93 %, pasando de casi diez mil a 725. En otros casos estas alertas de seguridad se resuelven no retirando medicación, sino poniéndola. Ocurre con los inhibidores de la bomba de protones —los conocidos lansoprazol, omeprazol o pantoprazol—, necesarios cuando se combinan determinados fármacos. En este caso se mide la reducción de usuarios que toman antiinflamatorios y antiagregante o corticoides crónicos sin estos inhibidores. Pasaron en seis años de más de 2.200 a 686, un 69 % menos.

Además de vigilar las transiciones asistenciales y los medicamentos de alto riesgo hay una tercera pata esencial en el control de los pacientes crónicos y polimedicados, las confusiones en el domicilio. En este sentido iniciativas como los sistemas personalizados de dosificación (blísteres semanales con la medicación) son importantes en una correcta adherencia terapéutica.

 

macarena Rodríguez, farmacóloga clínica y evaluadora de la aemps

«La Agencia Española del Medicamento aprobó 971 fármacos y denegó 20 en un año»

Una de las mesas redondas del congreso de farmacología clínica abordó la evolución de los procedimientos de autorización de medicamentos en Europa, que cada vez están más armonizados, asegura Macarena Rodríguez, farmacóloga clínica y evaluadora de la Agencia Española del Medicamento (AEMPS).

—¿Qué hace una evaluadora clínica?

—Revisa la documentación que las compañías farmacéuticas presentan para autorizar sus medicamentos, y decide si hay suficientes garantías sobre la eficacia, seguridad y beneficio de esos medicamentos en el paciente.

—¿Llegan muchas propuestas a la agencia española?

—En un año, el 2023, se emitió una opinión sobre 1.063, se autorizaron 971 fármacos, se denegaron 20, y en 72 casos la compañía retiró la solicitud.

—¿Las distintas agencias europeas utilizan los mismos criterios?

—Cada vez están más armonizados, porque la mayor parte de los medicamentos se utilizan en entornos europeos.

—¿Es preciso contar con la autorización de la EMA, la Agencia Europea del Medicamento?

—Son procedimientos diferentes. Hay algunos medicamentos que necesariamente deben ser evaluados por la EMA, por su naturaleza o las enfermedades que trata: fármacos huérfanos, oncológicos, dirigidos a enfermedades neurodegenerativas y otros. Los evalúa la EMA y los autoriza la Comisión Europea para todos los países de la UE. Otra cosa es si acaban en el mercado, porque las compañías pueden no comercializarlo en determinados países.

—¿Y la relación con otras agencias, como la americana?

—Hay medicamentos que autoriza esta agencia, la FDA, y la europea no, y viceversa. Pero sí que es verdad que hay algunos criterios que se establecen digamos a alto nivel de cómo deben hacerse los ensayos clínicos en los que se ponen de acuerdo la agencia europea, la americana y la japonesa. Después hay que tener en cuenta que los desarrollos de los medicamentos cada vez están más globalizados y hay intercambio de información entre agencias.