A la mitad de los adolescentes les cuesta distinguir si una noticia es falsa o verdadera

m. v. sanmartín REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

CARMELA QUEIJEIRO

Para salir de dudas, recurren a familiares y a amigos, lo que puede llegar a generar una cadena de desinformación, advierten desde Save The Children

27 sep 2024 . Actualizado a las 12:15 h.

Internet ha democratizado el acceso a la información, pero también ha facilitado la proliferación de contenido erróneo y perjudicial que perpetúa estereotipos negativos, promueve modelos irreales de vida y fomenta los discursos ofensivos. Si al otro lado de la pantalla el que observa y absorbe es un menor, el riesgo se dispara. La constante exposición a esta atmósfera tóxica vulnera de forma directa su derecho a una información veraz y segura, denuncia Save The Children. Los datos respaldan su preocupación: su estudio sobre desinformación y discursos de odio en el entorno digital, hecho público este jueves, revela que la mitad de los adolescentes (el 51 %) no es capaz de distinguir una noticia falsa de una verdadera.

El problema no se queda ahí. Aunque sospechen, apenas se molestan en contrastarla. Uno de cada cuatro se la cree a pies juntillas y el 56 % recurren para salir de dudas a padres, otros familiares y amigos, lo que puede llegar a generar —advierten desde la oenegé— una confusa cadena de desinformación. Porque el mismo análisis desvela que el 60 % de los chavales utilizan las redes sociales como principal medio para informarse, al mismo nivel que la televisión y muy por delante de otros medios de comunicación, como la prensa digital (32 %), la radio (9 %) o los periódicos (5 %). «Nos preocupa que estos familiares y amigos también se estén informando a través de las mismas fuentes, lo que podría crear un efecto burbuja y ampliar el riesgo de perpetuar esta información falsa», señala Catalina Perazzo, directora de Incidencia Política y Social de Save the Children.

Hasta el 16 % de los adolescentes españoles consideran que las redes y los creadores de contenido son «siempre» una fuente fiable de información; el 70 % conceden que pueden serlo «en determinadas ocasiones». Y son los chicos los que más confía en estos perfiles: un 23 % se fía ciegamente de ellos frente al 9 % de las chicas, mucho más escépticas.

Modelos irreales de vida

El análisis advierte de otro riesgo crucial que afecta a la infancia y a la adolescencia y que, además, apunta de forma directa a su salud mental: el permanente bombardeo, a través de las redes, de representaciones ideales de determinados estilos de vida, estándares de belleza y cuerpos femeninos sexualizados. La exposición de la vida privada se ha consolidado como un rentable modelo de negocio y, aunque ciertos espacios de televisión y determinadas revistas ya suponen desde hace tiempo una ventana por la que asomarse a la privacidad ajena, el mundo digital permite meter la nariz sin apenas límite y, además, hacerlo en biografías anónimas; el concepto de intimidad ha adquirido un nuevo significado. Hay más: los adolescentes, avisa la organización, pueden lanzarse a imitar las conductas de autoexposición de los influencers y acabar compartiendo aspectos demasiado personales o fotos íntimas.

El documento recoge también un estudio detallado de distintos perfiles de hombres y mujeres streamersrealizadores de transmisiones en directo—, para comparar las diferencias de los discursos en función del género. Los chicos tienen, por norma general, más seguidores que las chicas y suelen mostrar más conductas de riesgo que ellas, hacen comentarios sexuales recurrentes y lanzan continuas referencias al porno. Además, en los chats de sus canales son frecuentes las respuestas misóginas, los mensajes que banalizan el consumo de drogas y las actitudes de acoso ante quienes muestran rechazo hacia lo que dice el streamer. En el caso de las creadoras de contenido, todas se han tenido que enfrentar a ataques en sus redes por diversos motivos, desde defender a víctimas de abusos hasta visibilizar malos tratos o no cumplir con ciertos estereotipos estéticos.