Una anciana de Rumanía desconocía que la piedra que un día recogió en el río era una pieza de ámbar de 3,5 kilos
09 sep 2024 . Actualizado a las 05:00 h.Es toda una lección de humildad. Que una pepita de ámbar que vale un dineral y pesa unos 3,5 kilogramos sirviera durante años para atrancar la puertas habla del desprendimiento y la sencillez de su propietaria. Una anciana rumana, ignorante de su valor, utilizó el tesoro como tope de la cancela sin que nadie se percatara de su altísima cotización, ni siquiera unos ladrones de joyas que asaltaron una vez su hogar.
La mujer dio con el pedrusco en un arroyo de Colci, una aldea situada al sureste de Rumanía. Con el paso del tiempo, un familiar comenzó a sospechar que ese objeto de dudosa utilidad podría valer mucho más de lo que pensaba su primera dueña. Al heredar el trozo de resina, pocos años después de la caída del dictador comunista Nicolae Ceaucescu, el hombre sospechó que podía sacar partido al ámbar. Y así fue. Vendió la piedra al Estado rumano, que la catalogó como lo que es, una pieza de inconmensurable valor histórico y de mercado.
La pieza se halla ahora a buen recaudo, en el Museo Provincial de Buzau. Expertos del Museo de Historia de Cracovia, en Polonia, pronto certificaron que la piedra era antiquísima y databa entre 38 y 70 millones de años, lo que hace del objeto un tesoro único. No en balde, es la mayor piedra del mundo en su género, una característica que despreciaron los amantes de lo ajeno que asaltaron la casa de la mujer y que arramblaron con objetos de oro y muchas baratijas pero descartaron llevarse el ámbar. En su alocada carrera por apropiarse de metales preciosos, pasaron por alto el tesoro oculto a sus ojos, una pieza cuyo valor los expertos cifran en más de un millón de euros.
Rumanía figura entre los países del mundo que disponen de las mayores reservas de ámbar, presentes en yacimientos como el que se encuentra en el condado de Buzau. En esta zona se halla una reserva natural donde se descubrieron variadas pepitas de ámbar de un valor incalculable y que brillan con esplendor cuando la luz arranca de su interior centenares de matices distintos que van del rojo al negro. Algunas piezas guardan en su entrañas restos fósiles de arácnidos, coleópteros, dípteros, crustáceos, plumas de aves y pelos de animales. En el lugar yace la antigua mina de ámbar de Stramba, que dejó de ser explotada hace décadas por su escasa productividad.
El ámbar, considerado una piedra semipreciosa, es el fruto de la fosilización de restos orgánicos de resinas y otros materiales (en ocasiones insectos), al que la humanidad lleva atribuyendo propiedades mágicas y curativas desde hace miles de años.
Roma creó de hecho una calzada que conectaba el Mar Báltico con la capital del imperio para garantizar la seguridad de esta ruta comercial, existente desde la prehistoria. Y es que estas piedras han acompañado al ser humano en su vida desde el neolítico. Los artesanos del Báltico han trabajado este material para dar forma a cofres, cajas, copas y cálices.