Mar Gómez, paciente de cáncer de mama: «Con el diagnóstico pensé en mis hijos: ¿cómo iba a dejarlos sin mamá a los 5 años?»

SOCIEDAD

Encontró en la AECC la ayuda que nadie le dio: «He pasado penuria económica»
19 oct 2023 . Actualizado a las 16:05 h.«Me hacía revisiones ginecológicas cada año, pero después nacieron los niños y al menos hacía tres desde la última cuando le dije a mi médico de cabecera que me diera un volante para ir», cuenta Mar Gómez. No tenía ningún dolor, no se había notado nada. Lo veía como una revisión más. Así entró por la puerta de la consulta a finales de diciembre del 2014. Pero ese día todo cambió. Porque tras hacerle la mamografía quisieron repetírsela y después tocó ecografía. Un rato más tarde llegó la médica para hacerle una biopsia. Después se fue a casa a la espera de resultados, que llegaron el 8 de enero. «Menudas Navidades pasé. Ya sabía que la lotería no me había tocado, pero estaba segura de que esto sí», recuerda. Se refiere a un tumor en un pecho.
Se le vino el mundo encima. «Yo no pensé en el tratamiento o en la operación, lo primero que se me vino a la cabeza fueron mis hijos. Con lo que me había costado tenerlos, ¿cómo iba a dejarlos sin mamá con solo cinco años?», cuenta en una conversación de algo más de media hora en la que habla casi todo el tiempo con serenidad, pero en la que van saliendo también algunas palabras vacilantes y en la que por momentos brotan las lágrimas. Porque recibir el diagnóstico de cáncer de mama es «un mazazo».
Tenía 46 años. La operaron en febrero del 2015 y después comenzó con la radio y la quimioterapia. «Me dijeron que los ganglios estaban limpios, pero por si acaso me hacían los tratamientos», recuerda. «Fueron dos años en los que estuve fastidiadilla, pero después recuperé una vida más o menos como la de antes del tumor», relata. Y así siguió hasta finales del 2020, que notó que el pecho del que le había extirpado el tumor se empezó «a poner feo, como una pasa y oscuro». Comenzaron de nuevo las pruebas, con el miedo de que hubiese metástasis, algo que se descartó.
Era de nuevo finales de año. «Por eso no me gustan nada las Navidades, porque no me traen buenos recuerdos», apunta. El segundo diagnóstico fue todavía más duro. «Me habían dicho que estaba todo limpio y a los cinco años, cuando se suponía que me iban a dar el alta, de repente me dicen que vuelvo a tener cáncer y que es todavía más agresivo... Eso no te encaja», señala. En marzo del 2021 le quitaron el pecho y pidió que le sacasen también el sano, aunque esto no lo consiguió hasta dos años más tarde. No le dieron radioterapia porque todavía estaba reciente el tratamiento anterior, pero sí quimio. Tenía las sesiones los viernes y el domingo empezaba a notar los efectos secundarios. Por delante una semana en la que le costaba hasta levantarse.
¿Era un segundo cáncer o una reproducción del primero? «No lo sé, la verdad es que fue un shock muy fuerte y desconectaba cuando me hablaban de eso. Psicológicamente es muy duro y aunque yo me tomo la vida con optimismo, fue todo un mazazo», relata. Es entonces cuando nombra por primera vez a la Asociación Española Contra el Cáncer. En la delegación ourensana encontró el apoyo que no consiguió en ningún otro sitio. Porque Mar tocó a muchas puertas, pero sin resultado. Hasta que llegó a la AECC. «Me han ayudado muchísimo, psicológica y económicamente», relata. Porque aunque los datos fiscales no se recogen en las estadísticas sobre la enfermedad, también son parte de ella. Mar, fotógrafa autónoma con un estudio en A Valenzá (Barbadás), se vio de repente sola (para entonces estaba divorciada del padre de sus hijos) y con unos ingresos de 700 euros al mes. «Pagando 300 de autónoma... ya ves lo que queda para todo lo demás», relata.
«Lo que entra en casa es lo que gano yo y durante un tiempo tuve que cerrar el estudio porque no podía trabajar», relata. Y es clara: «He pasado penuria económica, porque quedas totalmente abandonada. En la Seguridad Social te dicen ‘te toca esto de dinero y ya'», relata Mar, que explica que ha pedido comida en Cáritas y ha recurrido a familiares y amigos para poder llegar a fin de mes en ocasiones. Y cita de nuevo a la AECC: «Me echó un cable muy gordo».
«El cáncer pasa factura. Luchas con todo, pero es muy duro porque estás muy sola. Aunque tengas gente alrededor, lo vives en soledad, porque nadie que no lo haya pasado puede ponerse en tus zapatos», señala. Y no solo es que no encuentre consuelo, es que a veces era ella quien tenía que darlo. «Hay días en los que no te queda más que apretar los dientes y ser la fuerte para que los que están a tu alrededor piensen que no hay nada malo».
Ahora sigue yendo a revisiones y confía en que todo siga bien. Le falta todavía lo que ella llama la «reestructuración de mi cuerpo, que sea agradable a la vista». Habla de las cicatrices de haberle quitado las dos tetas. «Yo no quiero reconstruirme el pecho, pero sí que me quede la piel lisa, porque me hicieron un desastre», lamenta. Porque al igual que solo tiene buenas palabras para el servicio de Oncología del CHUO, critica el trato recibido en Cirugía. «Parece mentira que siendo mujeres sean tan poco empáticas con las pacientes», denuncia. Optimista, acaba con mensaje positivo. «Sigo aquí», dice. Y aquellos niños de cinco años son ahora dos adolescentes de 13 para quienes su madre no tiene más que halagos. «Creo que lo han llevado bien, sabiendo que su mamá fue una temporada más delicada», remata.