Los Javis: «Todos tenemos miedo al vacío, a que esto no haya servido para nada»

iker cortés COLPISA

SOCIEDAD

Javier Ambrossi y Javier Calvo estrenan este miércoles «La mesías» en Movistar Plus+, una descomunal serie acerca de la fe, la manipulación y la libertad

11 oct 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

 Algo no funciona bien en Enric, el personaje al que da vida Roger Casamajor. Se intuye en los primeros compases de La mesías, cuando el cámara, en lugar de estar disfrutando de la fiesta de fin de rodaje con sus compañeros, baja al bar del hotel y se pide un bocadillo y una cerveza. La certeza llega después, cuando el técnico se orina encima al ver en la televisión del establecimiento un vídeo hortera de un grupo de pop cristiano que al parecer se ha viralizado. A partir de ahí comienza un viaje al fondo de su familia y de su trauma, que se desgrana a lo largo de siete capítulos llenos de oscuridad, crudeza y drama. Así comienza la nueva serie de Javier Calvo (Murcia, 32 años) y Javier Ambrossi (Madrid, 39 años), que a partir de este miércoles comienza su emisión en Movistar Plus+.

—Contaba el director del Festival de San Sebastián que estuvieron a punto de meter «La mesías» en la competición oficial del certamen. Menudo halago, ¿no?

—Javier Calvo: Fue un gran halago. A mí me hubiese gustado que estuviera en concurso. Leí algunos tuits y algunos comentarios por parte de la prensa que pedían que hubiera incluso tenido algún reconocimiento. Me hubiera hecho muchísima ilusión que una serie se premiara de alguna manera en un festival así. Porque, claro, son ocho horas muy difíciles de sacar adelante. Además, con estas cuatro manitas como directores, productores y guionistas y con un equipo maravilloso que ha estado detrás y que se ha dejado de la vida. Pero ya solo estar en la sección oficial en un festival de clase A como es el Festival de San Sebastián ha sido impresionante. Un recuerdo que me llevaré para toda la vida.

—Javier Ambrossi: Y el año que viene, cuando esté una serie, diremos: «De alguna manera igual hemos contribuido». El año que viene habrá una, seguro, o pronto, seguro, que empezarán a entrar.

—¿Buscaban ese impacto, hacer una serie que pareciera cine? ¿O es que esta historia solo se podía contar así?

—J. A.: Es una serie. Es una creación seriada que pertenece al ámbito de la televisión, que luego se puede ver en cine, se puede ver en tele, se puede ver como cada uno quiera verla, pero es una creación seriada que es como la hemos concebido. No hay que quitarle ni ponerle lo que no es. Es una creación seriada.

—J. C.: Sí, es verdad que bebe de muchas referencias cinematográficas como Canino, Lazzaro Felice, Incendis, The Master, El espíritu de la colmena... Pero también bebe de series como The Leftovers. Es una serie que, además, si ves en grande te puedes fijar en muchos detalles y tal, pero no deja de ser una serie. Lo que pasa es que hoy en día las series se pueden ver en una pantalla grande, en un ordenador, en un Festival de San Sebastián...

—J. A.: Y luego bebe mucho del cine, pero también bebe de la novela. Desde los relatos de las hermanas Bronte, desde una Jane Eyre, de seguir a un personaje a lo largo del tiempo, desde que es pequeñita hasta que se consigue vengar. Como unas Cumbres borrascosas o La casa de los espíritus, como esas cosas familiares que pasan muchas experiencias vitales a lo largo del tiempo. A mí me gusta que sea seriada porque de lo que más bebo yo es de la novela, que es lo que más creo que me ha impactado a la hora de escribir. Y sí, hemos intentado que cada capítulo tuviera su fuerza, su género, también porque nos gusta echar la carne en el asador todo el rato, a todo. Entonces llegamos al final de capítulo uno y ya, final season. Y pasó lo mismo en el dos, y en el tres. Nos decía Nacho Vigalondo: «Chicos, ¿como lo hacéis? Cada capítulo que acaba es un final season. El espectador tiene que tranquilizarse en algún momento» (ríe).

—Vuelven a tocar el tema de la religión. Esta vez hablan de su lado oscuro, del fanatismo religioso. ¿Qué importancia tienen la fe y las creencias para ustedes? ¿Son creyentes?

—J. C.: Para mí no habla tanto de la religión como de las creencias, que es algo que me interesa mucho, me parece muy misterioso y que me parece que habla mucho de la sociedad en general, de cómo creemos en algo para sobrevivir, para sobrellevar la vida, para pensar que hay algo más que la nada o el sin sentido. Y creo que también hablo de ello para intentar encontrar yo mi propia fe, ¿no? Todos tenemos miedo al vacío, a que esto no haya servido para nada. No tengo fe, pero sí me gustaría tenerla.

—J. A.: Yo creo que la serie más allá de la religión o la espiritualidad, que está ahí, el gran tema es la creencia. Las diferentes maneras de creer que están reflejadas en cada capítulo. Creo que utilizamos la religión o la idea de la gurú o de la que se pone en el púlpito de decir lo que se puede y no se puede como una crítica antisistema, como esa cosa contra el poder que oprime. Y contra esa cosa del líder populista que se erige y encima decide ir en contra de las minorías. Y encima ese líder que dice «yo soy más que los demás y me paso el juego, soy más papista que el papa porque en el fondo t sé que no soy ni líder de nada». Que es lo que le pasa a Montse, que ella es tan consciente de que no es líder de nada que es capaz de pasar por encima de quien haga falta y hacer lo que haga falta para demostrarlo. Y creo que es una cosa que vemos continuamente en nuestro país, esa cosa de «voy a ponerme a ser el líder contra las minorías». El verdadero líder no va contra nadie, el verdadero líder es un ejemplo. El verdadero líder es calmado, empático, la persona que no necesita hacer grandes alardes para demostrar que es el líder. Yo creo que es una crítica contra los malos líderes.

—Decían el otro día que habían hecho una serie profundamente LGTBI sin personajes LGTBI. ¿Creen que eso puede universalizar el mensaje? Es decir que gente que no pertenezca al colectivo se vea interpelada e identificada.

—J. C.: Puede ser, pero no es a conciencia, simplemente hablamos de nosotros en todas las historias porque es la única manera de crear, que hables de ti mismo como autor. Es lo que nos sale.

—J. A.: Al final te das cuenta casi escribiendo que esta es una serie que habla mucho más de mí de lo que yo creía. Este tema que empieza como una anécdota y que vas investigando, de repente, va de irse de casa, va del desarraigo, va de tener que irte más allá de los muros de tu hogar para crecer. Y luego, cómo vuelves, si puedes volver, como vuelve Enric o vuelve Irene, que dices: ¿merece la pena volver así? O sea, para hacer eso mejor no vuelvas. Creo que a los personajes LGTBI nos enfrentamos a esa cosa de ir y venir todo el rato que todavía no está resuelta como sociedad. Pero, creo que Veneno llegó a todas las capas sociales y a todo tipo de perfiles. Y creo que La Mesías es una historia que por su propia manera de ser tiene otros temas que tocan directamente, pero el espíritu está ahí de fondo.

—El punto de partida de la historia fue el grupo de pop cristiano Flos Mariae, que a menudo fue tratado con cachondeo en las redes sociales. ¿Cómo se trata un asunto tan delicado para no hacer más escarnio?

—J. C.: Queríamos hablar de la viralidad porque queríamos hablar del encierro, y de cómo a veces, cuando el mundo te ve través de una pantalla, te refleja una realidad que es distinta a la que tú vives. Esto también pasaba con unos hermanos que crecieron encerrados que se llamaban los Turpin. Una de las niñas consiguió un móvil, empezó a grabarse y todos los comentarios eran como «qué rara es», pero para ella era normal. Y ese reflejo de la sociedad le hizo a ella decidir huir a ver cuál era la verdad. Es un poco el mito de la caverna: oye, lo que tú ves no es la verdad. Pero a la vez también hablamos de la viralidad a través de nosotros. Y entonces partimos de cosas que nos inspiran como grupos virales, como personas que pueden ser un chiste para la gente. Pasaba con Veneno también. Nosotros sabíamos que había algo más ahí. Y en este caso lo que hemos hecho ha sido imaginar. Y empezamos a investigar más casos de fanatismo religioso, casos de familias que crecían encerradas, de Wolfpack, un documental en el que crecen encerrados en una casa en Manhattan y empiezan a obsesionarse con películas que repiten sin parar. En todos estaba la religión y el arte como vehículo salvador, y esto nos interesó. Pero también puede ser la historia nuestra, de nuestra vida, en casa, en un encierro mental, en un instituto del que sientes que no puedes escapar. Al final hablamos de nosotros mismos.

—J. A.: Pero vamos, que no hay ambición ni de biopic, ni siquiera de basado o inspirado hechos reales. Es coger elementos que nos gustan, que nos intrigan, cosas que nos tocan o que nos inquietan y pasarlas por nuestro filtro para crear una narración original, que es la que la gente va a descubrir en sus casas.

—La serie se desarrolla a lo largo de tres épocas distintas y cambian los actores y las actrices que dan vida a los distintos personajes, pero Albert Pla permanece inmutable como Pep a lo largo de estas tres épocas.

—J. A.: Pero ¡cómo va a cambiar Albert!

—J. C.: Para nosotros era ese tipo de hombre imperturbable por el tiempo, que tiene el mismo coche, que cuida, que limpia, que no cambia sus hábitos, que no cambia sus pensamientos, ese hombre que no cambia, que casi no envejece, ese hombre que a mí me da terror. Por eso no podía cambiar él.

—J. A.: Desde el principio lo supimos, que por Albert no podía pasar el tiempo. Pep es esa figura constante en la vida de Monserrat, que está ahí al lado y que no sabe si es origen o final de todo lo que está pasando. Es de esos personajes difíciles de leer, y que Albert creo que ha pillado tan perfectamente como esa cosa que te provoca muchísimo miedo. Es alguien capaz de todo y de nada a la vez. 

—Con «La llamada» les acusaron de tratar el mundo de la religión con mucha benevolencia. ¿Esperan ahora una reacción contraria?

—J. A.: Ufff...

—J. C.: A ver esta es la hermana oscura de La llamada, pero también es el reflejo de quienes somos nosotros. Creces y ves las cosas de manera diferente.

—J. A.: Yo pienso que la ficción utiliza elementos de una manera no literal, esa es la gracia y es la diferencia entre una novela y un ensayo. Es decir, La llamada no es una guía moral para nadie. Es una ficción que utiliza un entorno metafórico para hablar del respeto. Nos parecía adecuado para hablar de respeto a las personas LGTB darlo también. Somos personas bastante curiosas, abiertas, que intentamos siempre dialogar, comprender... Pero que eso se entienda como el buenismo...

—J. C.: Pero aquí hablamos de las creencias de muchas maneras, ¿eh? No solo de manera mala, o sea, hablamos de la creencia también como única manera de sobrellevar la vida en los que creen en los aliens, o el personaje de Cecilia, de pequeña, cuando va al cole, que se abraza a la virgen. Es que yo creo que hemos aprendido, como creadores, a no opinar. Simplemente a observar y a analizar, pero yo no puedo exigirle una manera de pensar al espectador. Yo tengo que contarte una historia de la que pueda sacar sus propias conclusiones.

—J. A.: Por sus obras les conoceréis.