
El prototipo, pendiente de probarse en humanos, contiene una proteína completa del parásito y está reforzada con un fármaco contra el cáncer
20 jul 2023 . Actualizado a las 17:33 h.El final de la pandemia de malaria podría estar más cerca. El éxito de las nuevas vacunas de ARN mensajero frente al covid, con una eficacia superior al 90 %, ha llevado a la industria a una carrera desenfrenada por desarrollar nuevas profilaxis con esta misma tecnología. La más avanzada parece ser la del paludismo, aunque Estados Unidos también trabaja en prototipos contra el cáncer. Las expectativas son buenas, pero frente a esta enfermedad todo son cautelas y con razón. El desafío es enorme, pero ya ha habido proyectos muy prometedores que no han dado los resultados que se esperaban.
¿En qué consiste el proyecto anunciado? Un consorcio formado por grandes instituciones biosanitarias de Nueva Zelanda y Australia, bautizado como Te Herenga Waka, ha probado con éxito un prototipo que se anuncia como una «poderosa vacuna». Falta que se ensaye en humanos, pero los resultados obtenidos tanto en el laboratorio como en animales permiten ser optimistas. Trabajan en la iniciativa los institutos Ferrier y Malaghan de Investigación Médica (Nueva Zelanda) junto al Peter Doherty para Infecciones e Inmunidad de Australia.
Las vacunas convencionales consisten básicamente en inyectar atenuado o inactivado el microbio causante de la enfermedad. Así funciona, por ejemplo, la inmunización contra la gripe estacional. Las que nacieron con la pandemia (aunque se venía investigando en ellas desde mucho tiempo antes) actúan de una forma completamente distinta. Utilizan un ARN creado en laboratorio para enseñar a las células a producir una proteína capaz de desencadenar la respuesta inmunitaria que se busca.
La que se ha diseñado en Nueva Zelanda y Australia (pertenece a este segundo tipo de vacunas) codifica una proteína completa de malaria, lo que la convierte en un arma «muy potente», según afirma el investigador Gavin Painter, del Instituto neozelandés Ferrier. La vacuna genera células de memoria residentes en el hígado, el órgano diana del parásito, y lleva además un «ingrediente adicional» que contribuye a evitar que el 'bicho' se desarrolle y madure en el cuerpo. Contiene un adyuvante desarrollado por los institutos Malaghan y Ferrier contra el cáncer, que estimula las células inmunitarias del hígado.
Los datos difundidos por la OMS sobre malaria en el mundo dan una idea del desafío actual que supone esta enfermedad, que afecta principalmente al África subsahariana y también a determinadas zonas tropicales y subtropicales de Sudamérica, Asia suroriental y el Pacífico Occidental. En 2021, hubo más de 247 millones de personas infectadas y se registraron 619.000 muertes por esta causa.
La malaria no es una enfermedad propia de Europa, pero tampoco lo era el covid. Expertos en microbiología, enfermedades infecciosas, vacunas y epidemias venían alertando desde hacía décadas del riesgo latente de que cualquier infección surgida en cualquier parte del mundo corría el riesgo de extenderse por el planeta. Ocurrió y aún puede ocurrir. El ébola puso en jaque a Europa y América hace unos años y el virus acabó llegando a Madrid. El cambio climático y el mundo actual, cada vez más pequeño, favorecen -y mucho- el riesgo de que acaben afectándonos enfermedades erradicadas de nuestro medio, incluso propias de otras latitudes.