El estrepitoso fracaso del Paxlovid, la pastilla prometida contra el covid-19

Álvaro Soto MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

WOLFGANG RATTAY | REUTERS

El fármaco, por el que Sanidad pagó hace un año 238 millones a Pfizer, no acaba de obtener el éxito previsto a causa de sus restrictivos criterios de uso y su efecto rebote

03 abr 2023 . Actualizado a las 13:00 h.

El final de la pandemia se atisba en el horizonte, si no ha llegado ya, pero no gracias a la pastilla que iba a cambiar la lucha contra el covid-19. Paxlovid ha resultado ser un enorme fracaso en todo el mundo y las cajas del fármaco oral de Pfizer languidecen en los cajones de las consultas médicas sin cumplir ninguno de los objetivos que se marcaron a finales del 2021, cuando se anunciaron sus espectaculares prestaciones y se desató la esperanza.

Paxlovid se ha administrado a un número muy pequeño de pacientes. Según datos recopilados por la revista Nature, solo se ha prescrito al 0,5 % de los enfermos de covid en el Reino Unido y al 13 % en Estados Unidos. En España, el 24 de marzo del 2022, la entonces ministra de Sanidad, Carolina Darias, y los representantes de Pfizer rubricaron un acuerdo anunciado a bombo y platillo. La compañía iba a suministrar 344.000 tratamientos completos a cambio de 238 millones de euros (a 691 euros cada uno).

Ahora, un año después, no hay cifras actualizadas sobre la dispensación del Paxlovid en España pese a que Vox ha realizado varias preguntas parlamentarias al Ministerio de Sanidad sobre ello. Pero de los datos disponibles se deduce que no hay grandes diferencias respecto a otros países. En junio del año pasado Darias dijo en el Congreso que solo se habían administrado el 2,3 % de las pastillas recibidas hasta entonces, 51.000, y los médicos continúan reconociendo que el Paxlovid no es uno de sus medicamentos de cabecera para tratar a los pacientes covid. De hecho, en mayo caducarán los primeros lotes.

Paxlovid es un cóctel antiviral compuesto por dos fármacos, el PF-07321332, conocido como nirmatrelvir y diseñado específicamente para actuar contra el SARS-CoV-2, y el ritonavir, una molécula usada frente a la infección por VIH. Paxlovid se administra como cóctel de medicamentos por separado: nirmatrelvir, en comprimidos de color rosa y de 150 miligramos cada uno, y ritonavir, un comprimido de color blanco, de 100 miligramos. Se toman dos comprimidos de nirmatrelvir (300 mg) y uno de ritonavir (100 mg) juntos dos veces al día durante cinco días. En total, 30 comprimidos al final de los cinco días. La eficacia frente a la hospitalización y muerte en pacientes covid alcanza un espectacular 89 %.

Pero tres son los factores que explican el escaso uso de estas píldoras. Por un lado, los restrictivos criterios de utilización establecidos por la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), que decretó que tienen preferencia para Paxlovid las personas no vacunadas o las vacunadas con más de 80 años y «con al menos un factor de riesgo para progresión». Así, no se consideraba como prioritarios a la mayoría de los mayores de 60 años, un grupo de edad en el que más del 98 % de sus miembros tiene la pauta completa. Siguiendo las indicaciones a rajatabla, los médicos no tenían pacientes a quien recetar el medicamento. Además, Paxlovid debía dispensarse en los primeros días de la enfermedad para que resultara más efectivo, y los doctores se encontraron con que muchos pacientes, cuando por fin se decidían a acudir a las consultas, ya habían sobrepasado ese período. A esto se suma que las primeras noticias del uso del Paxlovid en Estados Unidos apuntaban a un efecto secundario no previsto. Los pacientes que tomaban las pastillas mejoraban de su covid, pero cuando dejaban de hacerlo, cinco días después del inicio del tratamiento, el virus seguía replicándose y volvían a sentirse enfermos.

El presidente norteamericano, Joe Biden, fue una de las personas que sufrió el efecto rebote del Paxlovid y su caso propició que las dudas sobre este fármaco, tanto en los médicos como en los pacientes, se multiplicaran. «Las restricciones de uso han generado reticencias entre los profesionales», reconoce Lorenzo Armenteros, portavoz de la Sociedad Española de Médicos Generales y de Familia (SEMG). «Cuando tienes dudas, la sintomatología es moderada o leve y el paciente acude a la consulta al tercer o cuarto día de la enfermedad, te preguntas: ¿merece la pena darlo si el beneficio que se aporta es pequeño?», reflexiona este profesional, que cree que ha habido «demasiadas pegas» para su uso.

Jaime Jesús Pérez, presidente de la Asociación Española de Vacunología, señala que «todos los datos sobre la eficacia del Paxlovid son buenos y hay suficientes dosis». «Al principio se fijaron criterios muy restrictivos, pero poco a poco tiene que ir incorporándose como un tratamiento más, sin ningún temor. Por eso, debemos agilizar el proceso de dispensación», agrega.