La operación imposible que salvó a una peruana y a su bebé en Galicia: «Siento que he renacido»
SOCIEDAD
La Fundación Diego González Rivas se estrena con una intervención en el hospital San Rafael a Azaela Yajaira, embarazada de tres meses y a la que los médicos de su país habían desahuciado
20 abr 2023 . Actualizado a las 19:00 h.Cuando abrió los ojos de su voz brotó espontáneamente una pregunta. «¿Cómo está mi hijo?». «Bien, está muy bien», le contestaron. Fue el primer consuelo que recibió. Al instante le llegó la confirmación: «La operación ha sido un éxito. Te hemos extraído el tumor por completo del lóbulo izquierdo del pulmón y estás curada». Instintivamente empezó a escuchar los latidos de su criatura. Tanto ella como el feto se habían salvado.
Azaela Yajaira Lindo Valencia encadena el relato con una voz tenue, casi apagada. No es la secuela de una cirugía casi imposible que se extendió durante seis horas en el hospital San Rafael de A Coruña. Ni siquiera su debilitado timbre responde al hecho de que han pasado poco más de doce horas desde la operación. «Tiene la voz apagada por las secuelas de la segunda intervención que le hicieron en Perú. Nada se compara a lo que ha pasado mi hermana», interrumpe su hermana Guisela, el ángel que la ha acompañado en todo momento en su viaje hacia la supervivencia.
Su otro ángel es el cirujano Diego González Rivas. «Él me ha salvado la vida», asegura sin titubeos Azaela, una mujer peruana de 27 años, embarazada de tres meses, a la que los médicos de su país habían desahuciado tras dos cirugías fallidas realizadas en un intervalo de tres años y un tratamiento inútil con quimio y radioterapia que no hizo más que agudizar su dolor. Le habían dicho que ya no había más esperanza, que una nueva operación era imposible. Que no existía ni más tratamiento ni más alternativas. Le quedaban, a lo sumo, dos años de vida. Y cada vez con más dolor y sufrimiento. Hasta que el cirujano gallego y la fundación que lleva su nombre se cruzaron en su camino. Hicieron posible, y de forma gratuita, la cirugía imposible.
Azaela descansa en planta en el hospital San Rafael. Su voz apagada contrasta con la fuerza de una mirada viva y una cálida sonrisa que transmite paz y serenidad. Así, confiesa con su hilo de voz, es como se siente. Las molestias del drenaje, que le iban a quitar en la tarde de este martes, son un leve cosquilleo comparado con todo lo que ha sufrido previamente. «Cuando me operaron en Perú notaba la sangre por dentro. No podía hablar y sentía que tenía todo el cuerpo roto», relata. Ahora sí puede mirar al futuro con confianza. «Es como si hubiera renacido. Me siento con muchas más fuerzas y ánimos», mientras una luz tenue invade la habitación en la que está ingresada. Respira paz. Por fin ha acabado su pesadilla.
Todo empezó en el 2019 cuando le diagnosticaron un cáncer de pulmón. Le abrieron el tórax para operarla y le extrajeron parte del lóbulo izquierdo. Pero el tumor estaba localizado en el bronquio. Fue una cirugía baldía y el cáncer siguió creciendo. La paciente echaba sangre por la boca y su calidad de vida se fue deteriorando. Hace un año la volvieron a intervenir en su país. La abrieron otra vez por el tórax, pero cuando el cirujano observó lo que allí había desistió. Era imposible extirpar el tumor. «El médico me dijo que ya era muy tarde, que el tumor era muy grande y que reposaba sobre el corazón, que si me intervenían otra vez iba a morir». De este segundo intento solo le quedó una nueva raja en el costado y más sufrimiento.
Estaba condenada. Pero no se rindió. Había oído hablar del cirujano gallego Diego González Rivas y contactó con él por Facebook. Fue el 10 de enero. «Él -prosigue Azaela- me respondió rápidamente. Intercambiamos los teléfonos, me llamó y él me dijo que podía solucionar mi caso. Nos transmitió mucha confianza, porque aunque nos dijo que el caso era muy complicado, no era imposible, que lo único imposible era no intentarlo».
Surgió de nuevo la esperanza, pero pronto se frustró. Ni ella ni su familia tenían dinero para afrontar una compleja operación en España. Pero Diego González Rivas insistió. «Él me dijo que no me preocupara, que me iba a ayudar igual y que iba a salvar mi vida». Y así fue, la fundación del cirujano pagó el viaje y el hotel de Azaela y su hermana, mientras que el hospital San Rafael sufragó el quirófano, las pruebas que le realizaron y la estancia en el hospital. «Lo hicimos por altruismo, porque ninguno de los profesionales que la atendieron cobró nada por su tiempo en una operación de seis horas», corrobora César Bonome, uno de los anestesiólogos que la atendió y director médico del San Rafael.
Pero quedaba lo más difícil. La propia intervención. «No era difícil, sino lo siguiente. Algo casi imposible, uno de los casos más complicados a los que me he enfrentado en mi vida. Y cuando empezamos comprobamos que incluso era mucho peor de lo que esperaba», cuenta Diego González Rivas que, a pesar de llevar más de 6.000 cirugías a sus espaldas en todo el mundo, no se esperaba algo semejante. Tanto las dos operaciones previas como la quimio y la radio que recibió posteriormente de forma innecesaria, porque el tumor carcinoide que tenía Azaela no responde ante estas terapias, fue lo que complicó todo.«Cuando entramos, estaba todo inflamado, estaba todo pegado como una piedra. No se identificaban las estructuras del pulmón por las cirugías previas», explica el cirujano.
Para la intervención utilizó su técnica uniportal VATS mínimamente invasiva, que consiste en abrir únicamente por un orificio de tres centímetros desde donde aplica todo lo necesario para realizar la videocirugía torácica. Pero hubo un momento, debido a la enorme complejidad, en que se planteó si era conveniente abrirla. No fue necesario.
«Lo bueno es que le quitamos todo el tumor. Está curada», destaca el médico, que pese a acabar la intervención en torno a las doce de la noche del lunes al día siguiente ya estaba cogiendo un avión a las ocho de la mañana para dedicar toda la jornada a cirugías en dos hospitales de Madrid. En la cirugía también participaron de forma altruista los cirujanos Javier Gallego y Ricardo Fernández Prado; el anatomopatólogo Ángel Concha; los anestesistas Miguel Abeledo. Efrén García y César Bonome; las enfermeras Milagros García, Verónica Méndez y Eva Rodríguez y la jefa de supervisores Belén Lamas.
El anestesista César Bonome corrobora la enorme dificultad del acto médico. «Que le hubieran dado radio y quimio y que la hubieran intervenido en dos ocasiones precedentes fue lo que complicó todo, porque si se hubiera hecho bien desde el primer momento sería una operación sencilla de un tumor neuroendocrino que no produce metástasis. Pero lo importante ahora es que le practicamos un tratamiento curativo, por lo que está libre del tumor».
Los médicos también tuvieron serias dudas sobre cuál era el mejor momento para intervenir a la paciente. Si hacerlo ahora o esperar a que tuviera su hijo. En el segundo caso el deterioro de Azaela Yajaira no solo sería cada vez más evidente, sino que también existía un riesgo para el feto. «Podíamos haber esperado un poco más, pero desconocíamos la influencia que podía tener en el bebé la pérdida de la función respiratoria de la madre o si su sangrado pulmonar podía haber tenido también repercusión en el feto. Así que decidimos no espera»”, explica Bonome. Diego González Rivas aún es más drástico: «Si la hubiéramos operado a los cuatro meses de embarazo todo habría sido mucho peor».
Tanto Azaela como su hermana Guisela estaban al corriente de todas estas complicaciones. Pero estaban confiadas. «El doctor Diego nos transmitió una absoluta confianza», asienten ambas.
Azaela tampoco se rindió. Ni incluso en sus peores momentos, cuando tenía todo perdido y la terapia que estaba recibiendo, sin necesidad, había hecho mella en su estado. «El tiempo que recibí la quimio y la radio no solo destruyó mi físico, sino también mi estado anímico y emocional». Sin embargo, resistió. Y ahora no tiene más que palabras de agradecimiento para el hospital, los médicos que la atendieron y para la Fundación Diego González Rivas. «Recibimos un excelente trato por parte de todos», dice Guisela Yajaira.
A la joven embarazada aún le quedan al menos un par de días en el hospital y algunos más en A Coruña, donde tendrá que quedarse una breve temporada para acudir a las revisiones. Está feliz por el trato recibido, pero también deseosa de regresar a Perú para encontrarse con su marido, su madre y sus otras dos hermanas. También tiene clara sus prioridades: «Lo primero que haré cuando llegue a Perú será ir al cementerio a ver la tumba de mi padre». Si el bebé de Azaela es varón recibirá el nombre de Julián, como conocían a su padre, aunque se llamara Julio. Nunca olvidarán la deuda de gratitud que tienen con la Fundación Diego González Rivas y el hospital San Rafael. Ni tampoco con A Coruña.