¿Te fuiste de Betanzos sin ver esto?

toni silva LA VOZ

SOCIEDAD

Toni Silva

La ruta del río Pelamios es una cascada continua que rodea casas y molinos. Un espectáculo sensorial que suele quedar escondido para los turistas detrás de los grandes atractivos de la ciudad de los Caballeros

04 feb 2023 . Actualizado a las 05:00 h.

Betanzos no se agota en su tortilla, en su globo de papel, en sus tres iglesias góticas, en su casco histórico, ni en su parque de O Pasatempo. Pero es un fenómeno común a todas las ciudades turísticas. Se recorren al mandato de los folletos promocionales y nos quedamos sin conocer rincones tan impresionantes como los que otorgan la fama a la localidad. Hay quien vuelve de Roma sin repasar el Trastevere. Quien se queda tan admirado en la catedral compostelana que nunca pasea por la ribera del Sar. En Betanzos el pecado más común es no asomarse al barrio de Caraña, una sucesión de casas y 19 molinos que remontan el río Pelamios, que avanza entre viviendas a las afueras de la urbe creando un espectáculo sensorial.

Hablamos de una pequeña ruta de menos de dos kilómetros y tres niveles de altura según recoge la propia toponimia: Caraña de Abaixo, do Medio y de Arriba. La referencia más vistosa para iniciar esta visita es el puente peatonal de madera sobre el río Mandeo, por lo que se recomienda aparcar en el malecón o el barrio de la Ribera. Atravesando un pequeño parque y zona deportiva nos adentramos en Caraña girando a la izquierda. ¿Qué tiene de especial esta barrio? La fusión de las casas y el agua, los serpenteantes recorridos que hace aquí el río Pelamios, bordeando viviendas, disparándose en pequeñas fervenzas, atravesando los 19 molinos de este caudal que recibe el nombre de las cubetas donde décadas ha se ablandaban las pieles. De hecho, el secadero es uno de los primeros edificios que nos recibe.

No es que las estructuras de los molinos estén actualmente en su máximo esplendor. Algunos se ven derruidos, la maleza también busca su protagonismo, y hay paredes donde los grafiteros han dejado su impronta. Pero en conjunto, es un paseo que merece la pena porque el agua asomando por todos los rincones emborrona los defectos de la ruta, que algunos peregrinos toman como un ramal del Camino Inglés. Además, podemos considerarlo un museo etnográfico al aire libre: nos cruzaremos con el Muíño do Tarabelo, la fábrica de curtidos, las piedras inclinadas a modo de lavadero, el secadero, los Muiños do Becaría y el de Cubo, la Casa do Labrego. El camino se salpica con moas, las enormes piedras circulares que en su día convirtieron el cereal en harina. E incluso bajo la curva del puente de la N-651, una de las entradas a Betanzos, sobrevive un viejo carro expuesto. Después, corrientes y más corrientes de agua que nos hacen dudar del camino a seguir. El ruido de las cascadas los cubre todo después de la temporada de lluvias.

Recientemente, el Ayuntamiento ha cambiado algún puente de madera y realizado algunas mejoras en esta ruta que se hizo amable para los paseantes a partir del 2010, cuando una escuela taller rehízo caminos y molinos. Pero el agua y la humedad también son la principal enemiga de la conservación, de ahí la imagen actual, menos perfecta, pero más bucólica. En Caraña de Arriba nos esperan menos casas y más naturaleza. Y el pazo de Xerpe, con su escudo heráldico que lleva siglos escuchando las cantarinas aguas.

Una vez aquí es posible que los pies nos pidan volver cuesta abajo para revisitar el casco histórico con sus tres iglesias pero, sobre todo, para buscar un rincón donde matar el hambre con la famosa tortilla.