De ruta por «el Nueva York chiquito»

SOCIEDAD

miguel souto

La ruta de los molinos del regato de Golfariz discurre entre robles y aguas desbocadas y no tiene ni gota de asfalto, pero esconde una curiosa historia que ha dado origen a un sobrenombre muy urbanita

21 ene 2023 . Actualizado a las 14:50 h.

La aldea de Sanlouzáns, en la parroquia de Lamas (A Estrada), es un pequeño núcleo rural que no llega ahora a cuarenta vecinos. Sin embargo, en los años 20 del siglo pasado el lugar tuvo categoría de ciudad. Tanto que llegó a ser bautizado como «el Nueva York chiquito» y fue la envidia de muchos pueblos gallegos de más entidad. El mérito lo tuvo un emigrante local que después de hacer fortuna en Nueva York se empeñó en llevar la luz a su aldea. No era fácil por aquella época, pero el estradense financió de su bolsillo la construcción de una central hidroeléctrica y consiguió que Sanlouzáns fuese una las primeras localidades gallegas en disfrutar de la luz eléctrica.

Otros proyectos similares han quedado sepultados por la maleza, pero la central de Sanlouzáns no solo puede visitarse, sino que además funciona y vale mucho la pena. Los restos de la central forman parte de la Ruta dos muíños do regueiro de Golfariz, un sendero que ha abierto con sus propias manos Manuel López Castiñeiras, un vecino de la parroquia estradense de Pardemarín que quería poner su pueblo en el mapa y que lo ha logrado con creces.

Manuel López, que es cantero jubilado, ha liberado de las zarzas siete molinos de su aldea, ha puesto a funcionar uno y ha señalizado la ruta completa con sólidos indicadores tallados en piedra que no corren peligro de ser tumbados por el primer temporal del invierno.

El recorrido, que es circular, tiene unos tres kilómetros de longitud y es muy apropiado para familias y niños, siempre que no existan problemas de movilidad. La ruta parte de la parroquia de Pardemarín. Un gran cartel grabado a mano indica desde la carretera local el inicio. Siguiendo las señales se encuentra el aparcamiento, en la zona conocida como O Barroblanco, donde hasta el año 1955 se celebraban los bailes de la aldea. Después viene el Muíño do Montoiro, que ha sido restaurado y que, con su nuevo rodicio, sigue faenando los fines de semana.

Cuando hace buen tiempo, el molino se puede ver funcionando los sábados y los domingos de 15.30 a 18.00 horas. Solo muele maíz, como se hacía tradicionalmente. «O pan de trigo era só para a festa», explica Manuel López, a quien es muy frecuente encontrarse en la ruta, satisfecho de su obra. Manuel explica con agrado a los visitantes lo que muchos ojos ya no saben interpretar. Como las piedras salientes que tenían las construcciones para apoyar los sacos de maíz o de harina o el hueco para dejarle la llave al siguiente usuario.

Siguiendo el regato aparecen el Muíño do Medio, el de Vidal y el Muíño da Puza, con un batán de juguete como los que divertían a los niños del siglo XX. La ruta continúa luego por el Muíño de Abaixo, al lado de la cascada da Chousa, que en invierno está imponente. Un poco más adelante aparece el Muíño de Sueiro y, tras salvar dos regatos, se llega al último, el Muíño da Veiga Grande. Está al lado de la antigua central, que gracias a un generador luce siempre con tres bombillas encendidas y que en Navidad hasta tuvo un acebo con lucerío sin pagar un euro.