Enrique, el príncipe que no quiso ser el «plan B» de la monarquía británica

beatriz pallas REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Empleados de una librería de Londres colocan los ejemplares de las memorias del príncipe Enrique
Empleados de una librería de Londres colocan los ejemplares de las memorias del príncipe Enrique PETER NICHOLLS | REUTERS

El duque de Sussex dinamita los puentes familiares en su libro de memorias, que llegó este martes a las librerías

28 mar 2023 . Actualizado a las 17:36 h.

Las memorias del príncipe Enrique, tituladas En la sombra (Plaza & Janés), llegaron este miércoles a las librerías con sus principales bombas y revelaciones diseccionadas ya en días pasados por la prensa británica después de que el libro saliera a la venta por error en España días antes de lo pactado. Hojear sus páginas permite acercarse, más allá de los titulares, a las confesiones de un hombre marcado por varios traumas vitales que van desde su contexto familiar, en el seno de la monarquía inglesa, a su rebelión personal contra la tragedia y el destino impuesto. Lo logra el verdadero autor del libro, JR Moehringer, que ya demostró con las memorias de Andre Agassi en el 2009 su pericia para infiltrarse de modo invisible en la mente del protagonista. Solo al final del libro, en medio de unos extensos párrafos de agradecimiento, aparece mencionado el escritor fantasma, que también desapareció de la escena tras recopilar la vida del tenista: «La comadrona no se lleva el bebé a casa», señalaba entonces a The New York Times.

El tono de este libro no es conciliador, por más que, en algunas entrevistas promocionales que ha concedido estos días, el hijo menor de Diana deja abierta la puerta a un posible perdón hacia su familia. Al duque de Sussex, esta especie de diario íntimo parece haberle servido como terapia para ajustar cuentas con un sistema en el que se sentía oprimido. Al público le ha permitido confirmar que buena parte de los rumores y noticias que la prensa sensacionalista ha venido publicando en torno a él y su familia eran verdad.

Las memorias se trasladan a ese minúsculo reducto del mundo donde la reina Isabel II era conocida como Gan-Gan y el príncipe de Gales y el duque de Sussex son simplemente Willy y Harold, dos hermanos a los que el mundo adoptó sentimentalmente el mismo día en que quedaron huérfanos de madre tras la muerte de la princesa Diana.

El libro arranca con una escena ocurrida pocas horas después del funeral de su abuelo. Mientras el duque de Edimburgo recibía sepultura en la cripta del castillo de Windsor, el príncipe huido a Estados Unidos se había citado a pocos metros de allí, en los jardines de Frogmore, con su padre y su hermano. La charla con ellos transcurrió, según cuenta, cerca del cementerio real, «más rodeados de cadáveres que el príncipe Hamlet». Al igual que el personaje de Shakespeare, él se debate todavía entre ser o no ser un eslabón más de su linaje.

«Los Windsor llevábamos meses en guerra. Se habían producido rencillas intermitentes en nuestras filas desde hacía siglos, pero aquello era distinto. Se trataba de una ruptura pública con todas las de la ley, que amenazaba con volverse irreparable», relata Enrique. De aquel encuentro, el príncipe solo sacó en limpio los reproches de su hermano y la súplica de su padre: «Por favor chicos, no convirtáis en un suplicio mis últimos años». «Mi querido hermano, mi archienemigo, ¿cómo habíamos llegado a eso?», implora el príncipe, que empieza a contar en más de 400 páginas retazos de su vida como una manera de hacerse entender.

Cuando Enrique y Meghan Markle decidieron abandonar el Reino Unido y apartarse de las obligaciones monárquicas, el proceso recibió el nombre de Megxit, lo que ponía toda la responsabilidad de la huida sobre los hombros de su mujer. El libro revela, sin embargo, que el descontento se fraguó mucho antes de su matrimonio.

«No me conoces, Harold. Ni yo a ti»

Aunque el mundo seguía viéndolos como una pareja de hermanos ideal, las cosas entre los hijos de Carlos y Diana empezaron a romperse hace años. Enrique se muestra dolido por el momento en que él ingresó en la escuela elitista de Eton, donde Guillermo llevaba ya un par de cursos. Este le pidió que fingiera no conocerlo. «No me conoces, Harold. Ni yo a ti», le dijo. «Durante los dos años anteriores, me explicó, Eton había sido su santuario. Sin tener que cargar con un hermano pequeño que lo incordiara con sus preguntas y metiera las narices en su círculo social. Se estaba forjando una vida propia y no pensaba renunciar a ella», afirma Enrique en su libro

Los calificativos del Heredero y el Repuesto (Spare, recambio, es el título del libro en inglés) no eran denominaciones exclusivas de la prensa sensacionalista, sino que también se empleaban en familia. «Mi cometido era ofrecer una fuente de distracción, entretenimiento y, en caso de necesidad, una pieza de recambio. Un riñón, tal vez. Una transfusión de sangre, una pizca de médula. Todo eso me lo dejaron meridianamente claro desde la más tierna edad y después lo fueron reforzando con regularidad», revela.

La frialdad ha sido un sentimiento con el que ha convivido siempre. La sintió cuando su padre se sentó en su cama en mitad de la noche para anunciarle la muerte de su madre y simplemente tocó su rodilla, sin un solo abrazo. Y la percibió en su hermano y su cuñada, Catalina, el día que les confesó con emoción que estaba enamorado de la actriz de Suits y admitió que su sueño había sido tener su propia pareja para convertirse junto a ellos en un cuarteto. Desde el primer momento, sin conocerla, el heredero rebajó sus expectativas. «Al fin y al cabo es una actriz estadounidense, Harold. Podría ocurrir cualquier cosa», le dijo.

El día en que Guillermo retrocedió ante el abrazo de Meghan

El príncipe Enrique acusa a su hermano y su cuñada de haber etiquetado a su mujer desde el primer momento. Le da especial relevancia al instante en que presentó a su hermano y Meghan Markle. Ella se aproximó para darle un abrazo y este retrocedió. «El momento fue el típico choque cultural, Estados Unidos/Reino Unido, lo que me pareció tan divertido como encantador. Más adelante, no obstante, me pregunté si habría algo más», confiesa Enrique, que narra unas páginas después el momento en que Guillermo llegó a agredirlo físicamente, irritado por el carácter de Meghan. «Es maleducada, brusca y se ha enemistado con la mitad del personal», reconvino el heredero, exaltado. «Todo ocurrió muy deprisa. Muy, muy deprisa. Me arrancó la cadena al agarrarme por el cuello de la camisa y me tiró al suelo. Caí sobre el bol de los perros; se partió bajo mi espalda y se me clavaron los trozos», relata.

Justo después, las casas de los duques de Cambridge y Sussex dividieron sus caminos y separaron sus oficinas para siempre. «Los Cuatro Fabulosos..., finito».

Enrique también ataca a Kate Middleton y confirma los rumores que aseguraban que esta había hecho llorar a la exactriz en los días previos a su boda por un desacuerdo con los vestidos de las damas de honor. El duque reproduce con tensión deliberada una conversación entre las dos cuñadas: «El vestido de Charlotte le va demasiado grande, largo y ancho. Se echó a llorar cuando se lo probó en casa», dijo Catalina. «Vale, y yo te dije que tenías al sastre disponible desde las ocho de la mañana. Aquí. En Kensington. ¿No puedes llevar a Charlotte para que le haga los arreglos como las otras madres?», replicó Meghan. «No, hay que hacer de nuevo todos los vestidos», añadió la hoy princesa de Gales, muy molesta por este y otros aspectos relacionados «con la manera en que Meg estaba organizando la boda». Meghan rompió a llorar y la futura reina le llevó flores en señal de disculpa al día siguiente.

El nieto de Isabel II está lleno de quejas hacia su familia y hacia la prensa, a la que reprocha por haber invadido su privacidad. Él, sin embargo, no escatima detalles personales que atañen a terceras personas. Dibuja escenas como la del rey Carlos III haciendo el pino en calzoncillos a diario apoyado contra una puerta para aliviar sus dolores de espalda. También habla sin motivo aparente de algunas exparejas y ha sido fuertemente criticado por ello. A pesar de la amistad que lo une con Elton John, no se ahorra las críticas contra él por el hecho de que el músico haya publicado sus memorias en uno de los periódicos sensacionalistas más críticos con los duques de Sussex.

También se refiere con dureza a miembros del personal de palacio que rodeaban a su abuela. A tres de ellos los denomina como el Abejorro, el Moscardón y el Avispón.

El príncipe enumera tres de los momentos más decisivos de su vida: «Al caminar detrás del ataúd de mi madre; al entrar en batalla por primera vez; al pronunciar un discurso en pleno ataque de pánico».