La estrategia de España y Portugal ante posibles sequías

Brais Suárez
brais suárez OPORTO / E. LA VOZ

SOCIEDAD

B. S.

Lisboa se ha adherido al plan IDRA y ambos países refuerzan sus compromisos del Convenio de Albufeira

06 dic 2022 . Actualizado a las 11:47 h.

Tras la cumbre luso-española de noviembre, Lisboa y Madrid se propusieron «liderar conjuntamente en el ámbito de la Unión Europea el estudio de la sequía y las alteraciones climáticas». Fue una manera de, al menos en el plano diplomático, cerrar filas y poner fin a una serie de roces entre dos países para los que los ríos son un punto de unión, pero a veces también un motivo de división: no es fácil compartir el agua que no existe.

Reiterando la urgencia de no quedarse en palabras, su compromiso quedó reflejado durante la conferencia del COP27 en Egipto, donde Portugal secundó la propuesta de España y Senegal del plan IDRA (Alianza Internacional de Resiliencia contra la Sequía, por sus siglas inglesas), a la que acabarían sumándose 29 firmantes. Lo definen como un conjunto de «medidas eficaces de prevención, anticipación y adaptación para aumentar la resistencia a las sequías de gran escala, teniendo como horizonte una respuesta global más coordinada, colaborativa y eficaz». Tanto España como Portugal son los dos estados europeos que más de cerca ven una amenaza que ya se materializa en países cercanos del norte de África, con las consecuencias alimentarias y migratorias que eso supone.

Se trata de una visión global de un mismo problema, que Pedro Sánchez y António Costa abordaban también en la cumbre bilateral, solo una semana antes. En lo que «se considera el año hidrológico más seco de las últimas décadas (…), tanto a nivel político como técnico España y Portugal vienen reforzando los mecanismos de diálogo para hacer frente a la situación de extrema gravedad», se leía en la declaración conjunta firmada por ambas partes. En la práctica, para «mitigar los efectos de la sequía» ambos se comprometen a fortalecer los mecanismos bilaterales para acompañar los caudales, pasando de encuentros trimestrales a mensuales, con la participación de las autoridades nacionales de recursos hídricos. Para ello, también se armonizarán los indicadores de sequía y escasez de cara a identificar con mayor eficacia las situaciones de excepción. 

Maximizar el agua

Para maximizar el agua disponible, ambos Gobiernos acordaron «la creación de un grupo de trabajo sobre agua y energía» que también explore las oportunidades del almacenamiento energético.

Todo ello, en el marco del Convenio de Albufeira. Para su correcta implementación, Costa y Sánchez crearon la Secretaría Técnica Permanente de la Comisión para la Aplicación y Desarrollo del Convenio, que deberá aplicar «las mejores prácticas en la gestión compartida de cuencas hidrográficas internacionales». ¿Pero qué les exige, en concreto, este documento?

El Convenio de Albufeira fue firmado en 1998 y entró en vigor en enero del 2000, cuando la emergencia climática no alcanzaba los niveles actuales. El texto original continuaba múltiples acuerdos bilaterales que regulaban el aprovechamiento hidroeléctrico de los ríos transfronterizos; es decir, Miño, Limia, Duero, Tajo y Guadiana. De hecho, ya en 1968 se contemplaba «la necesidad de garantizar flujos mínimos en estiaje o relativas a la conservación de peces». Durante los 90, estos acuerdos se mostraron a todas luces insuficientes, por lo que se hacía necesario «crear mecanismos que convergieran con la Directiva Marco del Agua, de inminente aprobación, y la situación actual de las cuencas compartidas en aspectos tan relevantes como la calidad de las aguas y la disponibilidad de los recursos para responder a las sequías», recoge el documento oficial. Era más amplio que sus predecesores y su principal novedad era regular la protección medioambiental. En virtud del documento, España está obligada a enviar a Portugal unos 14.300 hectómetros cúbicos de agua en un año normal. Desde las sequías del 2019, el país luso también exige que los envíos se realicen de forma regular y no por oleadas. El reto primordial será comprender cómo afrontar estas situaciones, cada vez más habituales.