La mitad de los productos de las expendedoras de los hospitales gallegos son nocivos para la salud

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Jéssica Castro, en el materno.
Jéssica Castro, en el materno. CESAR QUIAN

Un estudio de cien máquinas en los siete centros universitarios demuestra que un 30 % tienen más calorías de las recomendadas y una proporción similar presentan un contenido elevado en grasas

13 nov 2022 . Actualizado a las 11:57 h.

Miles de personas acuden cada día a una cita con el médico en los hospitales gallegos. En muchas de ellas, el especialista recomienda al paciente que lleve una vida saludable: ejercicio, ausencia de tóxicos y alimentación sana. Al salir de la consulta, el ciudadano puede caminar unos metros y echar por tierra esta última recomendación, porque los hospitales están llenos de máquinas expendedoras que venden productos perjudiciales para la salud, llenos de grasas saturadas o azúcar. «La mitad del contenido de las máquinas expendedoras puede ser considerado insano desde un punto de vista cuantitativo de su valor nutricional», advierte una investigación realizada por la enfermera Jéssica Carolina Castro Armingol.

En un trabajo académico, Castro analizó los productos de las máquinas expendedoras de los hospitales de las siete ciudades gallegas y concluyó que existen «carencias tanto en calidad como en variedad», así como «una gran cantidad de productos ultraprocesados perjudiciales para la salud y muy poca representación de alimentos naturales y sanos».

Un 30 % de los productos tienen más calorías de las recomendadas. Una proporción similar presentan un contenido elevado en grasas. También hay un 28 % con un exceso de grasas saturadas, un 20 % con demasiados azúcares y un 12 % con un exceso de sal. Si del análisis se excluye el agua, que no tiene nada nocivo, los porcentajes suben con fuerza. En las máquinas se venden, entre muchos otros, chocolatinas de todo tipo, patatas fritas en bolsas, bollería industrial, zumos, refrescos y gominolas.

A mediados del año pasado, Jéssica Castro recorrió los siete hospitales universitarios de Galicia en busca de máquinas expendedoras para su investigación, que fue presentada como proyecto final en el máster en Nutrición en la Universidade de Vigo. Tomó fotos de todas aquellas que estuviesen accesibles al público general (descartó urgencias, ucis, quirófanos y áreas radiológicas).

Encontró cien dispositivos con 5.262 artículos, entre los que existían 229 variedades de productos. De cada uno analizó el aporte calórico (las kilocalorías) y la cantidad de cuatro nutrientes (grasas, las consideradas saturadas, los azúcares y la sal). Comparó los resultados con dos guías consideradas de referencia, una que tiene la Generalitat Valenciana para las máquinas instaladas en edificios públicos (incluidos hospitales) y otra inscrita en la ley chilena que establece los estándares para el etiquetado de productos.

El trabajo establece 17 categorías. La que tiene más azúcar es la de los caramelos y gominolas, con 56 gramos por cada cien. «Un producto del que más de la mitad es azúcar no debería estar presente en un hospital», dice. La categoría que más se repite son las botellas de agua, pero la investigación llama la atención sobre que existan más bebidas de otros tipos (sumando refrescos, agua con sabor, bebidas con leche y zumos) que de agua. Otra categoría importante es la de aperitivos dulces, como patatas fritas, barras de chocolate o galletas. Todos los elementos de este grupo superan las 400 kilocalorías por cada cien gramos, que se establecen como tope en las guías de referencia. Más del 90 % superan los límites de grasas y grasas saturadas y un porcentaje parecido, los azúcares. Pero, además de estos aperitivos, hay bollería industrial, una categoría en la que también casi todos superan el umbral de calorías. El trabajo reconoce que en las cafeterías sí se ha hecho un esfuerzo por tener comida saludable.

«Si pusieran una máquina de tabaco en cada planta diríamos que es una locura», dice la autora del trabajo. No cree que los ultraprocesados deban desaparecer, pero sí propone que se incremente la cantidad de fruta fresca que se vende, que los frutos secos no se despachen fritos, sino al natural, y que se ofrezcan más yogures.

Jéssica Castro trabajaba como enfermera en Lugo cuando hizo su investigación y ahora está en los quirófanos del hospital materno infantil Teresa Herrera, en A Coruña. «Estos productos favorecen el desarrollo de la obesidad y elevan el riesgo cardíaco y respiratorio. Pero, además, yo en el trabajo veo muchas complicaciones quirúrgicas asociadas a pacientes obesos», avisa.

El trabajo estuvo dirigido por Carlos Spuch, investigador en neurociencia del Hospital Álvaro Cunqueiro de Vigo. «Cuando trabajaba en Estocolmo (Suecia), en los hospitales ponían fruta fresca para que cogiesen libremente los trabajadores, visitantes, familias, pacientes... Es paradójico que un centro sanitario que promulga hábitos saludables no dé ejemplo», reflexiona.

Medidas del Sergas

La Consellería de Sanidade explica que desde finales del año 2020 se dieron instrucciones a las áreas sanitarias para que los pliegos que sirven para contratar las máquinas expendedoras incluyan referencias concretas a los artículos que se despachan. «Según se hacen nuevos pliegos, se pone referencia a productos saludables. Pero los antiguos tienen sus bases y no se pueden modificar», dice una portavoz.

Este documento pone un máximo de aporte energético: 275 kilocalorías por cada cien gramos de producto. Según la información recopilada por Jéssica Castro para su investigación, sin contar el agua, más de la mitad del resto de productos superan esa barrera. Además, establece un código de colores similar a un semáforo según los niveles de cuatro parámetros (azúcares, grasas, grasas saturadas y sal) y dice que, como máximo, un 10 % de los productos pueden tener en rojo las cuatro categorías. Sobre el resto, se otorga una puntuación en el concurso. Al final, las empresas licitantes son las que eligen.