Alejandro Palomas: «Lo primero que hice al enterarme de la muerte de mi violador fue vomitar»

Antonio Paniagua MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

XAVIER TORRES-BACCHETTA / DESTINO

El escritor narra en el libro «Esto no se dice» los abusos sexuales a los que fue sometido en el colegio cuando tenía ocho años y las secuelas que le han dejado

13 feb 2023 . Actualizado a las 17:27 h.

El escritor Alejandro Palomas sufrió entre los ocho y los nueve años abusos sexuales por parte de Jesús Linares, un religioso del colegio La Salle de Premià (Barcelona) que ha muerto hace unos días. Su confesión le condujo a entrevistarse con el presidente del Gobierno y fue la espoleta que movió al Congreso a aprobar una comisión que investigara la pederastia clerical, una labor que lleva a cabo el Defensor del Pueblo. Palomas fue sometido a toda clase de vejaciones, circunstancia que le arrancó la infancia del cuerpo. Ahora cuenta en un libro, Esto no se dice (Destino), todo el infierno por el que pasó, al que siguió un cruel acoso escolar y también la incomprensión de su padre. Su herida no se borra, ha condicionado su existencia. Los tormentos infantiles se perpetúan en la vida del adulto para siempre.

—Su abusador le acusaba con una frase terrible: «¿Ves lo que me obligas a hacer?». Como si usted fuera el culpable.

—Me lo decía después de que abusara de mí. «La culpa es de tu cuerpo», me decía. Yo me sentía horriblemente mal, porque pensaba: «¿Qué hago yo que le hace tanto daño a este hombre, que además es tan bueno? Y es que yo creía que él era un hombre bondadoso. Si el problema era mi cuerpo, tenía que deshacerme de él como fuera. Entonces acaba pidiéndole perdón.

—¿Cómo reaccionó a la noticia de que su violador había muerto?

—No lo sé, sí puedo decir cómo respondí orgánicamente: fui a vomitar. Estaba a punto de dar una conferencia y tuve que ir rápidamente al baño.

—En su caso, además del acoso del pederasta, sufrió la violencia de otros niños del colegio. ¿Cómo lo vivió?

—Se vive mal. El acoso escolar fue muy prolongado y doloroso, sobre todo porque se produjo después de una época de abusos sexuales perpetrados por alguien del mismo colegio. Uno se plantea si puede haber tanta casualidad, te preguntas si acaso no eres tú el que falla.

—La víctima que se siente culpable.

—Sí, salí de un infierno que creía había terminado y empezó el otro.

—¿Por qué no se lo comentó a sus padres?

—Durante el año que duraron los abusos el hermano me dejó muy claro que yo era su niño protegido. Pero cuando terminaron, se encargó de demostrar que ya no estaba bajo su amparo y empezó a exhibir una indiferencia absoluta. Pensé entonces que mis compañeros igual lo sabían. Y todo lo viví en silencio, no lo compartí con mis padres. Me dije: «¿Cómo voy a decirles que primero abusan de mí y luego me persiguen?» Se podían creer una cosa, ¿pero dos?...

—¿Por qué le odiaba tanto su padre?

—Pues habría que preguntárselo a él. Creo que me odiaba porque sufría por mí al verme tan vulnerable. Prefería apartar el objeto de su sufrimiento. Además, yo era un espejo para él, yo tenía muchas cosas de su forma de ser que él no soportaba. No sabía querer, no había sido educado para eso. Su padre le había enseñado a correazos.

—Su mente llegó a censurar un episodio muy escabroso: su padre masturbándose delante de usted.

—Es flipante. Volví a recordarlo en Tenerife, cuando la televisión canaria rodaba un documental sobre mí. Me desperté por la noche sudando como un pollo, encendí la luz y de repente me acordé de todo. Mi gran preocupación fue que mi madre nunca se enterara, para lo cual me aseguré de que nunca lo diría, ni siquiera a mí mismo. Y nunca lo supo, tampoco mis hermanas, hasta ahora.

—¿Qué secuelas dejan todos esos traumas?

—Empiezas a considerar que tu cuerpo es el culpable, lo cual te lleva a rechazarlo, con lo que eso conlleva, ya de adulto, en las relaciones sexuales. Crees nadie te va a querer porque estás manchado, que te van a descubrir, cosa que te convierte en un ser en inferioridad de condiciones. Vas siempre pidiendo perdón por la vida y dando siempre las gracias para que te acepten.

—¿Saldrá la Iglesia católica impune del escándalo de la pederastia?

—La Iglesia es la gran escapista de la historia de la humanidad. Puede salir indemne, claro que sí. Pero no tiene muchos números para salir sin mácula en España. En otros países le ha sido imposible. Estoy luchando para que responda de lo ocurrido, porque, como decía mi madre, no tengo nada peor que hacer.

—Por ahora las investigaciones del Defensor del Pueblo solo han conseguido sacar a la luz un par de centenares de casos, que es muy poco en comparación con Francia.

—En Francia se dieron 216.000 casos de pederastia, mientras que en España van por los 201. Es irrisorio. No hay voluntad política en este país por esclarecer lo ocurrido. La Iglesia tiene mucho poder.