Jostein Gaarder: «La emergencia climática es la última llamada del avión y seguimos en el bar del aeropuerto bebiéndonos un vino»

Antonio Paniagua COLPISA

SOCIEDAD

Sergio Pérez | EFE

El autor de «El mundo de Sofía» publica «Somos nosotros los que estamos aquí ahora»; asegura que «la civilización está amenazada» y alerta sobre el cambio climático

08 nov 2022 . Actualizado a las 16:07 h.

Un día Jostein Gaarder se percató de que en su aclamada obra El mundo de Sofía no dedicaba ni una palabra al cambio climático. Más de tres décadas después, con temperaturas extremas, tormentas, inundaciones e incendios forestales por doquier, el escritor noruego ha querido subsanar su omisión y publicado Somos nosotros los que estamos aquí ahora (Siruela). En este título, Gaarder, aficionado a abordar dilemas morales y cuestiones trascendentes para el ser humano, se plantea la pregunta crucial y llega a la conclusión de que nuestra civilización está en peligro por culpa de los desafueros medioambientales. «Seremos juzgados por ello, no por un Dios o un ser superior, sino por nuestros propios descendientes».

Gaarder ve el futuro con tintes sombríos y hace un diagnóstico desalentador. «La civilización está amenazada, lo mismo ocurre con la democracia, y la crisis energética solo contribuye a desestabilizarla», argumenta el escritor, que no se anda con medias tintas al señalar a los culpables: el führer Putin, una «amenaza real» para el mundo. «La guerra nuclear es una posibilidad que está ahí. Hace un año escribía sobre esto pero no lo consideraba una posibilidad real, pero ahora mismo veo factible que mis nietos conozcan una guerra de este tipo y que el mundo sea más difícil e inseguro», asevera. A Gaarder le llama la atención que Putin, un extremista de derechas, gozara del favor de la Casa Blanca cuando su inquilino era Donald Trump. «En Hungría y partes de Europa la extrema derecha gana posiciones. Y en otros lados si alguien no gana las elecciones y no le gusta el resultado, invade el Parlamento. La amistad entre Putin y Trump configuró una alianza nada santa», denuncia.

El noruego equipara la emergencia climática con la «última llamada» para embarcar en un avión. «Estamos escuchando la última llamada del planeta para garantizar su supervivencia», remacha. Lejos de hacer caso a todas las alertas, «seguimos en el bar del aeropuerto bebiendo un vino blanco». Somos nosotros los que estamos aquí ahora es una especie de revisión de El mundo de Sofía escrita para sus nietos, con el fin de que estén preparados para encarar los difíciles desafíos del siglo XXI.

Gaarder se ha propuesto sortear el pesimismo, una tentación fácil porque el fatalismo supone abrazar la pereza y acomodarse en el sofá. «Decir que nada de esto tiene arreglo supone una actitud irresponsable». Si bien evita la inclinación al pesimiso, tampoco elige el optimismo, por cuanto ello supone tener la piel muy dura. «He optado por un punto intermedio, que es el de la esperanza, lo que supone ser activo y responsable. Es como el amor de juventud, te obliga a permanecer involucrado». Para Gaarder, los seres humanos son cortos de vista, incapaces de mirar más allá de lo que está a su vera. El novelista piensa que, en 1948, la humanidad cosechó un logro descomunal, la Declaración Universal de Derechos Humanos, aprobada por la ONU. «En ese instante tomamos conciencia de nuestros derechos. Se afirmaba con ella que nuestros derechos no provienen de Dios, sino que son resultados de una evolución que ha llevado siglos. Pero ya no es suficiente solo con la Carta de los Derechos humanos», sostiene el autor de El mundo de Sofía.

El autor cree urgente renovar este documento para que incluya el combate contra el cambio climático. «Todo el mundo habla muchos de sus derechos, pero nunca de las obligaciones que lo comprometen». Argumenta que los hombres no nacen con derechos, sino que son conquistados. «Ahora las mujeres son asesinadas y atacadas en Irán porque no llevan el velo puesto de una determinada manera. Eso debería sancionarse. No tenemos solo derechos, insisto, también tenemos obligaciones con los demás».

Pese a la tentación del populismo y los discurso de odio, este antiguo profesor de filosofía cree que las democracias acabarán prevaleciendo sobre otras formas de Gobierno. No obstante, advierte que a la democracia hay que mimarla, porque «nada dura para siempre. Pero también es cierto ninguna dictadura es eterna. Espero que la resistencia que tiene Putin en el interior de su país, que es real, acabe con su régimen. El único lugar donde yo creo que no puede prosperar la democracia es en Irán».

Al escritor le apena la decadencia de las humanidades y el predominio de las redes sociales. «Hay un poeta inglés que escribió una pieza que me hace mucha gracia y me parece atinada, algo así como que no se sabe dónde empieza el Big Bang, pero sí que el mundo acabará con TikTok».