Así acabó el cambio climático con el Imperio Romano

SOCIEDAD

Uno de las civilizaciones más avanzadas de la historia fue incapaz de adaptarse a un cambio brusco del clima

18 sep 2022 . Actualizado a las 10:33 h.

Uno de los argumentos más recurrentes por parte de los negacionistas del calentamiento global señala que no se trata de un hecho único del presente. Aseguran que cambios climáticos siempre ha habido. Y razón no les falta. Sin embargo, siempre omiten la parte referente al impacto que tuvieron los grandes trastornos ambientales del pasado, capaces de conducir al colapso de las civilizaciones, incluso de las más avanzadas. 

El Imperio Romano, que llegó a acoger hasta 75 millones de habitantes dentro de sus fronteras, prosperó y se expandió por el Mediterráneo y el norte de África aprovechando un clima suave y estable que se prolongó desde el 250 a. C. hasta el 450 d. C. Un episodio climático bautizado por la ciencia como Período Cálido Romano. Todo cambiaría a partir del año 167, bajo el mandato del emperador Marco Aurelio.

El imperio sufrió una devastadora epidemia de viruela, conocida como Plaga de Galeno, que dejó unos cinco millones de muertos. Una circunstancia que aprovecharon los pueblos germánicos para invadir. Y en este contexto, alrededor del siglo II se produjo un cambio en las condiciones ambientales. El clima empezó a ser más inestable y el sistema agrícola sufrió las consecuencias. Lo mismo sucedió en Eurasia, obligando a los pueblos esteparios a emigrar hacia el oeste. 

El enfriamiento se intensificó y sobre el siglo IV el Imperio Romano fue víctima de nuevas incursiones de los hunos y otros pueblos que llegaron con armas más sofisticadas. Alrededor del año 479 se produce el fin del Imperio Romano de Occidente.

Los años pasaron y en el siglo VI el Imperio Romano de Oriente, bajo el mandato del emperador Justiniano, trata de recuperar todos los territorios perdidos. Hasta que llega el 536. En la primavera de ese año, Justiniano, después de haber reconquistado el norte de África, marcha con su ejército hacia Roma. Pero ocurrió lo inesperado. 

En los textos hallados de un destacado historiador bizantino que respondía al nombre de Procorio de Cesarea, aparece una descripción precisa de lo sucedido. «El Sol emitía su luz sin brillo, como la Luna. Parecía como un eclipse, ya que los rayos solares no eran claros, al menos no como los que acostumbra a dar». Relatos parecidos se redactaron por todo el mundo, desde Irlanda hasta China. Estaban describiendo los efectos de un fenómeno que daría paso al famoso invierno interminable, que duró 18 meses. 

Aquel largo período de bajas temperaturas que afectó especialmente al hemisferio norte trajo consigo hambrunas, guerras y enfermedades. Quizá por ello, a lo largo de los siglos la ciencia ha tratado de saber qué provocó exactamente el enfriamiento repentino más intenso de los últimos dos milenios según los registros. La temperatura media global durante el verano descendió hasta 2.5 grados, iniciando la década más fría de los últimos 2.300 años.

La ciencia puede acceder al clima del pasado de varias formas. Una por ejemplo es analizando los anillos de los árboles, una técnica que se conoce como dendrocronología y que ha permitido remontarse hasta 10.000 años. Otra forma de viajar en el tiempo es a través del hielo de los polos, que puede llegar a tener hasta cinco kilómetros de grosor. El hielo se sondea y  revela cuáles fueron las temperaturas de determinadas épocas, mientras que las burbujas de aire que contienen informan sobre la evolución de la atmósfera. 

Después de años de investigación, científicos de las Universidades de Harvard y Main acaban dar a conocer el causante del suceso; una potente erupción volcánica en Islandia. Testigos de hielo obtenidos en el Monte Gnifetti en la frontera entre Suiza e Italia han permitido cerrar un capítulo importante de la historia. 

Este drástico cambio climático generó un intenso período de sequías y hambrunas alrededor del mundo que provocó una de las tres plagas más devastadoras de la historia, que recibiría el nombre de Justiniano, que ocurrió en el 541 y que llegó a matar unas diez mil personas cada día. Hasta el año 590 siguieron sucediéndose algunos brotes que acabaron con la vida del 25 por ciento de la población y que golpeó duramente a lo que quedaba de aquel glorioso imperio hasta su desaparición.