El triste final de la jequesa de Marbella: alcohol a domicilio y unos blíster de antidepresivos

Juan Cano MÁLAGA / COLPISA

SOCIEDAD

Kasia Gallanio, en una imagen de archivo
Kasia Gallanio, en una imagen de archivo

Una de las hijas de la fallecida declaró a la policía que tuvo un «mal presentimiento» al ver que su madre, en «avanzado estado de depresión», llevaba cuatro días sin responder a sus llamadas

10 jun 2022 . Actualizado a las 13:22 h.

A falta de lo que diga la autopsia, que depende del resultado de los análisis toxicológicos, la lectura del atestado sobre el caso de la jequesa de Marbella conduce a una conclusión preliminar: Kasia Gallanio (46 años) murió sumida en la pena, rodeada de joyas y lujo, pero también de botellas de alcohol —que llegaba a pedir a domicilio— y varios blíster de antidepresivos.

El pesar de Kasia, el asunto que le estaba amargando la vida, era estar separada de las tres hijas que tenía en común con Abdulaziz Al Thani, tío del actual emir de Catar, del que se había separado y con el que mantenía un duro litigio en los tribunales franceses, con el añadido de la denuncia de acoso sexual presentada por dos de las menores contra el padre.

Kasia acababa de recibir un duro varapalo que profundizó aún más en la herida. El 16 de mayo le comunicaron la resolución judicial por la que perdía la custodia de las menores, lo que acentuó su «avanzado estado de depresión», como reconoció una de sus hijas a la policía.

La menor, que declaró en la comisaría de Marbella acompañada por su abogada y por una intérprete, explicó a los agentes que llevaba cuatro días sin hablar con su madre y tuvo un «mal presentimiento». Por eso, a las seis de la mañana del 29 de mayo, decidió descolgar el teléfono y llamar al servicio de emergencias 112-Andalucía.

La primera patrulla de la Policía Nacional llegó minutos después al complejo Playas del Duque, la urbanización de alto standing de Marbella en la que se instaló Kasia tras su separación. Los agentes llamaron varias veces a la puerta, pero nadie les abrió.

El conserje del bloque les facilitó una llave que Kasia le había proporcionado para guardarla en el cajetín de la urbanización por si a ella se le olvidaban las suyas. Probaron a abrir, pero no pudieron encajarla en la cerradura porque había otra llave puesta por dentro.

Los policías avisaron a los bomberos, que accedieron a la vivienda por la ventana del rellano que da al lavadero sin necesidad de romperla. Luego franquearon la entrada a los agentes, que inspeccionaron el inmueble. Les recibió un perro miniatura de la raza spitz enano o pomerania.

En la segunda planta de la vivienda, los agentes encontraron a Kasia tumbada boca abajo sobre la cama de una de las habitaciones. No apreciaron signos externos de violencia en el cuerpo. Preservaron el escenario y activaron la comisión judicial, además de pedir apoyo a sus compañeros de las brigadas de Policía Judicial y Homicidios.

En el informe de la inspección ocular, al que ha tenido acceso este periódico, los investigadores observaron restos de vómitos en la cama y en el baño de la planta superior de la vivienda, donde se localizó el cuerpo sin vida de la mujer.

También había botellas de alcohol -vodka Absolut- repartidas por todo el domicilio, alguna de ellas rota, y fragmentos de cristal en el suelo que explicarían las manchas de sangre halladas en el piso. No se apreciaron salpicaduras, por lo que se presume que Kasia se cortó en la planta de los pies al pisarlos.

Según los testimonios recabados por los policías, la mujer parecía tener problemas con el alcohol, que incluso pedía a través de repartidores a domicilio. En las últimas semanas ni siquiera quería salir del domicilio. El conserje dijo que la vio por última vez en las zonas comunes el 25 de mayo, cuatro días antes de que la policía hallara el cadáver.

El empleado de la urbanización explicó a los policías que las viviendas colindantes a la de Kasia no están habitadas, por lo que, aparentemente, no hay nadie en el vecindario que escuchara algo. No hay testigos.

Los especialistas de la policía científica tampoco apreciaron indicios de violencia ni en el cadáver de Kasia ni en la propia vivienda, que no presentaba signos de haber sido forzada. Dentro, hallaron joyas y ropa de marca.

También encontraron «múltiples medicamentos», como el disulfiram, un fármaco usado para tratar el alcoholismo crónico, y algunos blíster de antidepresivos. Pese a que algunos medios especularon con una posible sobredosis, no se hallaron restos de estupefacientes en la vivienda.

El informe forense realizado en el acto del levantamiento del cadáver únicamente refleja una «aparente» equimosis (moratones) en los hombros de origen desconocido. La autopsia, sobre la causa de la muerte, concluyó que por ahora era de origen «indeterminado», a la espera de los análisis toxicológicos e histopatológicos (al microscopio).

Las fuentes consultadas explicaron que el ámbito tan privado en el que se produjo la muerte -en un domicilio, sin cámaras de seguridad e, inicialmente, sin testigos- dificultarán enormemente encontrar respuesta a la misteriosa muerte de Kasia, más allá de lo que revelen esos análisis complementarios.

De hecho, incluso en el supuesto de que haya fallecido por una reacción adversa a un fármaco o algún estupefaciente mezclado con alcohol, será muy difícil -por no decir imposible- determinar si dicha ingesta fue accidental -al haberse pasado, por ejemplo, con la dosis- o voluntaria. Porque tampoco se ha encontrado una carta de despedida, un testigo o un mensaje en redes sociales que apunte en tal sentido.