Los nuevos costureros del viento

SOCIEDAD

ANGEL MANSO

La afición por el mar de Juan Reboredo le llevó hace 15 años a dejar aparcado su trabajo como sociólogo para emprender un oficio para el que lo importante, dice, «no es saber coser, sino saber de navegación»

09 jun 2022 . Actualizado a las 09:30 h.

El timón del coruñés Juan Reboredo Rodríguez viró hace 15 años hacia el mundo de la velería y los trabajos de textil náutico. Sociólogo de carrera, su empleo como orientador laboral en el Servicio Galego de Colocación lo llevó a dar una charla en la escuela A Aixola de Marín y a conocer unas instalaciones que ofrecían un curso de velería. Relacionado con el mar desde pequeño, pensó que era una buena opción para reciclarse.

«Me fui a vivir allí un año, me ofrecieron una formación básica y me permitió, ya que nunca había cogido una máquina de coser, conocer la herramienta», explica, reconociendo que sus contactos con el mundo de la náutica le dieron la oportunidad de llevar a cabo sus primeros trabajos y le permitieron abrir Finishterra Sails, en el varadero de Marina Coruña, en la dársena de Oza. Ahora son tres en plantilla. «Soy autodidacta, y aún hoy siento el síndrome del impostor. Es lo que me hace ser muy cuidadoso con lo que hago», relata, mostrando su último trabajo, una vela para una embarcación tradicional de las Rías Altas.

Sin embargo, esa pericia y su vocación por la formación lo llevó a impartir cursos para colectivos de difícil inserción y también monográficos de reciclado de material que se desecha, lo que cree que permite abrir nuevos nichos de mercado.

«Lo importante no es coser, aquí la mayoría de las costuras son rectas y no tienen mucha dificultad, el reto está en el conocimiento de los elementos del barco y el porqué de cada pieza», remarca, restando importancia a la confección y dándosela a los conocimientos náuticos. «Muchos de lo que acabamos aquí trabajando somos gente que hemos navegado y sabemos dónde hay que reforzar, conocemos los elementos de la vela, los puntos donde roza y el lenguaje propio de un barco», comenta deslizando palabras como baluma, pujamen o puño de escota.

Apunta que la confección de una vela es como un puzle, cuyo manejo se complica cuantos más elementos lleve, aunque ellos trabajen con máquinas a nivel del suelo para facilitar las viradas en tierra. «Hemos reparado velas que no entran en el taller, de barcos que participan en la Vuelta al Mundo o en la Tall Ship. A veces las trasladan entre cuatro o cinco personas, y nos las van moviendo», dice. Relata, como curiosidad, que también recurrieron a ellos para realizar la tela de las aspas de un molino de viento que se restauró en A Coruña. Reboredo apunta que en los últimos tiempos la revolución en la velería no viene tanto por el material como por la apuesta de prefabricados en una sola pieza, que ofrecen otras prestaciones, restan horas de costura, pero que son más caras.

Sobre el futuro del sector es tajante: «Hay demanda, prueba de ello es que llevamos quince años y va a más, creo que la náutica está viviendo un momento de explosión otra vez». Por ello se sorprende de que no se valore lo suficiente lo que supone este sector recreativo en nuestras costas. «Estamos en un punto negro en el mapa, hay olas, corrientes y siempre hay averías», afirma, remarcando que entre el 50 y el 60 % de sus clientes son extranjeros, entre los que destacan por número los ingleses y los franceses.