Si cuidas de tus padres y no puedes más, busca ayuda

Marta Otero Torres
marta otero LA VOZ

SOCIEDAD

M.MORALEJO

El programa Respiro Familiar de la Xunta financia estancias en residencias y apoyo en casa para ayudar a los cuidadores

20 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

Cualquiera que se dedique a cuidar de un familiar sabe lo duras que son las jornadas sin descanso, a veces unidas a las de trabajo, sin tiempo para respirar. «Para mí la jornada no acababa cuando salía de trabajar, empezaba otra y a veces reenganchaba porque casi no dormía por la noche», explica Manuela Rodríguez, que es la única cuidadora de su madre y ha llegado a vivir 18 días sin pasar por cama, cuando su progenitora estuvo ingresada en el hospital.

Hoy su madre se encuentra en una residencia, por las secuelas que le dejó un ictus, pero antes de eso Manuela disfrutó del programa de Respiro Familiar de la Xunta de Galicia, y hoy quiere aportar su granito de arena para darlo a conocer. «Cuando yo me enteré de que existía esta ayuda, la trabajadora social me reconoció que la mayoría de la gente ni lo sabe, ni lo conoce, ni lo utiliza; y la verdad es que es una ayuda fantástica», añade.

Este programa, para el que la Xunta acaba de aprobar un nuevo paquete de ayudas, permite que personas dependientes o con discapacidad realicen estancias temporales en residencias que facilitan el descanso de sus cuidadores habituales, o también que estos dispongan de una persona de apoyo en el hogar durante unas horas determinadas. «La Xunta de Galicia financiará el 100% de la estadía en cualquiera centro residencial de la Comunidad sin límite de tiempo y hasta un máximo de 1.500 euros; o acercará un máximo de 1.000 euros para abonar el coste de un cuidador en el hogar», explica la web de Política Social.

El principal objetivo de este plan es «facilitar la conciliación de la vida personal, familiar y laboral de los cuidadores. Se podrá acceder a la ayuda siempre que la persona o personas que atiende sean residentes en la Comunidad. Además, la persona a la que atiende deberá reconocido un grado II o III de dependencia, o bien haber acreditado mediante informe médico y social a necesidad ayuda de terceros para actividades de la vida diaria».

Manuela Rodríguez lo vivió en primera persona. «Con mi padre lo solicité porque yo no podía más. Tenía un alzhéimer de estos galopantes. Pero cuando me lo dieron ya acababa de fallecer». Poco tiempo después, con su madre, se vio en la misma situación: sola para cuidarla, y exhausta. «El médico me decía: ‘tienes que tratar de pensar un poco en ti, que ellos ya vivieron lo suyo, tú vienes detrás y vas a acabar mal'; porque yo estaba fatal pero tiraba para adelante. Porque es tu madre, y piensas que como en casa no está en ningún lado. Hasta que no puedes más. Yo toqué fondo, me quedé en el chasis de kilos. Hay que aprender a desconectar y pedir ayuda, porque además ellos están muy bien atendidos».

Un día Manuela hizo caso al médico y solicitó la ayuda del programa. Comenzó a dejar a su madre unas horas los fines de semana y las cosas cambiaron. «Le dije ‘mira mamá, qué te parece si te dejo unas horas en el cole grande, que te cuidan muy bien y es como un hotel'. La llevé y la verdad es que le encantó», explica. También destaca que «la trabajadora social te explica muy bien todo y es fácil», y les dice a quienes estén en su situación «que no se crean que por dejarlos allí los estás abandonando, o te vas a despreocupar. Pero tienes que tener tu descanso porque estar las 24 horas del día pendiente, encima trabajando, no es humano».

Lo mismo le pasó a Cristina Paz, de Moaña. Ella logró una ayuda para que le apoyaran con el cuidado de sus padres. «Como son dos me tocaron 66 horas por cada uno, que fueron dos meses y pico. Me vino muy bien porque me llamaron para trabajar a finales de noviembre y gracias a eso pude empezar tranquila». En su caso, Cristina dice que el Respiro Familiar le liberó «porque mi madre es una persona muy dependiente, cada hora tienes que llevarla al baño y no la puedes dejar sola un minuto porque se te cae. Además, mi padre también es muy mayor, va a hacer ahora 93 años, y aunque se mueve mejor no controla porque va a lo loco, piensa que tiene 20 años y su cabeciña no regula».

Esta usuaria explica brevemente cómo es su día a día. «Por las mañanas yo les doy el desayuno -la chica me viene a las doce- y ya les dejo la comida hecha. Lo del respiro me vino muy bien porque desconectas, podía ir a andar con una amiga o hacer cosas con tranquilidad». Cristina anima a quienes cuiden de familiares a beneficiarse del programa, porque «esto de vivir con gente mayor es muy complicado, aunque mañana, claro, seré yo, porque esto es una rueda».