Santiago Freita: «En Francia vino gente de todo el país a ayudar a la uci»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

M.MORALEJO

Este intensivista del Cunqueiro de Vigo explica cómo vivió la pandemia trabajando en el país vecino y qué se encontró al regresar

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

No hay muchos sanitarios que hayan estado en la primera línea de la lucha contra la pandemia en dos países. Quien sí lo ha hecho es Santiago Freita, médico intensivista en la uci del Hospital Álvaro Cunqueiro. En septiembre del 2019 se marchó a vivir a Francia con su familia durante dos años, para trabajar en la unidad de cuidados intensivos del Hospital Louis Mourier, a las afueras de París. El 12 de marzo, en vísperas de los confinamientos europeos, su familia tenía las maletas hechas para un largo viaje a África. «Mi jefe de servicio me avisó de que venía una pandemia y que iba a ser muy fuerte; aunque todavía no se percibía así. Me dijo que no podía prescindir de mí». Cancelaron el viaje. Fue el inicio de la primera ola.

Arrasó París. «La pandemia nos golpeó como en pocos sitios», asegura. Su hospital está en la periferia de la capital, una zona con pobreza, inmigración, pisos hacinados... Todo eso fue un caldo de cultivo para la expansión del covid, que desbordó las ucis. «Tuvimos que triplicar las camas de críticos aprovechando otros espacios», cuenta. Tenían hasta pacientes ingresados en los quirófanos.

En aquel momento, la Isla de Francia (la región parisina) y el este (Estrasburgo) tenían una incidencia muy superior al resto del país. «Entonces desviaron trabajadores sanitarios, voluntarios, y vino a ayudarnos gente de todo el país», explica. «Fue una de las cosas más bonitas: que la gente viniese a ayudar, aun con riesgo personal y sin saber cómo sería esto, cuan contagioso era el virus, si podía llevárselo a su familia...», reflexiona. Francia también movió a pacientes para repartirlos por hospitales menos sobrecargados, en el temor de que París pudiera quedarse sin camas de críticos.

Aquel fue un momento extremo. «Estuvimos seis o siete semanas en las que solo descansábamos el día que salíamos de guardia», dice. En las sucesivas olas no se llegó a tanto. Freita volvió a Vigo en septiembre del 2021 y se encontró una realidad muy similar a la que dejaba en Francia. No tanto por la presión como por el ánimo. «El nivel de fatiga que tenemos es muy similar. Hay hartazgo en todos los estamentos sanitarios, llevamos muchas horas de trabajo. La mayoría de los pacientes han ido bien, pero hay otros que no... tenemos mucha carga emocional», describe. Y quizás la diferencia en estas últimas olas pandémicas sea la frustración, «porque la mayor parte de los que atendemos son personas no vacunadas». Francia tiene ahora a un 78 % de la población vacunada, tras hacerlo obligatorio en algunos ámbitos. En septiembre, no llegaba al 60 %; Galicia ya superaba el 80 %.

La práctica clínica es similar en los dos países, asegura el intensivista, porque la medicina se basa en aquello que ha demostrado su eficacia. Sin embargo, en Francia han notado cierto abandono de las ucis por parte de los residentes (en las especialidades en las que la rotación no es obligatoria) y las enfermeras.

A Santiago Freita le ha dolido ver que muchos pacientes estaban solos durante semanas, en sus largos ingresos, por las restricciones a las visitas. También echa de menos que se trabaje la rehabilitación fuera de la uci, cuando el paciente ya ha sido dado de alta.