Luis López Vilar: «No sé cómo será la próxima ola, pero va a venir»

Ángel Paniagua Pérez
Ángel Paniagua VIGO / LA VOZ

SOCIEDAD

M.MORALEJO

El jefe de servicio del centro de salud de Teis, en Vigo, explica cómo se ha vivido la pandemia en atención primaria y su miedo a la sensación que se está instalando, la del «Ya pasó»

13 mar 2022 . Actualizado a las 05:00 h.

La primera línea de la pandemia han sido muchos frentes. Todos importantes. La atención primaria también estuvo allí y su protagonismo ha ido creciendo en las sucesivas olas. «Al principio andábamos todos como pollo sin cabeza, porque no sabíamos a qué atenernos», dice el jefe de servicio de Teis, en Vigo, Luis López Vilar, cuando echa la vista atrás. Cada centro de salud se autoorganizó como pudo, siguiendo unas recomendaciones generales. En el suyo se señalizaron los circuitos de entrada y salida, las zonas a las que tenían que dirigirse los pacientes con síntomas respiratorios, la sala covid, el triaje... «Lo organizaron todo nuestros residentes y ellos mismos dirigieron la implantación», dice con orgullo, «y todo el mundo arrimó el hombro».

Algunas cosas han ido desapareciendo, porque aquello era fruto de la incertidumbre y ahora hay más certezas. La obsesión por las superficies es un ejemplo, la consulta telefónica es otro. «Pero creo que no hay que perder esta experiencia. Hemos aprendido a utilizar tecnologías para cosas como la teleconsulta, que no resuelve todo, pero sí puede resolver muchas cosas, y se puede hacer aún más a través de videollamadas», ejemplifica. «Hemos aprendido que las salas de espera no deben estar masificadas como estaban, o que cuando tengo catarro o gripe tengo que llevar mascarilla». Luis López Vilar teme que algunos de estos aprendizajes decaigan, igual que decaen las olas epidémicas cuando el tiempo va pasando.

Conforme ha avanzado la pandemia, el porcentaje de personas que ingresan en el hospital también ha ido cayendo, sobre todo desde la vacunación. Eso es bueno en sí mismo, porque ya no pone a los hospitales en riesgo de colapso. Pero significa, a la vez, que más pacientes han sido monitorizados por sus médicos de cabecera. «Si antes teníamos entre 30 y 40 pacientes al día, hemos pasado a tener 75 u 80 en los momentos punta, que podían durar dos meses, como este último». Es cierto que en principio no son enfermos graves, pero también lo es que las recomendaciones que dé el médico de cabecera van a ser fundamentales para evitar que un enfermo propague el virus a su alrededor, conque el seguimiento es esencial.

«No sé cómo va a ser la próxima ola, pero va a venir. Esto no está eliminado. Me da miedo el ‘‘ya pasó’’, porque no pasó, sigo teniendo dos o tres nuevos pacientes cada día». Él mismo padeció el coronavirus recientemente y no sabe dónde ni cómo se contagió. Fue una infección leve, que lo mantuvo dos semanas de baja y que supuso una prueba más de que este es un virus muy infeccioso, que sigue circulando con fuerza y que puede afectar incluso a quienes procuran mantener las medidas de precaución y tienen tres dosis de la vacuna.

Aunque lo cierto es que la percepción de la enfermedad ha cambiado, tanto para los médicos como para los enfermos. «Al principio, decirle a un paciente que tenía el covid era como diagnosticarle un cáncer; ahora es como un catarro», rememora. Un catarro, eso sí, que sigue enviando gente a las ucis y que mata. Está lejos de aquellas «neumonías que destrozaban el pulmón», pero no hay que perderle el respeto.