Ana Obregón: «Preferiría que Álex hubiese muerto en un accidente de coche, sufrió muchísimo»

Martín Bastos

SOCIEDAD

«Me hubiese prostituido si no tuviese el dinero para llevarlo a Nueva York», aseguró, reivindicando que ahora la protonterapia existe en España gracias a Amancio Ortega y «está aquí al alcance de todos»

23 feb 2022 . Actualizado a las 10:20 h.

Ana Obregón se abrió en canal con Bertín Osborne. Rescató los recuerdos del infierno que ha vivido en los últimos cuatro años, algunos que había intentado olvidar, para mostrarle al público el sufrimiento por el que pasó su hijo Álex Lequio antes de morir de cáncer con tan solo 27 años. Lloró, se derrumbó varias veces fundiéndose en los brazos de Bertín Osborne, un amigo con el que mantuvo un breve noviazgo, que secó sus lágrimas y no pudo tampoco evitar derramarlas ni revivir las tragedias vividas en carne propia. 

¿Hay mayor tragedia para una madre, para un padre, que enterrar a un hijo? Ana Obregón es desde el 13 de mayo del 2020 una de esas personas para las que no existe palabra en el diccionario para definir lo que supone perder un hijo, como asegura Sergio del Molino en su libro La hora violeta, tras vivir un trance similar al de la actriz y presentadora. Son parte de un colectivo atrapado en esa hora violeta infinita. Porque Ana Obregón, casi dos años después de enterrar a su único hijo a los 27 años víctima de un sarcoma de Ewing, sigue de duelo, sigue aprendiendo a vivir sin él. 

Ana Obregón citó a Bertín Osborne en Marbella, lugar al que acude a descansar, a respirar para estar sola y mirar el mar. «Estoy nerviosa, Si no fuera contigo no estaría en ningún otro lugar», le dice a su amigo y presentador antes de fundirse uno de los muchos abrazos que se darán a lo largo de la noche. «Estoy preparada, han pasado 21 meses…», cuenta antes de desvelar que para esta cita con el público tan especial va a ponerse un vestido «que lleva 30 años en una percha en el armario: es el vestido que me puse para viajar a Italia y contarle a la familia de Alessandro que estaba embarazada». Todo tiene un significado para Ana Obregón, todo parece un homenaje a su añorado hijo.

Bertín Osborne habló poco, solo para consolar, o cuando Ana Obregón se rompía, como ocurrió en varias ocasiones. Fue ella quien llevó el peso del relato, quien desgranó de nuevo cómo se enteró que el dolor insoportable que padecía su hijo desde hacía un tiempo, era un tumor, «raro, malo y muy agresivo». «Cuando pierdes un hijo sientes el dolor y el amor infinito», comenzó Ana. «En esta historia las víctimas no son los padres o quiénes los rodean, las víctimas son ellos, los que han luchado. Mi hijo debería estar aquí, tenía 25 años...», prosigue. 

«Cuando uno tiene un dolor extraño o algo extraño hay que ir al médico, hay que hacerse pruebas. Tuvo tres meses de dolores, que si gastroenteritis…», cuenta para recordar que un día ese dolor se hizo insoportable y su hijo la llamó mientras rodaba Paquita Salas junto a los Javis. El cómo lo contó en una entrevista en la revista ¡Hola!, pero volvió a recordarlo este luynes, entre lágrimas. 

«El padre siempre ha estado ahí. Él deja todo y viene corriendo. A las doce de la noche me llaman y me dicen que le meten en quirófano. Y a la una de la media de la mañana viene un médico y me dice "Ana siéntate: Tu hijo tiene un tumor"». No sabía que hacer, porque era como a la reina del flow que le dicen eso», rememora. Y se lamenta de llorar al recordarlo y pide perdón a su hijo por hacerlo: «Estoy aquí llorando como una magdalena». 

«Ha habido momentos duros, estuve despierta mirándole mientras dormía y por la mañana vino a las 8 el padre y se lo dijimos», añade. Cabía la posibilidad de que fuese benigno, y en ese tiempo mantuvieron la esperanza de que todo se quedase en eso. Pero no ocurrió. «Es malo y es muy agresivo. Me lo dijeron todo por teléfono. Y ahí dije no voy a llorar y voy a ser fuerte. Y ahí he sido fuerte, porque ahora no soy fuerte. Cuando le pasa algo a tu hijo no es que te mueras, es que te duele infinito», recuerda. 

Y también contó cómo se lo dijo a su Álex, en su habitación, fumando, después de contárselo a Alessandro Lequio, que este se pusiese a llorar y que lo mandase a llorar a casa de su hermana. «Mira mi vida, pasa esto», narra. Y recuerda con rabia también lo que le dijo su hijo: «"Mamá me voy a curar". Le dije que sí, me da rabia...». 

Con ese diagnóstico Ana Obregón se puso en marcha para buscar el mejor tratamiento. «Llamé a Baselga y me dijo que había un tratamiento de protonterapia, pero que no estaba en España. Así que me dijo "vente a Nueva York". Y fui al Ramón y Cajal para que me dieran la muestra de la biopsia, porque tardaban doce días en dar los resultados. Me la llevé a Nueva York en el bolso. Estuvimos allí siete meses y me quedé sola con él», cuenta reviviendo aquellos meses del 2018 cuando su vida se paró en seco para cuidar a su hijo. 

«Hicimos más de 100 quimios. De diez y doce horas. Yo me ponía monísima, me maquillaba… porque me tenía que ver bien. Después lloraba como una magdalena. Increíble con esa fuerza, con ese sentido del humor que tenía él», afirma. Eso sí, algunas de sus frases se quedaron clavadas en su pecho. «Lo que más me mata es que mi hijo me llegó a decir un día, "perdóname por tener un hijo defectuoso", su fuerza es lo que me mata, se merecía estar aquí». Y se rompe de nuevo.

 Ana Obregón recuerda que se marcharon al hospital de Nueva York sin decirle nada a nadie, ni siquiera a su representante y amiga, Susana Uribarri. «A mis padres les dije me voy a Nueva York a trabajar unos meses y me llevo a Álex. Mis padres se enteraron por la prensa que Álex estaba enfermo. Alessandro venía cuando podía, pero yo era mañana, tarde y noche. Estuvimos de hotel en hotel, porque allí no puedes pasar más de tres semanas en el mismo hotel, un día me echaron de uno. Y al final alquilamos un apartamento. Estaba sola, allí Alessandro Lequio me presentó a Lucía Regales, una bióloga española que fue mi desahogo en los momentos en los que ya no podía más», explicó. «Su mayor interés era ayudar por Instagram a otros que tenían cáncer», cuenta emocionada de su hijo. 

Ana Obregón también tuvo un momento para reivindicar la donación de Amancio Ortega a la sanidad pública española de las máquinas de protonterapia, ese tratamiento que ella tuvo que ir a buscar a Nueva York porque en España no lo había.

«Me hubiese prostituido para conseguir el dinero para el tratamiento»

«Yo he tenido la suerte de que he trabajado durante cuarenta años y pude llevármelo a Nueva York, si no tuviese el dinero me hubiese prostituido», aseguró. «Gracias al dinero que donó Amancio Ortega, ese tratamiento existe ahora en España, lo quiero decir porque está aquí al alcance de todos, se tiene que reconocer el gran corazón de la buena gente por mucho que otros le critiquen», añadió. «Gracias a Amancio Ortega ya existe la protonterapia en España», recalcó. 

«Son unas quimios durísimas»

A pesar de la dureza del tratamiento para combatir el sarcoma de Ewing, Ana Obregón recuerda la fortaleza de su hijo. «Son unas quimios durísimas, te matan tus defensas, no puedes ni comer. Nunca se vino abajo, salvo una vez. En enero hicimos un TAC y no había ni rastro de cáncer. Estaba curado. Eso fue volver a vivir. Entendí lo que era la felicidad. Es que mi hijo se ha curado el cáncer», recordaba de esa euforia que vivió durante apenas siete meses. 

«Le hicieron una resonancia (es un cáncer que en un mes te puede crecer 10 centímetros), y había vuelto», dijo. Y entonces fue el único momento en el que su hijo flaqueó: «Mamá tengo un 20 % de posibilidades de vivir», recuerda. «Ahí fue la única vez que vi que se vino un poco abajo. Un tipo emprendedor, que empezó en el garaje de casa, que tenía 30 personas trabajando con él...». 

 Ahí volvió de nuevo la lucha. «Vuelta a las quimios, no vamos a EE.UU., aquí los ciclos porque no pudimos ir la primera quimio y el segundo nivel no le hizo nada. Estuvimos ingresados en el Ruber, tuvieron que hacerle dos operaciones, cosas que son horribles, nefrostomías»,recordaba amargamente. «Yo desaparecí. El 24 de marzo me llaman siete médicos me sientan siete personas a alrededor y me dicen "hay muy poco qué hacer". Me levanté muy enfadada y llamé al oncólogo de Barcelona y nos fuimos en una ambulancia», explicó. 

«Hubiera vendido mi vida para coger un avión para otro tratamiento…», añadía amargamente. «¡Bertín, yo me perdono la vida todos los días!», asegura Ana Obregón destrozada. «Eso es muy duro», respondía abrazándola de nuevo. «¡Pero lo que es, es!», resumía Obregón. 

«Álex no se podía mover, no podía comer y veíamos a la gente quejándose de que no podía salir de casa, y decía “que suerte que están en casa y se pueden mover”», explicaba recordando los meses que pasaron en Barcelona, que coincidieron con lo más duro del confinamiento por la pandemia del covid-19. 

También contó el infierno que vivió en sus últimos meses de vida. «Un dolor, nada le quitaba el dolor, las noches eran horribles. Cogimos un apartamento en Barcelona y yo decía "va bien, va bien..." Me maquillaba, me iba al hospital desde el apartamento arreglada. Hasta me compré unas cosas online en Zara para que me viera bien, porque me había ido con dos mierdas en la maleta», rememora rota de dolor. 

«Yo dormía todas las noches con él. No dormía, porque cada dos horas había que pedir morfina. Entonces lo que hacía era que me iba al apartamento me duchaba, dormía una o dos horas y volvía. Porque Álex siempre me quería tener cerca porque le daba seguridad», dice antes de romperse. «Vaya mierda Bertín, ¡cómo sufrió!», añade mientras se abraza al cantante y presentador. «Se estará enfadando conmigo por verme llorar, lo siento Álex, seguro que se está enfadando. Sufrió mucho Bertín», decía entre lágrimas.

 «Un día que no se me olvidará, era un puto lunes, era un lunes por si queréis cambiarlo (refiriéndose a editar la entrevista y eliminar esa parte), estaba duchándome y me llamó Alessandro, porque mucha gente ha dicho que nosotros lo sabíamos ¡no sabíamos nada! 48 horas, vamos a sedarlo para que no sufra. Era un lunes y así fue», dice casi sin poder articular palabra recordando los últimos días de vida de su único hijo. 

«Dos días antes vino el oncólogo y seguía sonriendo. Y esa noche su padre y yo estuvimos a su lado. A un lado cada uno, cogidos de la mano. Y esa fue la última noche. Y se fue, y yo me fui con él. Te juro que esto lo tengo que borrar, pero quiero que la gente sepa lo fuerte y valiente que fue mi hijo. Me quedé abrazada a él, mucho tiempo, y se lo llevaron. Y ahí dejé de ser fuerte. No sé con lo fuerte que fui, no entiendo cómo esto me está costando mucho. Vinieron mis hermanas, no se separaron de mí», añadió. 

«Hubiera dado mi vida porque hubiese sido un accidente de tráfico, sin sufrimiento, sin dolor», llegó a decir. 

 Ana Obregón recordó el post que su hijo dejó sin poder publicar y ella hizo público meses después y también cómo decidió dar las Campanadas en La 1. «Llega el día y me vienen a maquillar a casa, una llorera. Me tenía que ir a la televisión, lo eché todo. El conductor se llamaba Álex. Me llevó Alex. Durante el discurso me sentí como si estuviera sola hablando con mi hijo», confesó.