Borrascas más intensas de lo habitual circulan por el lugar del naufragio

SOCIEDAD

Windy

El ciclón Dudley generó un fuerte temporal en el lugar donde se hundió el pesquero gallego

16 feb 2022 . Actualizado a las 12:31 h.

Las condiciones meteorológicas han jugado un papel decisivo en la tragedia del Villa de Pitanxo. El tiempo en la región del Atlántico donde naufragó el pesquero gallego suele ser bastante hostil en esta época del año. De hecho, las borrascas que afectan a Galicia nacen precisamente en el área de Terranova y se mueven hacia el este siguiendo la circulación general de la atmósfera. «La zona de Terranova está en lo que se denomina el storm track (autopista de tormentas) en invierno. Es decir, en la trayectoria de paso de las borrascas. Los vientos y la inestabilidad atmosférica tienden a ser muy acusadas», confirma Juan Taboada, de MeteoGalicia.

Los marineros gallegos conocen bien esas aguas, pero lo cierto es que durante los últimos meses los temporales de viento y oleaje están siendo mucho más severos de lo normal. Y el responsable no es otro que el anticiclón de las Azores, el mismo que evita que llueva en la comunidad gallega desde hace meses.

El bloqueo que está ejerciendo el sistema de altas presiones obliga a las borrascas a circular más al norte de lo habitual. En este momento del año, la radiación solar es muy escasa y el aire tan gélido alimenta potentes ciclones extratropicales. «Este invierno la Oscilación del Atlántico Norte (NAO) ha estado de manera persistente en fase positiva. Eso significa que las altas presiones del área de Azores tienden a estar más fortalecidas de lo habitual, pero también que las borrascas que en esta época del año circulan entre Terranova e Irlanda son más profundas y, por tanto, más activas», sostiene el meteorólogo.

La Agencia Estatal de Meteorología reconocía ayer mismo que la temporada ciclónica en la Península está siendo la más tranquila en los últimos siete años. Únicamente se han nombrado dos borrascas. Sin embargo, en el extremo norte del Atlántico sucede justo lo contrario. Esta situación produce borrascas que se profundizan de manera muy explosiva, es decir, pierden mucha presión en muy poco tiempo.

Durante las últimas semanas se han desarrollado ciclones en Terranova que han perdido hasta 37 milibares en menos de un día y que han afectado principalmente a Groenlandia e Islandia. Este tipo de sistema de bajas presiones tan profundos reciben el calificativo de «ciclón bomba», un término creado por los meteorólogos norteamericanos en los años de la Segunda Guerra Mundial. «El hecho de ser tan profundas significa que tienen menos presión en su centro. Eso provoca que las isobaras estén más apretadas, la diferencia de presión sea más grande y los vientos soplen con más fuerza», sostiene.

Una de esas potentes borrascas se desarrolló en las últimas 48 horas en Terranova. La Agencia Meteorológica del Reino Unido la bautizó como Dudley y propició el mal tiempo con el que se ha encontrado la tripulación del Villa de Pitanxo. «Se movió hacia el noroeste, a la vez que se profundizaba rápido, dejando un aumento importante de los vientos que fueron rolando de nordeste a noroeste», concluye Taboada. Esa rolada del viento, que siempre se traduce en fortísimas rachas, tuvo lugar cerca del punto exacto donde se hundió el barco. Hay que sumar, además, que la temperatura del agua durante el invierno en ese lugar del Atlántico ahora mismo ronda los cero grados.

Mar de viento

Cuesta imaginar el ambiente tan extremo al que tuvieron que enfrentarse los tripulantes del pesquero de Marín. Los registros en el punto exacto del naufragio informan de rachas de viento de 80 kilómetros por hora y olas que superaban los 6 metros de altura. Claro que estas cifras en alta mar son otra cosa.

El peor enemigo para cualquier embarcación es el mar de viento, un fenómeno que en el litoral apenas tiene efectos. Los temporales marítimos en la costa gallega son provocados por el mar de fondo, las olas que se originan a miles de kilómetros e impactan con fuerza en los puertos y paseos marítimos.

Sin embargo, en medio del Atlántico la amenaza es la erosión del océano que produce el aire tan fuerte que provoca la pérdida de presión de la borrasca. El ciclón actúa sobre el Atlántico como lo haría un secador encendido sobre un recipiente de agua, generando un auténtico mar caótico, donde un barco queda a merced de la naturaleza.

Además, las olas que se encuentra una embarcación en esas circunstancias son diferentes a las que se observan cuando alguien las contempla en la costa. Si el viento está soplando sobre la superficie marítima, una parte de la energía de la atmósfera se transfiere al mar, que comienza a ondularse. A medida que el viento se intensifica, esas ondulaciones aumentan hasta alcanzar lo que se llama un mar desenvuelto, un equilibrio entre la altura de las olas y la velocidad del viento. La amplitud del oleaje comprende la distancia entre la cresta, la parte más alta y el valle, la más baja. Sin embargo, desde tierra, en realidad, solo se observa la mitad, pero en alta mar una ola de seis metros es una pared entera de esas dimensiones impactando contra el barco.