El papel del jurado empaña el esfuerzo de TVE por impulsar el Benidorm Fest

b. p. l. REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Manuel Lorenzo Efe

El certamen fue un éxito de audiencia, pero la polémica generada por las votaciones eclipsó su despliegue de medios. El público confio en el televoto enviando 192.000 llamadas y mensajes

02 feb 2022 . Actualizado a las 20:03 h.

El público eurofan ha visto cumplido con el Benidorm Fest un sueño que hasta ahora parecía inalcanzable: la posibilidad de vivir una preselección del representante de TVE en Eurovisión a la altura de otras citas famosas en el continente, como el veterano festival de San Remo italiano o el Melodifestivalen sueco. La corporación nunca había sido tan ambiciosa con este proceso electoral ni había desplegado tantos medios humanos y técnicos para resucitar el espíritu eurovisivo como ha hecho este año.

El ente público y la renovada jefatura de la delegación de Eurovisión le dieron un giro radical a este procedimiento recuperando el nombre del antiguo Festival de Benidorm, un hito musical en los sesenta y setenta, con el fin de impulsar un proyecto que arrancó con grandes aspiraciones y un espectáculo en directo muy superior a otros programas emitidos en años previos. Todo ello envuelto en un aura de elección democrática y de soberanía popular impulsada por la propia RTVE.

El esfuerzo realizado dio sus frutos y tuvo como resultado unos datos de audiencia habitualmente inalcanzables para La 1, aunque finalmente todo el quedó eclipsado por la sospechosa actuación de un jurado que impidió con precisión matemática la posibilidad de victoria de cualquiera de las propuestas favoritas del público.

El Benidorm Fest llegó a TVE como una innovación televisiva para sustituir al frecuente sistema de elección interna y abrir la presentación de candidaturas a todos los artistas mayores de 16 años con nacionalidad española. Según señaló en su día Pérez Tornero, presidente de RTVE, se trataba de apostar por la juventud y la creatividad europea en un momento «de conflictos geoestratégicos en Europa». Además, con su traslado a la Comunidad Valenciana, cumplía también el objetivo fijado de descentralizar las operaciones de RTVE.

El equipo del festival incorporó a productores y compositores como asesores externos para valorar a los aspirantes y evitar, entre otras cosas, un torpedo como el del Chikilicuatre en el 2008. A finales de diciembre, el anuncio del repertorio de artistas seleccionados causó una gran sorpresa dentro y fuera del universo eurovisivo por la diversidad y calidad de una parte de las propuestas. El público y el mundo de la música se volcaron con un cartel imprevisible como nunca había sucedido en España con las fases previas del festival europeo.

Se trataba, como señaló en su día Fernando Macías, coordinador de contenidos de Eurovisión en RTVE Digital y redes sociales, de «rejuvenecer la audiencia y conseguir que Benidorm Fest sea el festival en el que todos quieran estar». También se buscó desde el principio involucrar al público en la elección mediante un lema omnipresente: «Benidorm Fest, el festival que quieres». No el ganador que quieres.

La gestión tuvo éxito. La llamada logró un eco enorme entre la audiencia. Con casi 3 millones de espectadores (2.966.000) y un 21 % de cuota de pantalla en el conjunto de España (la media de La 1 en enero fue de 8,9 %, menos de la mitad), la final del certamen se situó en el puesto 20.º de los programas más vistos del mes de enero en el conjunto de las cadenas. En Galicia, las cifras fueron en proporción muy superiores, con una suma de 475.000 espectadores (un 49,6 % de cuota de pantalla).

El público también confió masivamente en la llamada a la participación por parte de RTVE con la promesa de que su opinión contaría para el resultado y ahí reside la clave de las críticas que ahora se dirigen contra el ente público. En la final se recibieron 1.000 mensajes por segundo y fue preciso alargar el tiempo de votación de 15 a 25 minutos debido al colapso registrado, tal como aseguró RTVE en la rueda de prensa posterior. En total se registraron 192.006 votos, de los cuales 53.623 fueron llamadas y 138.383 SMS, todos ellos de pago.

Pese a la respuesta masiva del público, lo único que prevaleció en el festival fue el criterio del jurado, que valía un 50 % frente el 25 % del televoto. Así constaba desde el principio en las bases del concurso. De las dos opciones más votadas por los espectadores, Tanxugueiras y Rigoberta Bandini, ninguna salió elegida porque la puntuación de los cinco jueces, presuntamente calculada, lo hizo matemáticamente imposible.

Esto generó una avalancha de críticas que obligará a RTVE a replantear su fórmula de cara a futuras ediciones de este festival, que aspiraba a consolidarse como el método de selección del representante de España en Eurovisión y en su primera edición ha visto empañado el trabajo con la desconfianza generada en gran parte de los espectadores. Las dudas sobre el procedimiento han hecho que los políticos se pronuncien sobre una polémica que llegará al Congreso y que incluso que desde dentro del ente público se haya pedido que el resultado quede sin efecto.

Pocos minutos después de que Chanel se convirtiera en la representante española en el festival, quedó convocada la edición del Benidorm Fest 2023. La próxima edición echará a andar en el primer trimestre de este año con la constitución de un grupo de trabajo que analizará los resultados de la primera edición y también su impacto para lo bueno y para lo malo.

La expectación y audiencia masiva del programa de TVE se convirtió en su peor enemigo e hizo que por primera vez se amplificara en la sociedad algo que el público eurofan ha vivido muchas veces. En España, las acusaciones de manipulación han sido algo recurrente en torno a la representación para el festival. Así ocurrió, por ejemplo, durante la elección en directo de Manel Navarro en el año 2017, que generó una algarada en el plató por la disconformidad de los radicales del público con la decisión del jurado. Hubo incluso una posterior agresión a uno de los jueces por parte de un seguidor.