Rigoberta Bandini, Rayden y Varry Brava, en la fiesta de Tanxugueiras

Carlos Crespo BENIDORM / ENVIADO ESPECIAL

SOCIEDAD

Manuel Lorenzo | efe

Junto a sus respectivos equipos y acompañantes, decidieron celebrar el fin del festival con un sarao alternativo al organizado por RTVE

01 feb 2022 . Actualizado a las 18:19 h.

La del sábado en Benidorm fue una noche de vaivenes, de esas en las que las emociones se entrecruzan y levantan una fugaz estela centelleante hasta que la negrura y la calma las engulle de nuevo. Así una y mil veces. En cada conversación. Tras cada abrazo. Había que escapar de allí. Marcar por fin distancia con aquella vorágine, por momentos invadida de toxicidad, que, de alguna manera, había engullido a todos. Y a todo. El Benidorm Fest había acabado. Era el momento de recomenzar.

Visto lo visto y oído lo oído, lo mejor era buscar un entorno aséptico y acogedor. RTVE había organizado una fiesta postfinal en una conocida sala del paseo de Levante. A ella estaban invitados los artistas (no así sus acompañantes), el personal de televisión, los medios de comunicación y ese séquito de divulgadores, tan intensos ellos, que cada año acompañan febriles el discurrir del complejo y cansino proceso eurovisivo. Tanxugueiras declinaron la invitación. Por higiene, no por desprecio. Prefirieron refugiarse en su hotel. Claro que el refugio se tornó colectivo. Rigoberta Bandini, Rayden, Varry Brava y sus respectivos equipos e invitados secundaron el plan y optaron por celebrar el final en el mismo alojamiento.

Sí, por celebrar. Porque aunque a priori se podría pensar que aquella era la fiesta de los perdedores, la sensación era la diametralmente contraria. De plenitud absoluta. De objetivo cumplido. De reto superado. «Si hubiésemos escrito nosotros el guion, no lo habríamos hecho mejor», señalaban desde el entorno de las gallegas, sabedores de que las pandereiteiras habían salido del Palau L'Illa como las ganadoras morales del festival, de que el trío inicia gira en marzo, de que les aguarda un apretado calendario de conciertos y festivales en primavera y verano, y de que están a punto de concluir el que será su nuevo disco, que saldrá este año y al que ya solo le restan tres canciones por ultimar. En este contexto, la preparación del asalto a Turín en mayo supondría un notable contratiempo. Añádanle, además, que a lo largo de los próximos 12 meses Tanxugueiras tendrían que cumplir con los compromisos de RTVE, algo a lo que el representante de España en Eurovisión está obligado por contrato. En términos no muy diferentes se manifestaban desde el entorno de Bandini. La catalana tiene también un año completito por delante —y más que se completará tras su paso por Benidorm— y la odisea de Turín no era lo que mejor encajaba en su programación.

La hermandad exhibida en la noche del sábado en la fiesta en el hotel de Tanxugueiras solo estuvo superada por el desenfado. Tan pronto Olaia, Aida y Sabela se arrancaban con el Ay mamá para júbilo del personal, como los presentes entonaban, o lo intentaban, el «ai laralalá» de Terra. Por la megafonía del salón fueron asomando toda esa colección de clásicos imprescindibles en estos saraos que, quien más quien menos, al día siguiente niega haber coreado. También se escuchó en algún momento el SloMo de Chanel, pero la ganadora del festival estaba en la otra fiesta.

La improvisada reunión se prolongó hasta bien entrada la madrugada. Y si se advirtió cierta bajona fue solo por el cansancio acumulado en una semana demoníacamente frenética. Más de uno habría refrendado a esas alturas los versos escritos por Pessoa: «Sí, estoy cansado / y un poco sonriente / de que el cansancio sea solo esto: / ganas de dormir en el cuerpo, / deseo de no pensar en el alma». De eso se trataba. Tiempo habrá.