—De momento los xenotrasplantes están considerados como «estaciones intermedias» mientras llega el órgano humano adecuado para el trasplante. ¿Puede en el futuro consolidarse como una práctica clínica ya definitiva?
—La falta de órganos humanos para trasplantes podría solventarse con diferentes estrategias. La xenotrasplantación es una de ellas, y pretende ganar tiempo, darle más plazo a los pacientes que seguirían a la espera de recibir un órgano definitivo. Si los órganos de cerdo pueden aguantar y sobrevivir largos periodos de tiempo es algo que desconocemos. Sabemos que en primates, en babuinos se han logrado supervivencias de varios años. Hacen falta más experimentos y tiene que pasar el tiempo suficiente. También los primeros trasplantes de corazón humanos fallecían al poco tiempo y los actuales tienen una razonable y larga expectativa de vida. Otras estrategias serían los organoides, los órganos impresos en 3D o las quimeras, todos ellos mucho más alejados de sus aplicaciones clínicas y todavía en fases de investigación básica.
—Edición genética. Ingeniería biológica. Medicina personalizada. ¿Pueden la ciencia y la tecnología abrir una nueva brecha social, por tratarse de tecnologías que estén solo al alcance de unos pocos?
—Este creo que es uno de los principales problemas y retos a los que nos enfrentamos, recogido en el cuarto principio de la bioética, que es el principio de justicia. Que los tratamientos que se desarrollen estén al alcance de toda aquella persona que los necesite, no solamente de quien pueda costearlo. Naturalmente las empresas biotecnológicas promotoras están en su legítimo derecho de recabar un dinero para resarcirse de las inversiones realizadas, pero estos precios deben ser razonables y asumibles por los sistemas nacionales de salud, los que puedan financiar estos tratamientos para sus ciudadanos.
—¿Existe un límite? ¿Una frontera que no debería cruzar nunca la ciencia?
—Éticamente los problemas llegarían cuando se intenten trasplantar órganos no metabólicos, como el cerebro. Este probablemente sea el límite actual, no solo científico y técnico, sino ético, el trasplante o xenotrasplante de cerebros, si se llega a plantear alguna vez, probablemente sería uno de esos experimentos que no debiéramos hacer. No le veo ningún sentido en estos momentos y sí muchos peligros y problemas potenciales, no solo éticos. Creo que con la cantidad de personas a la espera de riñones, hígados, páncreas, corazones, etc... hay trabajo, investigación y clínica suficiente para los próximos años sin necesidad de meternos en más problemas.