En el mundo animal, a veces el amor es una cuestión de colores. En las aguas saladas de un lago volcánico situado en el Gran Valle del Rift, en África oriental, los flamencos se alimentan de un tipo de algas que contienen unas toxinas que reparten por su plumaje para conseguir un rosa lo suficientemente intenso que consiga captar el interés de alguna hembra el día del gran baile. Es uno de las escenas de cortejo más espectaculares de la naturaleza.
Miles de flamencos realizando una danza colectiva y perfectamente coordinada en la que machos y hembras tratan de seducirse mutuamente. Cuando surge la chispa, una pareja se aleja del grupo para proceder con el juego del amor. La comunidad científica cree que es el color del plumaje lo que decanta la elección de la hembra.