La cara más dura de esta situación la dibujan el 3 % de niños, sobre todo mayores de 12 años, que han tenido pensamientos suicidas y los 61 menores de 14 años que se quitaron la vida en 2020. El rostro menos severo, pero también preocupante, son el 30 % de chicos, casi el doble que antes de la pandemia, a los que sus padres ven infelices: aislados, poco comunicativos, sin ganas de jugar, inquietos, desanimados o llorosos.
Además de las estrecheces familiares, hay otra serie de aspectos que aumentan el padecimiento de estas patologías mentales, como el consumo de tabaco, drogas o alcohol, el maltrato, la violencia de género, los abusos sexuales y de forma especial el bullying, que multiplica por 2,5 las posibilidad de enfermedad e ideaciones suicidas.