La pandemia ha triplicado los trastornos de salud mental en los niños más pobres

Alfonso Torices MADRID / COLPISA

SOCIEDAD

Ana Garcia

Las ideas suicidas entre los menores de las clases menos favorecidas son cuatro veces mayores que entre los que pertenecen a un estrato social más alto

14 dic 2021 . Actualizado a las 19:29 h.

Cada vez son más los expertos que alertan del destrozo psicológico que los meses de confinamiento, las restricciones sociales y el dolor de la pandemia han causado en los niños y adolescentes españoles. Hay varios estudios que demuestran la gravedad de la situación y que pronostican que el goteo de casos durará años. Ahora Save the Children traslada otro preocupante hallazgo a los poderes públicos. La pandemia ha causado graves daños a la salud mental de todos los niños, pero se ha cebado, con mucha diferencia, en los hijos de las familias más pobres.

El estudio realizado por la oenegé no deja lugar a dudas. A la vista de los datos, se puede afirmar que los niños de familias con muy escasos recursos han desarrollado durante la pandemia más del triple de trastornos mentales y de conducta que sus iguales de los hogares más ricos.

La prospección realizada por la organización desvela que el 13% de los chicos pobres de 4 a 14 años tienen síntomas de ansiedad, depresión, miedos, hiperactividad o trastornos alimentarios graves. Cuatro veces más que el 3% de jóvenes de hogares pudientes con síntomas similares.

La proporción casi se repite si el factor que se tiene en cuenta es la pérdida del empleo. Un 10% de los niños de familias con desempleados sufren estas patologías, por un 3% de los chicos de hogares sin parados. De igual manera, los niños y adolescentes sin recursos con ideaciones suicidas (4%) son el triple que los de capas sociales más elevadas (1,25%).

La brecha se amplía

Las familias en situación de pobreza o con grandes carencias viven con estrés, angustia e inestabilidad, situaciones que siempre han sido un factor de riesgo para que sus hijos tengan propensión a los problemas psicológicos, pero esta brecha social en la salud mental se ha ensanchado todavía más durante la pandemia. Si antes del covid la distancia entre ricos y pobres era del doble de trastornos psicológicos, ahora es del triple.

La enorme dimensión del alud de patologías mentales de los niños pobres se ve todavía mejor si se tiene en cuenta que se produce cuando la salud mental se ha agravado sobremanera en todos los chicos, vivan en el entorno familiar que vivan.

Es decir, las patologías de los más vulnerables multiplican por tres o por cuatro una media ya altísima. El estudio indica que el cambio de hábitos, la pérdida de relaciones sociales, la sobreexposición a las pantallas y la convivencia con la enfermedad, el dolor y la muerte de seres queridos ha causado trastornos mentales al 4% de todos los chicos de 4 a 14 años y trastornos de conducta al 7%. El cuádruple y el triple, respectivamente, que en 2017, cuando se cerró la última encuesta oficial de salud.

La cara más dura de esta situación la dibujan el 3 % de niños, sobre todo mayores de 12 años, que han tenido pensamientos suicidas y los 61 menores de 14 años que se quitaron la vida en 2020. El rostro menos severo, pero también preocupante, son el 30 % de chicos, casi el doble que antes de la pandemia, a los que sus padres ven infelices: aislados, poco comunicativos, sin ganas de jugar, inquietos, desanimados o llorosos.

Además de las estrecheces familiares, hay otra serie de aspectos que aumentan el padecimiento de estas patologías mentales, como el consumo de tabaco, drogas o alcohol, el maltrato, la violencia de género, los abusos sexuales y de forma especial el bullying, que multiplica por 2,5 las posibilidad de enfermedad e ideaciones suicidas.

Sobremedicación

Save the Children lanza una alerta a las autoridades porque su estudio, además del grave problema de salud, ha detectado falta de medios en el sistema sanitario español, en muchos casos colapsado para atender los padecimientos mentales de los menores, y, lo que es igual de malo, la falta de sistemas y protocolos de detección temprana para evitar casos más graves o crónicos.

Faltan pediatras, psicólogos clínicos y psiquiatras especializados en infancia, falta coordinación entre atención primaria y hospitalaria, falta inversión y critican que este colapso conduce listas de espera de más de tres meses y una excesiva medicación el tratamiento de los niños.

«Las listas de espera para recibir atención psicológica o psiquiátrica se convierten en un cuello de botella al tiempo que el trastorno suele ir empeorando o cronificándose. Es intolerable que el acceso a la salud mental también dependa de la renta. La infancia y la adolescencia más vulnerable debe tener a su alcance recursos públicos y de calidad», reclama Andrés Conde, director general de la ONG.