Un mirador en el corazón de Galicia

Xosé Ameixeiras
x. ameixeiras CARBALLO / LA VOZ

SOCIEDAD

miguel souto

El monte do Carrio, en Lalín, está cargado de fantasías. Es como el latido de Galicia. Con sus piedras se construyeron monasterios, iglesias y pazos. Y, aun así, conserva círculos líticos, petroglifos, mámoas...

04 feb 2022 . Actualizado a las 12:39 h.

El viento en el monte Carrio cuenta historias de otros tiempos que te pueden dejar helado. A sus 829 metros sobre el nivel del mar da la sensación de ser tan grandioso que a lo lejos se ve media Galicia: Melide, Arzúa, Palas de Rei, Monterroso, Agolada, O Farelo, la Serra do Candán, el Pico Sacro, Antas de Ulla, As Pontes, Arousa y hasta los Ancares nevados. Toda una inmensidad silenciosa que parece al alcance de mano. Uno de sus puntos más altos, la Pena Redonda, donde dicen que existió una torre medieval de los Churruchaos, divide dos parroquias y dos concellos, Santo André do Val do Carrio (Lalín) y Asorei (Vila de Cruces).

En otro alto están los restos de la antigua capilla de San Adrao o San Adrián, del siglo XV. Su memoria se mantuvo en la tradición oral, pero recientemente fue excavada. Ahora se puede ver lo que fue la planta del edificio, así como parte del enlosado interior con grandes lajas de granito y una puerta de acceso en el ala norte de lo que queda del histórico inmueble, un testimonio de oficios religiosos y ceremonias que son historia desde su destrucción, en el siglo XVIII. Cerca está la Fonte do Santo, lugar de ritos cuando las sequías apretaban o cuando las madres llevaban a sus hijos con problemas de movilidad porque aún no se habían inventado los tratamientos de fisioterapia.

Durante las tareas de excavacion, los arqueólogos encontraron bordes de pestaña correspondientes a vasijas cerámicas de la baja Edad Media y una moneda de Alfonso V de Portugal. Los eruditos hablan de leyendas que ligan el origen del célebre Corpiño con este lugar ahora solo habitado por el viento.

A finales de este verano y gracias al afán de la comunidad del monte de Bermés los arqueólogos también excavaron en el Outeiro Grande, en uno de los lados del macizo. Aparecieron piezas que hay que investigar. Actuaron en lo que parecía un castro, pero dieron más bien con un círculo prehistórico. Un henge, según terminología que se aplica a estos casos. Tiene más de setenta metros de diámetro y fue partido por una pista de acceso a un aerogenerador. A no más de 200 metros están las mámoas de las Brañas de Abonxo. Calladas y olvidadas, y hasta rodeadas de eucaliptos recién plantados.

No es el del Outeiro Grande el único vestigio de una construcción circular del Carrio, porque en el Coto Grande hay otra de la misma especie, aunque con diámetro inferior, unos 50 metros. Está este último en la parroquia de Asorei, próximo a las mámoas del Coto de Comballón.

En el Carrio corrieron caballos salvajes y de allí arrancaron piedras para levantar los monasterios de Carboeiro y San Andrés, templos románicos, puentes, pazos, paredes de toda clase y calzadas. Su patrimonio es inmenso. Aun hay quien sigue buscando el Castelo do Busto, pero lo que sí están a la vista son varias estaciones de petroglifos, en su mayoría con combinaciones de círculos concéntricos, como las de Monte Queimado, Fonte da Anella, Fonte das Casiñas, Campo da Guerra o Pena Cantareira. Un monte, en suma, cargado de secretos y leyendas, como la de la Pena Cabalada, una piedra oscilante, y los tesoros ocultos de la tradición popular.