El pasaporte covid no es la panacea, según expertos

Doménico Chiappe COLPISA

SOCIEDAD

Ana Escobar | EFE

Epidemiólogos y vacunólogos coinciden en que se trata de una «herramienta más» para el control del virus pero piden no bajar la guardia

04 dic 2021 . Actualizado a las 19:34 h.

El pasaporte covid refuerza la estrategia de prevención de la pandemia en los territorios que lo han implementado, pero no es la «panacea». Por lo menos, eso aseguran los especialistas. El debate se produce en un contexto en el que los países del entorno empiezan a sufrir una sexta ola agresiva en cuanto a contagios, una vez que se suprimieron las medidas básicas. La situación española, sin embargo, es distinta gracias a que tiene alrededor de un 90% de la población vacunada, y mantiene el uso de mascarilla en interiores. Esas dos medidas, dicen los especialistas, son las verdaderas grandes aliadas.

Sobre el pase covid, Amós García Rojas, presidente de la Asociación Española de Vacunología, advierte: «No es la gran panacea que va a solucionar la situación». «Puede resultar efectivo en los ámbitos donde más se van a producir los contagios, que son los espacios cerrados, mal ventilados, donde nos topamos con amigos o con familiares, con los que, debido a esa relación de confianza, nos quitamos las mascarillas», puntualiza.

En líneas generales, los expertos apoyan esta medida, combinada con las que ya han estado en vigor en los últimos meses. «La profesión médica la apoya, así como apoyamos la vacunación, el lavado de manos, la distancia social», indica Tomás Cobo, presidente del Colegio Oficial de Médicos. «No va a ser la panacea, pero sí útil», subraya.

Una circunstancia que apuntala la defensa de añadir esta prevención adicional a las que ya existen es que «todavía hay una franja de edad en la que la cobertura de vacunación es francamente mejorable», mantiene Ángela Domínguez, coordinadora del Grupo de Trabajo sobre Vacunación de la Sociedad Española de Epidemiología. «Acreditar que una persona ha sido vacunada o no se encuentra infectada está totalmente justificado en lugares de ocio cerrados, donde se realicen actividades de baile y movimiento, restaurantes y otros sitios donde no se pueda tener una distancia de seguridad ni mascarilla».

En las ocho comunidades autónomas donde se aplica la medida, el pasaporte covid identifica a quienes tienen la actual dosis completas de la vacuna, «pero los requisitos pueden cambiar», indica Domínguez. «Con el tiempo se puede empezar a pedir la tercera dosis, un diagnóstico de prueba negativa, haber pasado la enfermedad u otras garantías de control inmunológico».

Tiene ventajas y desventajas. Entre las primeras, es una «herramienta más que nos sirve para proteger sobre todo a los más vulnerables, los mayores», dice Cobo. Por otra parte,impide que los no vacunados, con más riesgo de síntomas graves, se expongan a situaciones de mayor riesgo. Además, podría incentivar la vacunación en aquellos que, por diversas causas, no se han pinchado.

No obstante, desde que se puso en marcha el pasaporte, ese efecto llamada no se constata en las cifras. Menos de 10.000 personas diarias han acudido a ponerse la primera dosis, una proporción ínfima para los más de cuatro millones sin vacunar. «No añade mucho y no tenerlo no nos hace perder prácticamente nada», refuta José Martínez Olmos, especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública. «Pero ahora con la tercera dosis sí podría resultar un incentivo», añade.

Por último, ayuda a prevenir, junto a otras medidas, los ingresos en uci, hospitalización y muerte. «Una persona vacunada todavía puede ser transmisor del virus, pero claramente de una manera muchísimo más atenuada. El pasaporte de vacunación puede pedirse en restaurantes, transporte público, aviones y todo aquello masivo», propone Cobo.

El mayor inconveniente: la falsa sensación de seguridad de quien lo porta. «El pasaporte no va a impedir que sigan creciendo los datos», dice García Rojas. Va más allá Martínez Olmos: «Es un debate artificial. Lo importante es cómo enfatizamos las medidas de control de la interacción social, cómo hacemos que la gente siempre utilice la mascarilla y mantenga la distancia de seguridad. Cómo los convencemos de que se vacunen». 

Otro punto negativo es su sesgo elitista en países donde hay pocas vacunas o son caras. No es el caso español pero sí de otras regiones, «donde las personas que no tienen acceso a las dosis van a estar en desventaja al tener restringida la entrada a determinados lugares, y amplía la brecha de la equidad», alerta Domínguez.

A nivel nacional, juega en contra la falta de normativas comunes entre las autonomías, y la falta de coordinación por parte del Consejo Interterritorial de Salud. «Deberíamos estar armonizados al máximo y tener un mensaje común», ratifica Cobo.

En cualquier caso, los expertos exigen no bajar la guardia. «Mientras haya gente sin vacunar, el virus tendrá difusión y la línea seguirá ascendente», sentencia García Rojas, que recomienda una «triple vertiente de intervención: vacunar y seguir vacunando, volver al discurso que incentive la prevención mecánica (mascarilla y distancia de seguridad), y la higiene». Estas tres medidas son más eficaces que el pasaporte, coinciden los consultado, porque «la vacuna evita los casos graves, pero no la transmisión», recuerda Domínguez.