«Que los hombres progresistas van a ser siempre aliados feministas es un mito»

Tamara Montero
tamara montero SANTIAGO / LA VOZ

SOCIEDAD

Sandra Alonso

La periodista Ana Bernal Triviño reivindica el poder pedagógico del documental sobre Rocío Carrasco: «Eso demuestra qué poco sabemos de la violencia machista. Ni siquiera las víctimas tienen herramientas para saber que la están sufriendo»

27 nov 2021 . Actualizado a las 10:10 h.

En la memoria de Ana Bernal Triviño (Málaga, 1980) aún permanece el mensaje de una mujer del Valle de Arán que le contaba que, gracias al documental sobre Rocío Carrasco, su hermana dejó de negar la violencia de género que había sufrido durante seis años. Periodista y profesora universitaria, Bernal Triviño habló de negacionismo y bulos sobre la violencia machista en una jornada de la Asociación de Periodistas de Galicia.

-Uno de cada cinco varones jóvenes niega la violencia machista. El dato se comenta solo, pero tengo que pedirle una valoración.

-Ese resultado no es casual. Hay, obviamente, un esfuerzo político detrás para que ese pensamiento cale y donde más puede calar es en las generaciones jóvenes. Estos datos tienen que ponernos alerta y a partir de ahora decidir si vamos a dejarlo igual o vamos a tomar algún tipo de medidas para que la juventud tome conciencia de que la violencia de género es otra cosa y que por supuesto el feminismo ni de lejos está en contra de los hombres, sino de los agresores y delincuentes.

-Siempre que se produce una ola feminista hay una reacción machista igual de intensa. 

-Antes de la manifestación del año 2018 en las redes sociales había un feminismo muy articulado, íbamos todas a una. Creo que fue un caldo de cultivo para unirnos, para crear red, nunca mejor dicho, para que las que estábamos distanciadas fuésemos articulando mecanismos de defensa de los derechos humanos. Por esa época, hubo dos situaciones muy representativas: los casos Juana Rivas y la Manada. Esos fueron dos temas que tuvieron tal calado en la sociedad, que evidenciaron tanto la violencia institucional y la violencia judicial, que supusieron un antes y un después. Esos dos hechos fueron un impulso nuevo para crear una cuarta ola feminista, también muy centrada en la violencia sexual que sufren las mujeres. Obviamente, cuando el machismo ve que las mujeres se unen, hay esa ola de reacción. De hecho, siempre está, aunque a veces de forma más latente cuando no se están haciendo nuevas peticiones. Por ejemplo, cuando se toca el tema de la violencia sexual, se toca un tema muy tabú, muy silenciado y muy normalizado. Hemos pasado de denunciar violaciones cada ocho horas a denunciarlas cada cinco. Eso evidencia que hay una mayor conciencia social, que dejamos de normalizar situaciones.

-Cada ola feminista se ha centrado en avanzar en algún derecho: educación, voto, lucha contra violencia de género y ahora contra la violencia sexual. Usted misma hablaba de esa sorpresa al ver que hombres cercanos a posturas progresistas niegan estas situaciones.

-Todas nosotras caemos. Igual que está el mito de la maltratada, o el mito del agresor, tenemos un mito sobre que los hombres progresistas, o de pensamiento de izquierdas, van a ser aliados de nuestra lucha siempre. Y no. Al fin y al cabo son hombres que se han educado en el machismo y con los que te encuentras la sorpresa, lo cual evidencia que tanto en derecha como en izquierda te sigues encontrando machismo porque es un pensamiento y una educación.

-Y eso en un contexto de casos terribles como el de Igualada.

-El caso de la Manada fue el que puso sobre la mesa la intimidación ambiental, qué es abuso y qué es agresión... Y estamos yendo hacia una redefinición. Por eso estos ofendidos ahora dicen eso de que si para tener sexo hace falta tener un contrato. Es algo absurdo. Cuando tú tienes un bebé sabes cuándo quiere comer, y no habla. Tampoco es tan complicado, hablamos de lo mismo. Sabemos perfectamente cuándo alguien quiere tener sexo y cuándo no. E intentan también ridiculizar el feminismo llamándolo beato, conservador, puritano... cuando en realidad hablamos de nuestra propia autonomía sexual. Y sobre el caso de Igualada, ocurre que al final parece que nos tienen que asesinar o violar de la forma más cruenta para ser noticia, cuando hay una violación cada cuatro horas. Eso también nos debe hacer reflexionar sobre el modelo de educación sexual, con tantos jóvenes educados por la pornografía. Y hace poco escribí sobre el aumento de violaciones con sumisión química. Es algo así como: ahora que estáis hablando de consentimiento, de que se va a a cambiar la ley, te lo anulo. Te drogo y no hay consentimiento, no vas a ser consciente de lo que te voy a hacer. Eso revela hasta qué punto puede ser de perverso y dañino el machismo, que es capaz de todo por tener el poder y salirse con la suya.

-En el caso de Igualada además convergen varios discursos patriarcales: a las mujeres no se nos permite estar solas en ciertos lugares y a ciertas horas.

-Eso demuestra que no hemos aprendido nada del caso de la Manada. En ese caso, al final el tema de debate era qué hizo ella, la agresión pasaba a un segundo plano. Con el caso de Igualada estamos haciendo exactamente lo mismo: cómo se le ocurre salir, hablar con tal... Nuestro desarrollo cognitivo está bajo el machismo y asociamos ese pensamiento. El gran mito de la violencia sexual es el caso de Igualada, porque la mayoría de las violaciones suceden en el ámbito privado, no son con desconocidos.

-La imagen de una agresión es un desconocido violento en un callejón. Y esa es la excepción.

-Esa es la minoría, al final la mayoría proceden del entorno cercano: familiares, compañeros de trabajo, amigos, o de tu propia pareja. Seguimos alimentando ese mito, como si la violación no pudiese ocurrir dentro del hogar, con la propia pareja.

-El Ministerio de Igualdad premiaba ayer el documental sobre Rocío Carrasco, en el que ha participado. La reacción contra la lucha feminista la ha sufrido en sus propias carnes.

-Me encontré con dos daños. Obviamente, con la reacción machista, que perdura, y lamentablemente me encontré con una reacción de una parte del feminismo que en ese odio a Telecinco como cadena era incapaz de reconocer cuando algo se hacía bien. A mí me gusta reconocer programas que lo hacen bien y programas que lo hacen mal, periódicos que lo hacen bien y mal. Lo que tenemos que hacer es que los que lo hacen bien sean referente para seguir mejorando. Personalmente, creo que el caso Rocío Carrasco ha ido muy en contra de la cadena, porque esas mujeres que han tomado conciencia han visto como la cadena ha mercantilizado parte de ese contenido.

-¿Ha servido para llevar el feminismo a sectores sociales a los que no habría llegado de otro modo?

-En mi trabajo siempre he puesto por delante a las víctimas. A las conferencias venimos una gran parte de la población que ya está concienciada, y a las conferencias nunca, nunca, nunca, viene una mujer a reconocerse como víctima. La que está siendo en ese momento maltratada no toma conciencia leyendo un ensayo feminista, porque no lo va a comprar, ni viniendo a una conferencia. Como no se reconoce como víctima por adelantado no va a venir a un acto de este tipo y por otro lado, era la única manera de llegar a un tipo de público al que habitualmente no se llega. Me han contactado muchas mujeres del ámbito rural, mujeres que viven en situaciones de mucho aislamiento, de mucha dependencia económica y presión social. Eso demuestra qué poco sabemos de la violencia machista. Ni siquiera las víctimas tienen herramientas para saber que la están sufriendo. Ahora le han puesto nombre: luz de gas, violencia vicaria... Poner nombre es muy importante. Es como cuando te diagnostican una enfermedad.

-Para Rocío Carrasco no ha supuesto gran cambio. Su caso no se ha reabierto. Pero quizá sí supuso un cambio social y sobre todo un cambio de relato: la cadena despidió a Antonio David.

-Y sin embargo las está pagando muy duras, porque la cúpula de La fábrica de la Tele, responsable del documental, ha recibido ataques, sobre todo en las redes sociales. Anais Peces, la directora, me llamó y me di cuenta de que estaba muy sola y sé lo que es estar sola en un medio de comunicación intentando luchar por esto. Si no dábamos el paso era una ocasión perdida. Nos quejamos muchas veces de que no tenemos voz en los medios de comunicación y cuando nos la estaban dando ¿iba a decir que no? Insisto, hay compañeras feministas que me han dejado de hablar por ir al programa, pero para mí las víctimas son lo primero y hacer pedagogía para mi sigue siendo lo primero, porque la sociedad no sabe de qué va esto. En el caso Rocío Carrasco, aprendió todo el mundo. No solo quien miraba la pantalla, sino dentro de la propia productora, los responsables de La fábrica de la Tele y todas aprendíamos poco a poco porque nos llegaban relatos de víctimas. Siempre digo que el mayor máster es escuchar a las víctimas.

-Más allá del documental, ¿se está mercantilizando el feminismo? Se habla de moda, de camisetas, de influencers feministas...

-En el mundo de las infuencers tenemos compañeras que conocen la historia del feminismo y conocen sobre todo la agenda feminista, que es lo que continuamente se intenta boicotear. Lamentablemente, hay otras compañeras que no saben de esto y están ejerciendo mucho daño, porque están vendiendo una imagen que no es el feminismo, están vendiendo como feminismo algo que no lo es. Hablan de que la prostitución te empodera y te hace fuerte, o dicen lo mismo del velo, cuando hay mujeres que están siendo encarceladas en países de Oriente Próximo por quitarse el velo. Hablamos mucho de la ultraderecha y tenemos que hablar de ella, pero a veces dentro de la izquierda se nos están colando unos mitos y bulos como catedrales que hacen muchísimo daño, porque cuesta más desterrarlos por ser menos evidentes. Se visten de un buenismo y disfrazan al resto de las feministas como malas, perversas y dicen que el feminismo no es vuestro... El feminismo es el que es y tiene una agenda. Seguro que si llego a un sindicato y digo que voy a implantar la jornada laboral de 12 horas me dirían que qué hago, si la lucha fue para que fuese de ocho. Esto es igual, tenemos una agenda feminista histórica, que debemos a nuestras antecesoras y muchas se han dejado la vida en ello. Y por todas las víctimas tenemos que hacerlo, no solo de la violencia de género, también las víctimas que están en los burdeles, dentro de esas cárceles. Tenemos todavía muchísimas deudas y hace mucho daño esa moda feminista de colocarse la etiqueta sin saber realmente qué es el feminismo.

-¿Hay un caballo de Troya?

-Hacen mucho daño porque calan muy fácil. Por ejemplo, con el mito de la libre elección para prostituirse, las afirmaciones las hacen sin contexto y las hacen sin reconocer la desigualdad anterior. Es muy perverso. ¿Qué le estamos diciendo a las nuevas generaciones. ¿A las chicas les estamos diciendo que se prostituyan? ¿A los varones que se hagan proxenetas?

-Puteros, más bien.

Limpian la imagen y terminan por considerarlo algo normal y por normalizar todas las violencias. El caso de Rocío Carrasco a mí me evidenció que no se entendía lo más básico, que es la violencia de género. Y si no se entiende la violencia de género, ¿cómo se va a entender el debate de la prostitución o los vientres de alquiler? Es imposible. Estamos en la primera etapa y hay que hacer refuerzo para que se terminen por comprender el resto de las violencias.

-Lo que decía, ni siquiera las víctimas saben nombrar lo que les ocurre.

-Ya no es la sociedad, es que las víctimas no tienen herramientas para identificar, no saben qué les pasa, está presente ese «a mí no me va a tocar» porque hay tantos mitos sobre la víctima (pobreza, bajo nivel educativo, que no tienen fortaleza...).

-Ahora que se abre el arco de violencias, como con el caso de Juana Rivas, ¿qué autocrítica debemos hacer los medios sobre nuestro papel?

-En el caso de Juana Rivas se ha puesto mucho el foco en ella y no en los menores. Cuando la Justicia no escucha a los menores y normaliza tanto tiempo la violencia vicaria... Esto es una correa de transmisión y muchas veces en la mesa de tertulia me he encontrado indefensa porque el compañero decía «es que lo dice la sentencia». Hay tantos compañeros que se agarran a la Justicia que no ha hecho justicia para seguir alimentando el mito de las víctimas que obviamente el medio de comunicación se contamina y a ti te deja indefensa, porque tú, que tienes otra mirada y la perspectiva, di que un juez se está equivocando y tú como periodista también. La sociedad dice que la Justicia tiene la última palabra, y precisamente la Justicia no siempre es justa. El ejemplo es la violencia vicaria: hay 44 menores asesinados y no han sido tratados ni por la Justicia ni en los medios como violencia vicaria. Eso evidencia el daño que hace la mala praxis, como ha condenado durante décadas a muchísimos menores.

-En los últimos años sí se ve cierto avance. El caso de José Bretón no se trató como violencia vicaria, pero el de Tenerife, sí.

-Espero que a partir de ahora reconozcamos la violencia vicaria. Quiero creer que ahí hemos dado un paso definitivo. La pena de todo esto es que al final tiene que haber víctimas, porque solo nos creen cuando nos matan. Igual que el caso Ana Orantes fue como un paso más allá en el reconocimiento de la violencia de género, el caso de las niñas de Tenerife creo que ha servido para dar definitivamente ese paso. Pero al mismo tiempo piensas en cuántas madres se han quedado desprotegidas, han sido tratadas de forma injusta. Tenemos que hacer un ejercicio de memoria, honor y reconocimiento a todas ellas porque al fin y al cabo hace un mes o dos habló Ruth Ortiz y dijo que una vez que todo se cerró, la sociedad la olvidó. No tenía apoyo del Estado. ¿Qué ocurre con una madre que además está rota y que cada mañana se levanta sin sus hijos porque un hombre para hacerle daño la ha condenado a eso? Ella manifestaba que se había sentido así.