Ángel Martín: «Lo duro no es la locura, es el después; cuando salí del hospital creí que no iba a remontar»

SOCIEDAD

Jotxo Contumaz Studio

El presentador y monologuista se abre en canal en «Por si las voces vuelven», el libro que le gustaría haber leído, dice, cuando se volvió loco

20 nov 2021 . Actualizado a las 09:23 h.

Allá por el 2017, Ángel Martín (Barcelona, 1977) -el de Sé lo que hicisteis..., el del informativo matinal en Twitter para ahorrar tiempo- empezó a viajar en el tiempo, a hablar con los perros, a codearse con superhéroes, incluso llegó a «morirse» y regresó del más allá. Tan sutilmente se desencajaron las piezas en su cabeza que nadie a su alrededor se tomó en serio sus discretos comentarios disparatados hasta que un día una desconcertante publicación en Facebook hizo saltar las alarmas. El cómico y presentador se rompió por completo, tanto como para que tuvieran que atarle a la cama de un hospital psiquiátrico para evitar que pudiera hacerse daño, cuenta ahora, cuatro años después, en Por si las voces vuelven (Planeta), un texto con vocación triple: la de catarsis, la de manual privado al que recurrir en caso de recaída y, directamente relacionado con esto, la de salvavidas para cualquiera que haya pasado o esté pasando por algo parecido, «para romper de una vez por todas el estigma de las enfermedades mentales».

—Su chica se despertó un día con un mensaje público en su perfil de Facebook en el que la felicitaba por haber conseguido un increíble éxito de taquilla con el estreno de «Wonder Woman».

—Hace falta que pase algo extremadamente salvaje para que la gente que te rodea diga qué está pasando aquí. En mi caso fue una publicación en redes que, incluso, la mayoría de la gente que me conocía dio por sentado que era una broma interna entre mi chica y yo, pero obviamente ella se dio cuenta de que había algo raro. Fue la que dio la voz de alarma.

—¿Se volvió loco o siempre lo había estado y no lo sabía? ¿Cree que la locura puede estar ahí dormida sin que lo sepamos?

—Creo que todos podemos tener un cúmulo de cosas y que, de repente, suceda algo, que ni siquiera tiene que ser lo más grave de todo, que haga que el cerebro se parta en dos. A lo mejor es una cosa muy pequeña, pero tu barra de petar estaba en el 99 % y esa cosa es de un 2 %. Te llega a pillar en el 70 % y no pasa nada, pero te ha pillado en el 99 %, y todo ha reventado.

—Al pensar en alguien con problemas de salud mental, uno se imagina a alguien triste, apagado, sin apenas contacto social y usted es el ejemplo de que también la gente activa, extrovertida, simpática, exitosa puede estar viviendo un auténtico infierno en su interior.

—No, pero no es ningún infierno lo que estás viviendo. Y ahí hay un gran problema, que se confunde. Durante un episodio de locura, no notas que esté pasando nada raro, en realidad tú estás bien, tú vas andando por la calle y si un perro se para a hablar contigo, te paras a hablar con el perro. En ningún momento piensas, vaya movida estoy teniendo, porque estás convencido de que estás hablando con un perro porque los perros hablan. Y si alguien te mira, piensas que te está mirando por hablar con el perro, que es lo más normal del mundo, que es cosa suya que te miren. Cuando eres consciente de lo que ha pasado es después y ahí es donde empieza la recuperación, no durante. Lo duro no es la locura, es el después; al salir del hospital pensaba que no iba a remontar jamás.

—Habla a pecho descubierto de comportamientos extremos y, también, de consumo habitual de drogas. ¿Está preparado para las reacciones menos amables?

—A nivel individual me preocupan cero, vengo de la tele, estoy más que acostumbrado a que las cosas que digo se saquen de contexto, pero sí me tiene un poco inquieto que, al ser un tema delicado, se aproveche para llevarlo a un sitio que no es, en lugar de para seguir remando con el objetivo de quitar el estigma de la salud mental. La intención no es la de sumar más oscuridad o generar miedo.

—¿Ese era el objetivo del libro, desestigmatizar?

—Cuando estaba en lo más hondo, me hubiese venido muy bien un texto como este; de hecho, llevaba tiempo pensando en escribir lo que me había pasado, como una especie de manual personal, por si tenía una recaída. Y cuando surgió la posibilidad pensé, hazlo no solo para ti, hazlo por si a alguien le sirve, cuéntaselo a la gente por si de repente descubren algo que no han probado, que no han intentado, que no habían pensado.

—¿Qué señales deben alarmarnos, de nosotros mismos y de los demás?

—No había pensado cómo resumirlo solo en una frase hasta que me escribió alguien para contarme lo que le pasaba y me comentó una pista clave para saber cuándo hay que pedir ayuda: si tienes la sensación de que durante un rato has estado viviendo en un mundo distinto, un mundo muy guay en el que todo encajaba, en el que todo eran señales, y de repente ya no, si no eres tú el que de forma consciente está jugando a eso (a que los colores signifiquen algo, a que ciertos olores sean señales de que algo va bien…), probablemente ese sea el momento de decírselo a alguien. Esa sensación de vivir entre dos mundos.