Octavio Salazar: «En la actualidad hay un regodeo en exhibirse como machista que antes no existía»

Javier Becerra
Javier Becerra REDACCIÓN / LA VOZ

SOCIEDAD

Octavio Salazar
Octavio Salazar CINTIA SARRIA

El catedrático de Derecho Constitucional y especialista en temas de igualdad impartirá una conferencia esta tarde en A Coruña y varios talleres para escolares

01 nov 2021 . Actualizado a las 15:42 h.

Desde el punto de vista de Octavio Salazar, los hombres, en general, están muy lejos de lo que reivindica el feminismo en el año 2021. «Solo una mínima parte están respondiendo a esa interpelación y planteando que esto es una transformación que tiene que ver con las mujeres, pero especialmente con nosotros. La mayor parte están en esa pasividad y ven todo esto como algo ajeno a ellos». Sobre ello hablará esta tarde en A Coruña (Ágora, 19.00 horas, entrada libre) en una ponencia que lleva por título ¿Dónde estamos los hombres? Del silencio cómplice a la responsabilidad.

-Afirma que la crisis del coronavirus ha puesto de relieve aún más la desigualdad. ¿Por qué?

 -Se ha puesto de manifiesto lo mal organizada que tenemos la sociedad, desde el punto de vista de cuáles son las responsabilidades de hombres y mujeres. Hubo una crisis de cuidados, los que reciben las personas dependientes, los niños y las niñas. Toda esa esfera tradicionalmente se desempeñó por las mujeres. Ahora hemos visto que son los más necesarios y los más fundamentales para el sostén de la vida y nuestro bienestar. Eso indica que necesitamos otro modelo, otro tipo de pacto entre hombres y mujeres que deje atrás esa idea de que lo público es masculino y lo privado femenino.

-Se dice que, en muchos casos, el hombre moderno interpreta la igualdad solo en clave de cambiar pañales. ¿Qué piensa?

-Para muchos hombres, y yo el primero, el momento de enfrentarse a la paternidad sirve para plantear una revisión de esa idea tradicional de ser hombre en la que hemos sido educados. El problema está cuando nos centramos, de manera muy superficial, en ese modelo de nuevos padres, que resulta tan atractivo desde el punto de vista del mercado. Pero no va acompañado de una transformación que trascienda a esa parte más gratificante del cuidado, que es la que habitualmente asumimos. Creo que la responsabilidad y el peso mental y emocional que supone cuidar a los hijos y las hijas sigue siendo mayoritariamente de las mujeres. En el mejor de los casos, les ayudamos. Fíjate cómo muchos hombres usan esa expresión: «Yo ayudo a mi mujer». Con lo cual estás poniendo de manifiesto que la responsabilidad es de ella y que tú, generosamente, la ayudas de vez en cuando en momentos determinados. Desde ese punto de vista, claro que hay que revisar ese modelo de paternidad e ir a la corresponsabilidad. Hoy es más un deseo que una realidad. Insisto, no es solo bañar a los niños, llevarlos al parque y acompañarlos al colegio. No, hay todo un sostén emocional, de planificación y tener todo eso en el disco duro. 

-La explosión feminista de los últimos años ha descolocado a muchos hombres. Quieren estar ahí, pero no saben muy bien cómo. ¿Lo percibe usted?

-Sí, ocurre eso. Nos faltan referentes de otras masculinidades distintas a las habituales. Hace falta una labor casi pedagógica para demostrar que podemos sociabilizar de otra manera. Esa tarea no la tienen que hacer las mujeres, que ya tienen bastante con lo suyo. Creo que los hombres comprometidos con el feminismo tendríamos que dedicarnos a eso, a llamar la atención de esos hombres que están muy perdidos y que no saben actuar con unas claves distintas a las que fueron educados. Es un proceso complicado, porque hay que desaprender. Ahí tenemos que poner el foco y desde edades tempranas. Por eso es importante el ámbito educativo. En una determinada edad aparece eso. De ahí ese dicho del feminismo: las mujeres están esperando hombres que todavía no existen y los hombres siguen todavía pensando que mujeres que ya no existen. Tenemos ahí una especie de divorcio terrible.

-Le planteo un ejemplo práctico y que ha dado mucho que hablar. ¿En una manifestación como la del 8M, dónde cree que tiene que estar el hombre, portando la pancarta, unos metros detrás de las mujeres o al final de todo?

-No hay que olvidar que el sujeto del feminismo son las mujeres y que de ninguna manera hay que usurpar ese lugar, ese protagonismo y esa voz. Tenemos, eso sí, que ser partícipes y parte de ese proyecto transformador. En acciones concretas como el 8M tenemos que estar en un plan secundario. Nos corresponde ser compañeros, acompañantes y, aunque nos cuesta mucho, no tener la palabra en ese momento [risas].

«Los medios me dan más eco a mí que a lo que puedan decir unas compañeras que van a decir lo mismo o mejor que yo»

-A veces hay posturas que transmiten una idea del tipo: «¡Qué suerte tenéis las mujeres de conocer a hombres tan feministas como yo!».

-Sí, ese es un riesgo en el que a veces los hombres que estamos en esta historia caemos. Seguimos siendo muy machistas por dentro y tenemos esa tendencia a tener el protagonismo. Incluso los medios de comunicación a veces nos dan más protagonismo a nosotros que a ellas. Yo a veces soy consciente que, como hombre que me dedico a esas cuestiones, los medios me dan más eco a mí que a lo que puedan decir unas compañeras que van a decir lo mismo o mejor que yo. Estamos en una sociedad en la que parece que nuestra palabra vale más. Y cuando te metes en terrenos como este, y te conviertes en un hombre excepcional por poco usual, parece que mereces más foco. Hay que guardar un equilibrio muy complicado entre ponerse las pilas y no usurpar un espacio que es de las mujeres. El equilibrio no es fácil. Pero hay que ir haciéndolo poco a poco.  

-Se queja de que faltan referentes masculinos en el plano de la igualdad. 

-Sí, por ello es tan importante la pedagogía. De entrada, para desmontar mitos sobre lo que representa el feminismo. Tanto en las redes sociales como en algunos medios de comunicación aparece un lenguaje muy reactivo contra el feminismo. Muchos hombres se acogen a ello. Ante esa realidad hay que responder explicando de manera muy divulgativa la realidad de la desigualdad. Pero es que, además, con ello tendremos un sistema más justo, seremos más felices y tendremos más entendimiento. Para eso hay que acercarse a los hombres para explicarles que esa masculinidad tradicional es una especie de jaula que nos encorseta, nos limita y nos obliga a comportarnos como esos machotes y esos hombres de verdad. Eso es una auténtica losa para cualquier individuo que tenga una visión mucho más libre de la existencia. Pero sí que faltan los referentes, los que sin embargo las mujeres sí que tienen para trabajar con las niñas. Para nosotros no hay prácticamente nada. 

-¿Al bum feminista le ha acompañado otro machista?

-Claro. Siempre que se avanza en cuestiones de igualdad hay una reacción por parte de la sociedad que ve que eso puede poner en peligro su situación de privilegio y poder. ¿Qué ocurre ahora? Que a ese movimiento reactivo se suma un contexto de varias crisis económicas mundiales y las redes sociales, que permiten que calen discursos emocionales, populistas y simplistas con mucha facilidad. Ahí se encuentra un caldo de cultivo perfecto para ese machismo. Pero es que, además, eso está siendo incorporado a discursos políticos de partidos que llegan a las instituciones y gobiernos. Legitima ese tipo de posicionamientos. La gente decía: «Yo no voy a decir que soy machista porque está mal visto». Pues ahora se pierde ese miedo e, incluso, en la actualidad hay un regodeo en exhibirse como machista que antes no existía.

-¿Estamos en el momento de decir «soy machista, ¿y qué?», incluso entre gente joven?

-Sí, lo percibo en mi alumnado y cuando doy cursos en institutos. Veo cómo ha calado eso. Antes había miedo a pronunciarse, pero ahora lo sueltan con una tremenda alegría. Se sienten legitimados, porque estamos generando un contexto social que legitima ese tipo de discurso. Ahí los hombres tenemos una responsabilidad muy fuerte: contrarrestar todo ese tipo de acciones. A veces veo que hay jóvenes que no están en esa línea, pero ceden el espacio a estos grupos que son más combativos. Los hombres deberíamos dar un paso y decir: «Estos discursos no son aceptables y no se pueden tolerar». Colocarnos en una situación de incomodidad frente a esos iguales que están lanzando ese tipo de barbaridades.

-Además de la conferencia, dará talleres para escolares. En uno de los puntos habla de lo que denomina «el triángulo de la mala educación»: amor romántico, pornografía y prostitución. 

-Percibimos en el tema educativo que los más jóvenes, lejos de avanzar, están mostrando actitudes muy regresivas respecto a cómo entienden las relaciones. No hace falta ni siquiera hablar con ellos. Llega con ver los productos que consumen en la televisión, el cine, las redes sociales y la música. Hay un elemento clave que es cómo entendemos la sexualidad y cómo nos relacionamos con la sexualidad de las mujeres y el cuerpo de las mujeres. Ahí está el origen de buena parte de los problemas, del entenderlas como objetos disponibles para satisfacer nuestros deseos. El modelo de sexualidad que está reflejado en el porno en muchos casos legitima la violencia sobre ellas. Y la prostitución tampoco desaparece. Los datos nos indican que aumenta al consumo de la misma. Refleja muy claramente esa idea de que los hombres, en este caso teniendo dinero, podemos disponer de la sexualidad y el cuerpo de las mujeres.   

-Seguramente le habrán dicho que siempre ha habido pornografía, que el problema no es nuevo.

-La gran diferencia es la entrada. Ahora un niño de 7, 8 o 9 años tiene en su mano un móvil que tiene acceso, a veces involuntariamente, a contenido sexual. Es que la pornografía te la encuentras aunque no la busques. Eso es una diferencia cualitativa. Todo eso sin tomarse en serio la sexualidad en la educación. Tenemos el cóctel perfecto para lo que estamos viendo. 

 -Una parte de la sociedad no quiere ese tipo de información para sus hijos y le gustaría vetar que personas como usted les hablen. ¿Qué piensa?

-Eso es otro elemento nuevo. Se cuestionan determinados contenidos educativos. En ese sentido, me remito a las leyes. Esto tiene que ver con cómo nos construimos y cómo nos relacionamos. En eso también están estas personas que tienen una dimensión pública. Si empezamos a cuestionar eso, cuestionamos la democracia. Educar en democracia es formar a individuos para que puedan desarrollar libremente su personalidad. Y estar suficientemente preparados y concienciados, en conocimientos, virtudes y valores cívicos. Eso nos van a posibilitar una convivencia pacífica. Ese es el gran reto que tenemos como educadores. Pero enfrente se encuentra la postura de que eso atenta al derecho de los padres. Es algo que tenemos sin resolver, pero yo creo que ya desde la Constitución del 78. Tiene que ver con nuestro modelo educativo. Lo que nos llevaría a otro debate. Yo soy padre pero, como tal, no entiendo que tengamos un derecho absoluto sobre los hijos e hijas. Siguen siendo ciudadanos y hay una responsabilidad de la sociedad. Me parece muy peligrosa esa línea, en virtud de la cual, la moralidad, la religión o las creencias de cada cual puedan ir estableciendo excepciones a lo que la educación pueda ofrecer. Eso sería una espiral sin salida.   

  -Hablará también de prostitución. El Gobierno ha anunciado que la prohibirá en lugar de regularizarla. ¿Le parece la postura adecuada?

 -Frente a esa práctica, que implica explotación y servidumbre de las mujeres y poder de los hombres, la única respuesta democrática que se me ocurre es justamente acabar con ese sistema. El modelo es no ir contra las mujeres prostituidas, sino poner el foco en los que hacen posible que exista la prostitución: los proxenetas y los sujetos prostituidores hombres que legimitan que eso funciona. Creo que es la respuesta correcta.