Un intercambio de bebés con final feliz: «Tenemos ocho abuelos, dos padres y dos madres»

Darío Menor COLPISA / ROMA

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La RAI estrena mañana una película que cuenta lo que les ocurrió a Caterina Alagna y Melissa Foderá, nacidas en Sicilia con pocos minutos de diferencia en la Nochevieja de 1998

16 sep 2021 . Actualizado a las 16:31 h.

El intercambio de bebés en la maternidad de un hospital, pesadilla recurrente de cualquier madre cuando está dando a luz, volvió a colarse en la actualidad con el caso de Logroño, en el que un error afectó de forma irreparable a dos niñas hace 19 años. Pero en algunos casos esta historia puede acabar con lo más parecido a un final feliz. Un final incluso de película y de libro. Lo van a comprobar los italianos que este jueves sigan en las pantallas de la Rai Sorelle per sempre (Hermanas para siempre), una cinta que cuenta la historia real de Caterina Alagna y Melissa Foderá, dos jóvenes nacidas con pocos minutos de diferencia en la Nochevieja de 1998 en el hospital de Mazzara del Vallo, una localidad de la costa occidental de Sicilia.

Durante tres años las familias criaron a la hija equivocada hasta que la casualidad quiso que las niñas coincidieran en la misma clase de la guardería. Marinella Alagna, una de las madres, se llevó una sorpresa cuando, al ir a recoger un día a su hija, una maestra nueva le entregó a la niña equivocada pensando que era su pequeña por el evidente parecido entre ambas. Aquel suceso provocó una conmoción entre los Alagna que no tardó en salpicar a los Foderá. Las pruebas de ADN confirmaron que se había producido un intercambio de bebés en el hospital y puso a las familias ante dos preguntas de difícil respuesta: ¿Es tu hijo quien lleva tus genes o a quien crías y amas? ¿Estás dispuesto a que unos extraños se conviertan en los padres de tu retoño?

 Los Alagna y los Foderá optaron por una vía intermedia: fundir las dos familias en una. «Somos un fenómeno. Tenemos ocho abuelos, dos padres y dos madres», cuentan Caterina y Melissa, que son inseparables desde aquel doloroso descubrimiento. Apoyados por un abogado, psicólogos y con la intervención de un juez de menores, los padres decidieron que las niñas fueran criadas por sus familias biológicas, aunque se comprometieron a que pasaran juntos todo el tiempo posible.

«Optaron por convivir durante los fines de semana y el tiempo libre. Y las niñas fueron compañeras de clase hasta la universidad. Ellas se consideran gemelas. De pequeñas querían estar siempre juntas y de esta manera ayudaron mucho a los adultos», cuenta a este diario Mauro Caporiccio, guionista de la película 'Sorelle per sempre' y autor del libro homónimo que será publicado en breve por Rizzoli. «Es una historia real sobre la identidad. Con la conmoción inicial todos perdieron sus identidades personales: las hijas, las madres y los padres. Pero gracias a ese círculo de amor difuso iniciado por las pequeñas consiguieron que prevaleciera el valor de la acogida y de la convivencia para tener un final feliz».

En el cruce entre ambas familias fue determinante el nacimiento de otra niña, Sofía, la hija pequeña de los Foderá. «Al inicio, una de las madres, Gisella, no aceptó el intercambio de las niñas y se alejó de Mazzara del Vallo. Luego entendió que necesitaba tener otro hijo y, cuando se quedó embarazada, se dio cuenta de que precisaba de la ayuda de la otra madre», cuenta Caporiccio. Las dos mujeres pasaron así de posibles enemigas a aliadas. «Durante el parto fue Marinella, la otra madre, la que sostuvo la mano de Gisella. Y las dos niñas, Caterina y Melissa, le pusieron una pulserita a la recién nacida para que no le pasara como a ellas y fuera intercambiada por otro bebé». Con aquel parto quedó sellada la unión entre ambas familias: ocho abuelos, dos padres, dos madres y cinco niñas, pues los Alagna ya tenían otras dos hijas mayores.

«Vamos las cinco juntas de vacaciones con nuestros cinco novios. Somos un ejército», cuenta Melissa en el Corriere della Sera. El único punto amargo de la historia es que aunque el servicio sanitario tuvo que indemnizar a ambas familias, el ginecólogo y los enfermeros que estaban de guardia aquella Nochevieja de 1998 nunca fueron condenados y siguieron trabajando en la maternidad.