Primeras víctimas del tiempo loco en Galicia: las abejas

SOCIEDAD

El apicultor gallego Fran Ogando muestra un cuadro de abejas que tiene en su casa, en Moaña
El apicultor gallego Fran Ogando muestra un cuadro de abejas que tiene en su casa, en Moaña

Los apicultores anuncian una caída histórica de la producción de miel. «Están como tolas co cambio climático», reconocen

20 ago 2021 . Actualizado a las 13:38 h.

Las abejas son un perfecto bioindicador del estado de la naturaleza. «Cando unha colmea está forte significa que no campo hai comida e que o medio ambiente está san», apunta Fran Ogando, profesor de bachillerato en Moaña y apicultor desde hace ya una década. Fran no recuerda una temporada tan escasa como esta. Un diagnóstico que comparte todo el sector. La producción de miel ha caído a mínimos históricos. «Unha colmea habitualmente pode chegar a producir entre 40 e 60 quilogramos de mel, pero este ano non chegamos a 10», reconoce.

La temporada está siendo pésima, pero lo cierto es que hace unos meses apuntaba en la dirección contraria. Noviembre del 2020 fue especialmente cálido. Entre los registros destaca la noche tropical que hubo la madrugada del día 2, con mínimas por encima de los 20 grados. «Aproveitando as altas temperaturas aumentaron os niños de cría. Eu tiven uns sete cadros, unha verdadeira barbaridade. No interior quedaban asustados con estas cifras. As colmeas estaban superpoboadas, pero a partir de decembro chegaron as potentes borrascas que varreron o alimento. O que sucedeu entonces é que non había comida para tanta abella», lamenta Ogando. El giro de 180 grados que dio la meteorología en diciembre era solo un anticipo de lo que estaba por llegar. El invierno terminaría siendo frío y húmedo. «Houbo un día de sol e catro de chuvia. A floración se perdeu», subraya.

Normalmente la abeja, una especie resistente, suele terminar el invierno con energía a pesar de que comen lo que trabajan y, por tanto, apenas acumulan. Pero este año llegaron al límite de sus fuerzas. Y lo peor no había pasado.

La esperanza era la primavera, aunque ha sido una estación dominada por los vientos del oeste, que han sido frecuentes también durante buena parte del verano. Esta circulación del aire cubre el cielo con nubes bajas que bloquean la radiación. Así, en la primavera faltó el elemento fundamental que nutre de vida y alimento la naturaleza: la luz solar. «A estación foi nefasta porque este ano apenas houbo flor e polo tanto non tiñan comida», reconoce. «Están tan faltas de sol e calor que estes días de bo tempo en agosto están traballando moito máis do que fixeron durante a primavera», añade.

Desorientadas

Los apicultores gallegos sostienen que la situación de este año no es para nada un caso aislado, sino más bien una manifestación inequívoca del cambio climático. Y la abeja, a pesar de ser una especie extraordinariamente inteligente, se encuentra muy desorientada. Porque hasta ahora tenía bien definido su ciclo vital, que transcurría en sintonía con las estaciones del año. Así, lo natural era que en primavera su actividad aumentase coincidiendo con la floración, se consolidase durante el verano y empezase a decaer a partir de septiembre, justo antes de proceder con la invernada, cuando la reina deja de tener crías.

El problema es que las estaciones ya no son lo que eran. Los cambios atmosféricos que se están produciendo en el hemisferio norte, especialmente debido al debilitamiento de la corriente en chorro que reparte el aire frío y cálido, está generando un auténtico caos climático en las latitudes medias, donde se encuentra Galicia. Ya no causa ninguna sorpresa que los gallegos puedan ir a la playa en cualquier mes del año. De hecho, ahora mismo la sensación generalizada en la calle es que el verano vendrá a partir de septiembre para compensar las condiciones de junio y julio.

Los seres humanos contamos con la ciencia para informarnos sobre cómo está cambiando el clima. Pero aunque la misma comunidad científica se fascina cada vez que realiza experimentos con las abejas y descubre una inteligencia fuera de lo común, nadie ha podido avisarlas de que el orden climático por el que se han estado rigiendo ha estallado por los aires. «Non é normal que haxa tanta cría na invernada. No pasado mes de novembro se despistaron completamente coas temperaturas tan altas e tiveron unha actividade moi atípica que acabou provocando o problema que temos agora. Isto é algo que realmente leva ocorrendo dende fai xa anos, aínda que non de xeito tan acusado coma este», concluye.