«Si hubiera guerra en España, perdían. Toda su gente se ha venido a Portugal»

Carlos Punzón
carlos punzón CERVEIRA, VALENÇA / LA VOZ

SOCIEDAD

Largas esperas para conseguir mesa, pese a no haber limitación de aforos

20 ago 2021 . Actualizado a las 01:34 h.

La pandemia ha cambiado hasta la escala de las magnitudes. Los gentíos de ahora son algo más esbeltos que cuando el único temor ante las masas era el de los apretujones. Pero con los ojos de ahora, el norte de Portugal registra estado de abarrote.

Miles y miles de gallegos cruzaron ayer la frontera ávidos de comida portuguesa, de juntarse en las mesas de sus bares y restaurantes sin apenas restricciones y con el convencimiento de que las medidas de control frente al covid, aún sin conocerlas, son más laxas que en Galicia. Así ha coincidido en esta ocasión, aunque no siempre ha sido así a lo largo de la pandemia.

Las matriculas españolas en las localidades de la raia andaban a la par con las portuguesas. El recuerdo de que todos los miércoles hay feria en Valença dibujó mentalmente la combinación perfecta: compras y comida, llenando la fortaleza, obligando a hacer cola para esperar turno de comida y juntándola en muchos casos con el tiempo de la merienda.

«Si hubiera hoy una guerra en España, perdían, porque toda su gente se ha venido para Portugal», dice con ironía Manuel Silva, encargado de adjudicar mesa en el restaurante O Baluarte de Valença. Cuenta que ha dado entrada ya a más de 500 personas y eran las 15.30. «Hay más españoles que nunca», dice desde la perspectiva de casi 40 años de profesión en la villa del Miño. Solo se cerciora de una cosa, de que todo el mundo entre con mascarilla y que no haya más de ocho comensales por mesa, advierte. En realidad, la norma puesta en marcha para todo Portugal desde el 1 de agosto es más estrecha: seis personas en el interior y diez en las terrazas, si bien los límites puede ser alterados si se demuestra que todos los comensales son convivientes.

Los viernes desde las 19 horas, sábados, domingos y festivos se añade un requisito a mayores, el del certificado de vacunación para los mayores de 12 años, como ocurre a diario en todo el país en hoteles, hostales o pisos turísticos.

Pero los visitantes por un día coinciden en reconocer un total desconocimiento de cómo están las normas covid en Portugal. «Tenemos en el coche los certificados por si hacen falta. Hemos reservado en un restaurante habitual y no nos han pedido nada», atestiguan Laura y Suso, un matrimonio jubilado de Vigo que muestra a unos amigos canarios Vilanova de Cerveira. «En Galicia es más difícil que aquí comer donde quieras. Hemos ido pero hay que reservar con antelación y todo depende de los aforos», compara Fabio de Barcelos, sentado junto a su pareja en la terraza del restaurante Luso-Galaico de la localidad ubicada frente a Tomiño.

«Fuimos las primeras en reservar, nada más llegar a la fortaleza. Dejamos a los niños con sus padres, las que tienen marido, y nos vinimos a por toallas, sábanas y ver si alguno que ande por aquí se quiere venir con nosotras», señalan entre risas Celeste, Amparo, Pilar, Jacinta y Aurora, cinco amigas de Vigo y Asturias duchas en las incursiones a Valença, que reconocen no estar al tanto de las medidas frente al covid de Portugal. «¡Ya nos dirán!».

«El aumento de hoy ha sido significativo», comenta João, responsable del restaurante Bom Jesús de Valença, ante cuya puerta se reproducen las colas y la barra interior acumula platos suficientes para haber servido a un regimiento. «Hemos dado ya más de 2.500 comidas hoy», estima el dueño del mítico Fortaleza, que no está seguro de si hay algún festivo en Galicia o que los gallegos y los demás turistas españoles se decantaron por Portugal buscando facilidades para comer en familia. Las innumerables bandejas de bacalao, pollo y churrasco que circulan por las terrazas denotan que había hambre, pero más de salir y disfrutar en un país en el que solo las discotecas siguen cerradas y las fiestas populares están aún canceladas. Portugal se ha encaramado al quinto puesto europeo con más contagios y fallecimientos en la nueva ola, pero mantiene sus planes de desescalada.

En septiembre, fin de la mascarilla en espacios públicos

Los bares y restaurantes abren en Portugal hasta las 2 de la mañana, pero sus dueños cruzan los dedos para que se siga abriendo la mano. Para principios de septiembre se aguarda la entrada en la fase dos, con la que desaparecerían las mascarillas de los lugares públicos, y podrían coincidir 8 personas por mesa en el interior y 15 en terraza. Y para octubre se espera la reapertura de las discotecas, lo que único que falta.