Muere Eduardo Martínez Somalo, el riojano que fue Papa durante 17 días

Carlos Portolés, R. R. REDACCIÓN

SOCIEDAD

El ex-cardenal ostentó el gobierno en funciones de la Santa Sede después del fallecimiento de Juan Pablo II en su cargo de camarlengo

11 ago 2021 . Actualizado a las 10:46 h.

El 2 de abril de 2005, Eduardo Martínez Somalo se enfrentó al que sería el reto definitorio de su trayectoria clerical. Fallecía el Papa Juan Pablo II y este cardenal riojano, uno de sus más estrechos y queridos colaboradores, tuvo que ejercer las funciones que le corresponden al camarlengo. Por abundar en materia, el camarlengo es un cargo designado personalmente por el papa de Roma. Su misión es ocupar provisionalmente el trono de la Santa Sede en caso de que el sumo pontífice falleciera. Así, durante diecisiete días, y aunque muy poca gente lo supiera, un natural de Baños de Río Tobía (un pueblo de apenas 1700 habitantes) hizo las funciones de papa y supervisó el proceso de elección de su sucesor.

Fue ordenado sacerdote hace más de 70 años. El 19 de marzo de 1950, tras licenciarse en Teología y derecho canónico en la Pontificia Universidad Gregoriana de Roma. Después un breve período vistiendo el hábito en España, volvió a la capital italiana para cursar un doctorado en Derecho Canónico en la Pontificia Universidad Lataranense. A partir de que, en el año 1956, le fuera confiado un cargo en la Secretaría de Estado del Vaticano, fue encadenando carteras de ascendente responsabilidad (algunas tan exóticas como la de Nuncio Apostólico de Colombia o Consejero de la Delegación Apostólica de Gran Bretaña).

Su carrera culminó doblemente. Primero, al ser ordenado cardenal en 1988, después, con su elección como camarlengo. Como uno de los más fieles y dispuestos colaboradores del sumo pontífice, llegó a gozar de posición privilegiada en la entraña de la jerarquía eclesiástica.

Llevaba más de 14 años retirado, desde que en el 2007 anunciara su decisión final de dar paso a un lado y dejar de nutrir la primera fila de la santa institución eclesiástica. Se cuenta que, cuando el papa Juan Pablo II le comunicó su decisión de nombrarlo camarlengo, el riojano trató de negarse, diciéndole al sumo pontífice: «Santo Padre, fíjese en otro pero no en mí, pues usted vivirá más que yo». Los acontecimientos desmintieron el presagio del prelado, que con gran congoja en su corazón tuvo que despedir a un hombre en el que creía ciegamente y vestir (aunque fuera por somero tiempo) las sandalias del pescador. En los últimos años el cardenal ya había hecho públicos varios problemas cardiovasculares. Su llama se apaga a los 94. Deja tras de sí un pío sendero de devotas acciones.