«Sin carne, los alemanes son más pacíficos»

SOCIEDAD

Una imagen publicitaria de EE. UU. en los cincuenta, cuando el «american dream» enviaba al mundo el mensaje de que consumir carne era sinónimo de progreso. Todo lo contrario que hace ahora
Una imagen publicitaria de EE. UU. en los cincuenta, cuando el «american dream» enviaba al mundo el mensaje de que consumir carne era sinónimo de progreso. Todo lo contrario que hace ahora LVG

«Muere más gente por no comer carne que por comerla». Esta cita de Gregorio Marañón, recuperada por La Voz en 1950, nos recuerda que una de las últimas polvaredas que ha levantado un ministro del Gobierno es en realidad una polémica tan veterana como nuestro periódico. Marañón la zanjó en su día y La Voz la rescató durante otra oleada anticárnica: «Los dogmas sobre la alimentación se prestan al sarcasmo», escribió el médico y pensador. Qué diría si viese a Garzón parafraseando a Schwarzenegger. Pero hagamos memoria histórica.

28 jul 2021 . Actualizado a las 05:00 h.

«Desde hace medio siglo se nos venía diciendo que sin atiborrarse de carne la vida sería imposible, pero la guerra ha echado abajo este tópico»: para encontrar la primera vez que en La Voz se manifestó una opinión contraria a la alimentación de origen animal tenemos que aterrizar en las páginas de 1921, cuando los precios y la cantidad de carne por habitante la convertían en un artículo de lujo. En La Voz de esos días podemos leer que cada español solo disponía de 23 kilos de ella al año y que «dos terceras partes no pueden comer ni una costilleta». Hasta el punto de que Dionisio Pérez, uno de los grandes del periodismo de la época, escribía en nuestro diario: «Si no se duplica esa cifra, dentro de poco andará la gallarda raza española toda canija».

Porque mientras las corrientes actuales que defienden su menor consumo tienen su origen —al menos si no rascamos demasiado en los orígenes del asunto— en cuestiones climáticas y de salud de la población, entonces el argumento de fondo era defender alternativas a la carestía de estos alimentos y a los elevados impuestos a los que estaban sometidos. Al frente de este nuevo pensamiento se situaba en Galicia Valeriano Villanueva, que en La Voz firmaba bajo el seudónimo Un labrador a la moderna. Villanueva (1865-1943) fue autor de varios trabajos sobre la economía agropecuaria de la comunidad y de pintorescas obras como Medios prácticos de impulsar el progreso material y moral de Galicia y de conservar las virtudes y corregir los defectos de sus hijos. En el artículo de febrero de 1921 que hemos rescatado de nuestro archivo, este estudioso daba cuenta de las primeras dudas que entre la comunidad científica de la época empezaba a suscitar la idea generalizada de que el consumo de carne era bueno para la salud. Así lo apuntaba en su colaboración periodística de La Voz: «Según dicen ahora los sabios en higiene de la alimentación, las necesidades del elemento principal de la carne, la albúmina, en nuestro organismo son muy escasos. Y la desdichada ignorancia que en toda España existe con respecto a esta materia no impedirá que esta afirmación sea verdad».

Dogmas y sarcasmo

Pero en el artículo se deduce fácilmente que tras los argumentos que promovían otros hábitos alimenticios se encontraba escasez tras la primera gran guerra. «Se ve ahora que los gruesos alemanes, tras su forzado ayuno, se han agilizado y han quedado libres de tantos alifafes, ganando mucho en salud y en instintos pacíficos desde que la carne y la cerveza no forman parte de su alimentación», ironizaba nuestro Labrador a la moderna (seguramente desconocedor entonces de que un tal Hitler que estaba afilando ya su sable era vegetariano). Eso sí, Villanueva aportaba una curiosa iniciativa al solicitar que el consumo de carne se aconsejase solo «a los estudiantes, a los obreros y a los oficinistas» para que obtuviesen la energía necesaria en sus tareas.

No es de extrañar, pues, que Gregorio Marañón (1887-1960) hablase de la necesidad de recurrir al sarcasmo a la hora de enjuiciar algunos de los que él denomina «dogmas sobre la alimentación». En febrero de 1950, La Voz recuperaba las opiniones del médico y pensador en un trabajo titulado Desagravio al cerdo, en un tiempo en el que al gorrino le tocaba estar cuestionado. Marañón zanjaba así el asunto: «No hay alimentos buenos ni malos, sino superabundancia de algunas mesas». Y contaba la anécdota de un amigo con gota a quien los médicos primero le habían prohibido las carnes rojas, luego le aconsejaron las blancas, después lo contrario; más tarde, le prohibieron ambas y al final le permitieron todas. «Pero yo sigo con mi gota», se quejaba el hombre.

¿Qué le habría recomendado Schwarzenegger?