La tradición que nos alumbra

SOCIEDAD

CAPOTILLO

Ritos y decoración. Esos son los dos pilares sobre los que se sostiene la Cerería Diéguez, que hace más de cien años echaba a andar en Pontecesures y que, haciendo equilibrios, continúa funcionando

30 jun 2021 . Actualizado a las 17:43 h.

Encender una vela es un gesto con mucha historia. A fin de cuentas, apenas ha pasado un instante desde que la electricidad alumbró la vida del ser humano. La Cerería Diéguez, de Pontecesures, nació hace más de cien años, cuando el milagro del interruptor y la bombilla aún era eso, un milagro. La empresa la puso en marcha un emprendedor que decidió fabricar candelas en una nave de Pontecesures. Hoy es su bisnieto, Joaquín, quien lleva las riendas de una actividad que resiste contra viento y marea. El suyo, dice, es un negocio que no aspira a crecer, sino a mantenerse. «¿Innovar? Algo se puede innovar, pero yo a lo que aspiro es a mantener. Nuestro trabajo es artesanal, no una industria moderna. Esa fabricación en serie ya hay otros que la hacen», explica. Velas de todo tipo llegan hasta los mercados naturales de la Cerería Diéguez desde todos los rincones del mundo. Y en estos tiempos de globalización, la calidad no siempre se valora lo suficiente.

Joaquín nos atiende en la tienda que regenta en la calle San Román, en Pontevedra. Este despacho forma parte de la historia de su familia tanto como la fábrica de Pontecesures. Aquí vende Joaquín todo tipo de parafernalia religiosa. Las velas, claro, son de casa. La mayoría de la producción, sin embargo, se canaliza directamente a las iglesias o a otros distribuidores, que son quienes se encargan de su venta al detalle.

En los más de cien años de historia de la Cerería Diéguez, el mundo ha cambiado mucho. Desde que la luz eléctrica hizo caer la venta de candelas para la iluminación de los hogares, los oficios y ritos religiosos se han convertido en uno de los pilares de la actividad de la Cerería Diéguez. A fin de cuentas, en Galicia es imposible imaginarse una procesión sin velas o una romería sin exvotos. Las primeras, las velas de mano, se fabrican en Pontecesures utilizando el «noque» que llegó a la fábrica cuando esta se renovó, hace 85 años. Se trata de una máquina espectacular, «una especie de carrusel», que sumerge una y otra, y otra vez, la vela en cera para que vaya cogiendo capas alrededor de la mecha. Los exvotos, sin embargo, se fabrican con moldes de los que salen cabezas, piernas y brazos que sirven a los fieles para pedir un milagro, o para agradecerlo.

En la Cerería Diéguez se fabrican, también, velas empleadas en otro tipo de rituales católicos. Y no solo católicos: las candelas, el fuego y la luz suelen estar en la médula de casi todas las creencias, y Joaquín no ha dudado en dar respuesta a esa demanda, con lo que ello supone de investigación y de reto. Pero, a fin de cuentas, Joaquín es una de esas personas a las que les gustan los rompecabezas: experimentar con la cera, darle vueltas, encontrar caminos, hallar nuevas soluciones. Parece que esa curiosidad y el amor por la tradición familiar tiene mecha para rato: «Es bastante posible que haya quinta generación», comenta Joaquín. Igual que él, sus hijas han crecido en el taller de Pontecesures, explorando, experimentando, jugando y aprendiendo a la vez, un oficio cargado de historia y de luz.

Distintos caminos

El trabajo comienza con la elección de ceras y parafinas de calidad. Esa materia prima se limpia, se funde y a continuación es sometida a distintos procesos. En Pontecesures, la maquinaria que se usa tiene, en algunos casos, más de ochenta años.