Las manos que moldean violines

SOCIEDAD

Marcos Creo

Un curso de construcción de zanfoñas encaminó los pasos de Antonio Alonso (Porto do Son, 1987) hacia la fabricación de instrumentos. Se decantó por la familia del violín tras trabajar con un lutier de la rama

16 jun 2021 . Actualizado a las 18:18 h.

Detrás de un buen instrumento musical hay no solo muchas horas de trabajo, sino una buena dosis de mimo y pasión por el oficio, que resultarán esenciales a la hora de hacer brotar los sonidos más melódicos. Esa es la parte que le toca aportar al lutier, una profesión en la que vocación y formación son eslabones fundamentales. A Antonio Alonso Brión, la primera le llegó cuando era un adolescente y sentía cómo el tiempo se paraba mientras gastaba las cuerdas. Para completar la segunda sumó el ciclo de Artes Aplicadas a la Escultura con los conocimientos adquiridos en la Escola de Artes e Oficios de Vigo, donde realizó un curso de construcción de zanfoñas, y en un centro de lutieres de Bélgica.

Él es de los que creen que, además de nacer, un lutier se tiene que hacer: «Non direi que sexa esencial ir a unha escola, pero é un traballo para o que hai que estar adestrado e iso conséguese con tempo, esforzo e, preferiblemente, formación, porque é un goce que te ensinen cando queres saber e neste eido hai moito que aprender». En el proceso de transformación de este barbanzano como lutier tuvo mucho que ver un profesional con el que trabajó. Fabricaba violines y le llevó a decantarse por los instrumentos de esta familia.

En su taller de Porto do Son, Antonio Alonso se mueve entre trenchas, gubias, cepillos, sierras y prensas. Admite que buena parte de las herramientas que necesita puede fabricarlas él mismo y destaca que en ellas y en la destreza de su manejo radica el secreto del oficio: «É imprescindible ter unhas boas pedras de asentar, porque un bo afiado é a base».

Principio y fin

Consciente de que, en el proceso de elaboración, cada fase es de vital importancia, el lutier barbanzano admite que la recta final es para él especial: «Cando chega a hora de encaixar o mango no corpo tes a sensación de que xa estás rematando. Realmente, non é certo, pois despois aínda queda moito que facer». Y, aunque le cuesta responder a la pregunta, la dificultad radica en la parte inicial: «Elixir a madeira é o máis complexo, ao igual que a afinación entre a tapa e o fondo».

Aunque lo suyo es la fabricación, como aficionado a la música, Alonso no puede resistirse a la tentación de tocar este instrumento: «Obviamente, non me podo poñer ao nivel dun violinista profesional». Reconoce que le gustaría ver las piezas creadas en su taller en las manos de artistas del panorama gallego, pero no se marca objetivos con nombre y apellidos: «O único que desexo é que leven os meus instrumentos persoas que os gocen e que aprecien o esforzo que puxen en facelos».

En este sentido, se aplica una máxima que lanza a modo de consejo para aquellos con los que comparte oficio: «Un artesán nunca debe menosprezar o seu traballo, senón darlle o valor que realmente ten». Él, como sus colegas de profesión, sabe las horas y el esfuerzo que se esconden entre cada puzle de piezas de madera y cuerdas al que sus manos le dan forma con cariño y, sobre todo, sin prisa: «Eu diría que a principal calidade dun artesán é a paciencia, pero tamén fan falla perseveranza e paixón».