Buscando los olores perdidos por el covid: prueban una técnica para recuperar el olfato

Darío Menor ROMA / CIOLPISA

SOCIEDAD

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Pacientes italianos reciben, junto a la rehabilitación con aromas de alimentos y plantas, dos sustancias para mejorar la conexión de las neuronas afectadas

30 may 2021 . Actualizado a las 14:40 h.

Alimentos y aromas potentes. Cítricos, melocotón, melón, queso parmesano, clavo, chocolate, rosa y lavanda son algunos de los característicos olores que los médicos utilizan en los centros de rehabilitación del olfato a los que se ven obligadas a acudir muchas de las personas que han enfermado de covid-19. Alrededor de un 30% de los pacientes de coronavirus siguen con este sentido y/o con el gusto atrofiado incluso meses después de superar los síntomas más graves de la infección, lo que les impide disfrutar de la comida y de los olores. Este problema también supone un peligro para ellos y para sus familias, ya que les hace incapaces de detectar por medio de la nariz una fuga de gas o que algo que se esté quemando.

«Los sentidos se infravaloran cuando funcionan bien, pero cuando los pierdes te das cuenta de su importancia. Con el olfato pensábamos al principio que se iba a recuperar al superar el covid, porque también ocurre con infecciones de otros virus. Pero aquí nos encontramos con pacientes que llevan meses y meses sin poder oler, lo que es muy grave», cuenta a este periódico Arianna di Stadio, profesora en el departamento de Otorrinolaringología en la Universidad de Perugia e investigadora en neurología en el University College de Londres. Junto con otros médicos y científicos, esta docente ha puesto en marcha un tratamiento de rehabilitación en diez ciudades italianas para que puedan recuperar el olfato las personas que lo perdieron por culpa del coronavirus.

Además de la estimulación con olores de alimentos y plantas habituales en la cultura mediterránea, el equipo de Di Stadio también suministra a los pacientes dos compuestos seguros y que se utilizan habitualmente con enfermos de algún tipo de demencia, como el alzhéimer. Se trata de la palmitoietanolamida y de la luteolina, que mejoran la conexión entre las neuronas sensoriales afectadas por la inflamación provocada por el covid-19. «Aunque se trate de personas que llevan más tiempo con el olfato perdido, cuando se administran estas sustancias durante el tratamiento de rehabilitación habitual se recupera el olfato el doble de rápido que quien no las toma», explica la docente de la universidad de Perugia.

De hecho, en unas semanas tiene previsto publicar un estudio sobre esta investigación en la revista científica European Review for Medical and Pharmacological Sciences.

Lista de espera Este tratamiento dura alrededor de noventa días y ya hay en torno a 2.000 personas en Italia en lista de espera para poder seguirlo. Entre los pacientes que han conseguido volver a disfrutar del olfato, Di Stadio recuerda en particular a una chica joven que se había pasado hasta un total de trece meses sin poder oler tras infectarse del coronavirus.

«Ella se ha recuperado muy bien, pero incluso cuando la mejora no es total el paciente se motiva mucho. El olfato tiene un componente emotivo muy importante. Y no se trata solo de la comida. A veces nos olvidamos de que somos mamíferos y de que, para nosotros, el olfato tiene un fuerte sentido relacional. Nuestras simpatías y antipatías están ligadas a él», cuenta la experta.

Los pacientes que se someten a este tratamiento deben rellenar un cuestionario de carácter psicológico para contar cómo la falta del olfato incide en su vida a la hora de estar en contacto con otras personas, incluidas sus parejas. Aún no se conocen los resultados de esa parte del estudio. Las investigaciones realizadas hasta el momento reflejan que los problemas en el olfato en pacientes de covid-19 se deben a que el virus afecta al bulbo olfatorio, la parte del cerebro encargada de la percepción de este sentido. La raíz del problema estaría por tanto en la inflamación persistente de estas neuronas sensoriales y no en la congestión nasal que suele ir asociada a los procesos víricos, como se creía erróneamente en las primeras fases de la pandemia.